09/11/2021
💖EL PRECIO DE SER UNO MISMO, LA CULPA, LA RUPTURA CON EL LINAJE FAMILIAR💖
El anhelo de ser tú mismo y el anhelo de ser aceptado, se convierten en necesidades que compiten entre sí, parece que tenemos que elegir entre una de las dos. Esto sucede porque tu empoderamiento está limitado en la medida en que tu padre/madre/tutor ha internalizado las creencias de su linaje familiar y espera que tú las acates.
La presión de tus padres para que no crezcas depende principalmente de dos factores: 1) El grado en que ellos hayan internalizado las creencias limitantes de sus propios padres y 2) la problemática de sus propias carencias por estar divorciados de su yo verdadero. Estas dos cosas mutilan la capacidad de los padres de iniciar a sus hijos a su propia vida.
El costo de convertirte en tu ser auténtico a men**o implica cierto grado de “ruptura” con el linaje familiar.
Cuando esto sucede, se rompen los hilos del linaje paterno y materno, algo esencial para una vida adulta sana y poderosa. Por lo general se manifiesta en alguna forma de dolor o conflicto con el padre y/o la madre y puede adoptar diversas formas: desde conflictos y desacuerdos hasta distanciamiento y desarraigo. Es un viaje personal y es distinto para cada individuo. Básicamente, la ruptura sirve para la transformación y la sanación. Forma parte del impulso evolutivo del DESPERTAR para empoderarse con más consciencia. Es el verdadero nacimiento... el comienzo de la verdadera libertad e individualización.
Por una parte, en las relaciones padres/hijos más sanas, la ruptura puede provocar un conflicto, pero en realidad sirve para fortalecer el vínculo y hacerlo más auténtico. No así en las relaciones padres/hijos agresivas y menos sanas, pues la ruptura puede desencadenar heridas no sanadas en los padres, y provocar que estos arremetan contra sus hijos o los repudien. Y en muchos casos, desafortunadamente, la única opción de los hijos será mantenerse a distancia indefinidamente para conservar su propio bienestar emocional.
Así, en vez de ver que es el resultado de tu deseo de crecimiento, los padres pueden sentir tu alejamiento/ruptura como una amenaza, un ataque personal y directo hacia ellos, un rechazo a quienes son ellos. Ante esta situación, puede resultar desgarrador constatar que tu deseo de empoderamiento o de crecimiento personal puede hacer que tus padres, ciegamente, te vean como un enemigo.
“No puedo ser feliz si mis padres son infelices”... ¿Has sentido esto alguna vez?
Generalmente, esta creencia procede del dolor que te causa ver a tus padres sufrir por sus propias carencias y la compasión que te produce su lucha bajo el peso de las demandas del clan familiar. Sin embargo, cuando sacrificamos nuestra propia felicidad por la de nuestros padres, en realidad impedimos la sanación necesaria que produce llorar la herida de nuestro linaje.
Esto solo provoca el estancamiento de ambos. Por mucho que lo intentemos, nosotros no podemos sanar a nuestros padres, y no podemos conseguir que nos vean tal como somos. El duelo es lo que trae la sanación. Tenemos que llorar por nosotros y por nuestro linaje. Este duelo trae consigo una gran liberación.
Dejar que nuestros padres sean seres individuales nos libera (como hijos) para ser seres individuales. Las creencias familiares promueven un n**o inconsciente entre padres e hijos, en el que solo uno de ellos puede tener el poder. Es una dinámica de “uno de dos” basada en la escasez que deja a ambos sin poder alguno. Para los padres que han sido especialmente privados de su poder, sus hijos pueden convertirse en “el alimento” de su identidad atrofiada y en el vertedero de sus problemas. Debemos permitir que nuestros padres recorran su propio camino y dejar de sacrificarnos por ellos.
Tradicionalmente, a los hijos se nos ha enseñado que es noble cargar con el dolor de los demás; que el cuidado emocional es nuestro deber y que deberíamos sentirnos culpables si nos desviamos de esta función. En este contexto, la culpa no tiene que ver con la conciencia sino con el control. Este sentimiento de culpa nos mantiene atados a nuestros padres, nos debilita y hace que ignoremos nuestro poder. Tenemos que darnos cuenta de que no hay ningún motivo real para sentirnos culpables. El rol de cuidadores emocionales nunca ha sido un rol genuinamente nuestro, simplemente forma parte de nuestro legado de opresión. Si lo miramos así, dejaremos de consentir que la culpa nos controle.
Abstenernos del cuidado emocional y dejar que la gente aprenda sus propias lecciones es una forma de respetarnos a nosotros mismos y de respetar a los demás.
Contrariamente a lo que nos han enseñado, no tenemos que sanar a toda nuestra familia. Sólo tenemos que sanarnos a nosotros mismos. En vez de sentirnos culpables por no ser capaces de sanar a nuestros padres ni a los otros miembros de nuestra familia, démonos el permiso de ser inocentes. Si lo hacemos, recuperaremos nuestra construcción personal y poder, y en consecuencia, devolveremos a nuestros familiares el poder de seguir su propio camino. Se trata de un gran cambio energético que se da al apropiarnos de nuestro valor y se ha demostrado que podemos conservar nuestro poder a pesar de los llamamientos a entregarlo a los demás.
El precio de transformarnos en auténticos nunca es tan alto como el precio de permanecer en un “yo” falso.
Es posible que nuestros padres (y nuestras familias) nos den la espalda cuando nos convirtamos en más auténticos. Podemos sentir hostilidad, rechazo, rabia, y una denigración total. Y puede resultar asombrosa la rapidez con la que nos pueden rechazar o abandonar cuando dejamos de sobre-funcionar y expresamos nuestro auténtico ser.
Los padres cumplen la función de “proveedores de la iniciación” lo que lanza a los hijos a vivir su propia vida, pero este rol solo es posible en la medida que los padres hayan experimentado o vivido su propia iniciación. Pero los procesos sanos de separación entre padres e hijos están muy boicoteados en nuestra cultura.
El problema es que muchas personas se pasan la vida entera esperando que sus padres las empujen a vivir sus propias vidas, cuando sus padres son simplemente incapaces de hacerlo.
Es muy habitual ver cómo se pospone el duelo de esta herida en hijos que constantemente regresan al pozo negro de sus padres, buscando un permiso y un amor que ellos simplemente no tienen la capacidad de dar.
En vez de completar este duelo, muchas personas tienden a culparse, y esto las bloquea.
Tenemos que lamentar que nuestros padres no puedan ofrecernos una iniciación que ellos nunca recibieron y embarcarnos conscientemente en nuestra propia iniciación.
Parte de este proceso es aceptar este profundo dolor existencial, para poder iniciarnos en la libertad y la creatividad de nuestras propias vidas. Y al final, este dolor da paso a una compasión genuina y a la gratitud hacia nuestros padres y a los padres de nuestros padres. Es importante ver que, al rechazar las creencias familiares que dicen que, para ser aceptados deberíamos permanecer pequeños, no estamos rechazando a nuestros padres.
Aunque seamos personas adultas, añoramos a nuestros padres. Puede ser desgarrador sentir este anhelo y saber que nuestros propios padres no puede satisfacerlo, aunque hicieron lo que pudieron. Es importante enfrentarse a este hecho y llorarlo. Tu anhelo es sagrado y debe ser honrado. Dejar un espacio para el duelo es una parte importante de ser un buen padre y madre para ti mismo. Si no hacemos un duelo sincero de nuestra necesidad insatisfecha de cuidado paternal (padre y madre), inconscientemente interferirá en nuestras relaciones, causando dolor y conflicto.
No se trata de un trabajo de superación personal cualquiera. Sanar la herida de los padres es esencial y fundamental; es un trabajo en profundidad que te transforma interiormente y te libera, como persona, de cadenas centenarias heredadas de tu linaje familiar.
Estamos siendo llamados a encontrar en lo más profundo de nosotros aquello que no se nos dio.
Fuente:
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