
20/11/2024
El cuerpo es materia. Es contacto. Es percepción. Es transmisión. Es el sustento orgánico de nuestra existencia terrenal. No obstante, no lo es todo. Nuestra vida interior, pensamientos, sentimientos, vivencias…viven en comunión con nuestro cuerpo, a veces con mayor otras con menor entendimiento.
En el ritmo de vida de los países occidentales, a veces la velocidad con la que vivimos nos lleva hacia una desconexión con lo físico, lo orgánico. Vamos de un sitio a otro pensando en lo que tenemos que hacer, en lo que hicimos, y a menudo perdemos el punto de referencia intangible (el presente) y el tangible (el cuerpo). En este contexto, no es raro que el cuerpo envíe señales, que van de lo sutil: molestias, dolores, alteraciones del funcionamiento, hasta el daño orgánico objetivable: la lesión tisular.
Cuando el cuerpo envía una señal sutil, la desconexión puede hacer que pasemos por alto el mensaje. En ese caso, puede tratarse de un mero desequilibrio autosolventable, o puede progresar hasta que el mensaje sea tan claro como un repartidor llamando a nuestra puerta.
Cuando la lesión, el daño, la enfermedad, está establecida, podríamos pensar que en ese momento no hay escapatoria y la necesidad inexorable de cuidados nos traerá de vuelta a lo importante, pero no es así. En muchas ocasiones las personas siguen sin conectar con el mensaje de fondo que trae un proceso de enfermedad, y continúan en su vorágine de hacer-hacer-hacer. En ese caso puede empeorar el cuadro clínico, o puede asociar un derrumbe emocional añadido.
Aún sabiendo cómo se desarrolla el proceso, no deja de sorprenderme cuando alguien en consulta me pregunta, si con un proceso infeccioso pueden seguir yendo al gimnasio o si con una lesión grave pueden hacer un viaje a un sitio lejano con todo lo que implica.
La enfermedad requiere en líneas generales, de descanso. Algo tan sencillo como parar el ritmo de vida frenético y cuidarnos. Respetarnos, dejar que los mecanismos de reparación tisulares actúen a nuestro favor. Los fármacos ayudan, pero necesitamos hacernos conscientes de nuestras necesidades, y remar a favor de la corriente. Escucharnos, atendernos, mimarnos, recuperar la conexión interna que durante milenios de evolución nos ha permitido llegar hasta donde estamos.