05/09/2025
“Hoy quiero hablar de lo que ocurre cuando un niño autista se golpea, aletea o golpea a otros: las estereotipias motoras y verbales.
Quiero dar un ejemplo sencillo: cuando una persona se estira, siente una corriente recorrer brazos y piernas, abre las manos, y esa sensación puede ser placentera, aunque también algo incómoda.
En el autismo, esa corriente corporal se siente con frecuencia. Es incómoda, a veces incluso dolorosa, pero un dolor extraño, difícil de identificar. Como percibimos muchas sensaciones a la vez, no siempre logramos distinguir cuáles son molestias y cuáles dolores, porque todo llega junto.
Cuando se suma un estímulo externo que sobrepasa esa incomodidad habitual —demasiada luz, ruido, una sensación de vergüenza, un pensamiento repetitivo—, el cuerpo se sobrecarga. Entonces aparece una incomodidad mayor, que puede sentirse como una “cosquilla” molesta en el cerebro. Esa sensación genera un impulso reflejo: querer golpear la cabeza o golpear hacia afuera para acallar esa incomodidad. No es una mala actitud, es un reflejo del cuerpo.
En mi experiencia, cuando entro en frustración siento un grito interno que me empuja a golpearme la cabeza para callar esa sensación incómoda (no lo hago, pero lo siento y muy fuerte). También surgen estereotipias como ecolalias o sonidos, que ayudan a aliviar el estrés, pero como explicaba, son reflejos del cuerpo. Con los años uno aprende a controlarlo, y en la adultez esas crisis muchas veces ya no se ven hacia afuera; quedan en forma de shutdowns internos. Pero eso no significa que el estrés no esté: se acumula y desgasta.
Por eso quiero dar una recomendación: cuando un niño intente golpearse o golpear, lo ideal es ofrecerle una alternativa de movimiento que alivie el estrés, como saltar o aplaudir. Si lo permite, se pueden tomar sus manos, saltar juntos, aplaudir juntos, y luego preguntarle: “¿Ya te sientes mejor?”. Después, es importante cambiar el tema o la actividad.
¿Por qué? Porque no solo está la sensación física: también aparece un bucle mental. La situación que causó la incomodidad queda girando en la mente, casi de forma adictiva. Salir de ese bucle requiere un cambio de enfoque y un ritual de cierre: algo que indique que la crisis terminó y empieza otra cosa agradable. Puede ser buscar algo rico para comer, salir al jardín, o hacer una actividad que despierte una emoción bonita.
Los cambios de actividad y las rutinas estructuradas son esenciales. Los rituales nos dan seguridad, porque nos ayudan a anticipar lo que viene en un mundo que ya es suficientemente hostil.
Espero que lo que comparto sirva. Pensé que era importante traerlo al grupo de Autismo, como el post anterior que escribí, que ayudó a muchos. Mi intención es traducir un idioma interno para que padres y otros adultos entiendan mejor lo que sentimos. Porque incluso para nosotros mismos, a veces es difícil interpretar nuestras propias sensaciones y emociones.”
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