ETHOS Psicologos

ETHOS Psicologos Centro de psicología Empresa creada en el año 2008 situado en el centro de Alcalá de Henares (Madrid).

Somos un centro cualificado para el tratamiento de todos los problemas psicológicos.

🌤️  14/14 – “No está curada. Está viva”No necesita estar perfecta para seguir adelante.No se curó.La tristeza todavía ap...
10/08/2025

🌤️ 14/14 – “No está curada. Está viva”

No necesita estar perfecta para seguir adelante.

No se curó.
La tristeza todavía aparece. A veces, sin previo aviso.
Hay días en que vuelve el cansancio, las dudas, el vacío.

Pero ya no se asusta igual.
Porque ahora sabe que no está rota.
Está viva. Y estar viva incluye todo: luz y sombra, alegría y miedo, avance y retroceso.
Aprendió a reconocer los signos sin hundirse.
Cuando siente que algo vuelve, no se castiga.
Respira. Escribe. Llama a alguien.
No siempre funciona. Pero ya no se rinde tan fácil.

Volvió a hacer cosas pequeñas que antes evitaba: cocinar, caminar, leer.
No porque de pronto esté llena de energía.
Sino porque dejó de exigir ser “normal” para merecer una vida.

Sabe que probablemente tendrá que seguir trabajando en su salud mental.
Que la terapia no es magia, pero sí un ancla.
Que hablar sigue siendo medicina.

Hoy, al despertar, se hizo un té.
Lo tomó en silencio, mirando por la ventana.
La luz de la mañana no le molestó.
Tampoco la hizo feliz.
Pero la dejó estar.

Y eso, en su mundo, es un milagro.

No está curada.
Pero está presente.
Está consciente.
Está eligiendo quedarse.

Y eso basta.

📣 ¿Estás en proceso? ¿Todavía no estás “bien” pero estás acá, avanzando? Entonces, también estás sanando. Cuéntalo, si quieres. O compártelo con alguien que lo necesite.

🗣3/14 – “La voz que volvió” Un día se escuchó a sí misma… y creyó en lo que dijo.No fue una sesión especial.No hubo reve...
09/08/2025

🗣3/14 – “La voz que volvió”

Un día se escuchó a sí misma… y creyó en lo que dijo.

No fue una sesión especial.
No hubo revelaciones ni llanto.
Pero hubo algo distinto: ella habló… y creyó lo que dijo.

Dijo:
—Estoy cansada, pero ya no me odio.
Y se escuchó. Y no se cuestionó.
Por primera vez, su voz no sonó débil ni culpable. Sonó verdadera.

Antes, cada palabra dicha sobre sí misma era revisada mil veces.
“¿No estaré exagerando?”
“¿Y si parezco víctima?”
“¿Y si molesto?”

Pero ahora, había aprendido a habitar su voz.
No como un arma. No como una excusa.
Sino como una casa donde poder quedarse sin miedo.

Empezó a poner límites.
A decir “no puedo” sin culpa.
A decir “necesito” sin vergüenza.
Y aunque eso hizo que algunas personas se alejaran, ella se sintió más cerca de sí misma.

Un día, se grabó dejando una nota de voz para su yo del pasado:
—Sigo viva. Y eso ya es suficiente.

La escuchó después. Lloró.
No de tristeza.
De reconocimiento.
De volver a encontrarse.

Recuperar la voz no fue gritar.
Fue decir en voz baja:
“Estoy acá.”

Y no tener que explicar más.
📣¿Sentís que alguna vez tu voz volvió a ser tuya? ¿Cuándo fue la última vez que dijiste algo que te hizo bien? Comparte esa frase abajo.

💡Por primera vez, se habló con cariño. Y creyó en lo que decía.
🎯

🔁 12/14 – “Recuerdos que ya no duelen igual” El trauma no desaparece, pero pierde fuerza cuando lo mirás de frente.No qu...
08/08/2025

🔁 12/14 – “Recuerdos que ya no duelen igual”

El trauma no desaparece, pero pierde fuerza cuando lo mirás de frente.

No quería hablar de eso.
Evitaba esa parte de su historia como si mencionarla pudiera hacerla real otra vez.

Pero el psicólogo propuso algo distinto:
EMDR. Una forma de procesar recuerdos con movimientos oculares y conciencia plena.
No era magia. No era olvidar.
Era mirar el recuerdo sin revivirlo.

La primera vez, dudó.
Pero confió.

Recordó una escena de su infancia.
No fue algo “grave” a los ojos del mundo.
Pero para ella, había sido determinante: una vez en que pidió ayuda y la ignoraron.
Sintió vergüenza. Dolor. Soledad.

Volvió a ese momento, con los ojos cerrados y la guía del terapeuta.
No para sufrirlo, sino para resignificarlo.
Para decirle a esa niña que no era su culpa.
Que merecía ser escuchada.

Durante minutos, dejó que la emoción subiera… y bajara.
Sintió cómo el cuerpo se tensaba.
Y después, como se aflojaba.
Como si una carga antigua hubiera bajado de peso.

Cuando terminó, no lloró. Pero respiró distinto.
No era alivio total.
Pero el recuerdo, por primera vez, no dolía igual.

No se borró.
No se convirtió en algo bonito.
Pero ya no era un monstruo.
Era solo una parte de su historia.

Y ella, por fin, estaba escribiendo el resto.
📣 ¿Hay un recuerdo que te pesa hace años? A veces, hablarlo lo cambia todo. ¿Te animás a compartirlo (o a pensarlo por primera vez)?

El recuerdo sigue ahí. Pero ya no tiene el poder de arruinarlo todo.
🎯

🚶‍♀️11/14  “El día que salió” No fue un paseo. Fue una revolución interna.No tenía un plan grande.No pensaba hacer algo ...
07/08/2025

🚶‍♀️11/14 “El día que salió”

No fue un paseo. Fue una revolución interna.

No tenía un plan grande.
No pensaba hacer algo épico.
Solo quería intentar salir a dar una vuelta a la manzana.

Había pasado semanas evitando la calle.
El mundo le resultaba demasiado ruidoso, demasiado rápido.
Sentía que todos sabían caminar menos ella.

Pero esa mañana, después de la sesión, algo cambió.
Se puso una camiseta liviana, se ató el pelo y, sin pensarlo demasiado, salió.

El sol la recibió con un golpe de calor.
El aire se sentía espeso.
Pero también real.

Caminó despacio, sin auriculares.
Sintió el ruido del tránsito, los pasos de otros, las conversaciones ajenas.
Todo seguía igual… pero ella no.

No era un paseo feliz.
No había sonrisa.
Pero había algo nuevo: presencia.

Notó los árboles.
Escuchó su propia respiración.
Se sintió aquí, aunque fuera por segundos.

En la esquina, se encontró con una vecina.
Ella dijo:
—¡Qué bueno verte afuera! ¿Cómo estás?
Ella respondió:
—Mejor.

Y por primera vez, no fue una mentira completa.

Volvió a casa con las piernas un poco temblorosas.
No por el esfuerzo físico.
Sino por el emocional.
Salir había sido un acto de coraje invisible.

Se sentó en el sillón y sonrió, apenas.
No había vencido a la depresión.
Pero había dado un paso.
Y a veces, un paso basta para cambiar el día.
📣 CTA:
¿Recuerdas una vez en que salir de casa te costó más de lo que podías explicar?

Cuéntalo o compártelo. A veces, salir no es costumbre: es valentía.

Salir de casa no siempre es rutina. A veces, es el acto más valiente del día.
🎯

10/14  “Pensamientos que no son ella” Aprendió que no todo lo que piensa es verdad.Durante años, creyó que era débil.Que...
06/08/2025

10/14 “Pensamientos que no son ella”

Aprendió que no todo lo que piensa es verdad.

Durante años, creyó que era débil.
Que no servía. Que no valía.
Esas frases se repetían como un mantra silencioso.
Y aunque le dolían, les creía. Porque venían de su propia cabeza.

En terapia, empezó a escribir esos pensamientos.
El psicólogo le pidió que los nombrara.
Ella los anotó uno a uno, como si fueran confesiones:

“No soy suficiente.”
“Molesto a todos.”
“Debería poder sola.”
“No merezco que me quieran.”

Verlos en papel fue como enfrentarse a una versión cruel de sí misma.
Una que siempre estuvo ahí, susurrando.
Pero al escribirlas, entendió algo clave: esos pensamientos no eran suyos.
Eran voces heredadas. Copiadas. Aprendidas.

—No todo lo que piensas es verdad —le dijo él.
Y esa frase, tan simple, le voló la cabeza.

Empezaron a trabajar en eso.
Cada vez que aparecía un pensamiento automático, ella lo detenía y lo desafiaba.
¿Es cierto que no valgo?
¿O simplemente me lo dijeron tantas veces que lo creí?

No fue fácil.
Al principio, sentía culpa por cuestionarse.
Luego, alivio.

Aprendió a hablarse distinto.
No con frases vacías, sino con amabilidad real:
“Estoy haciendo lo que puedo. Estoy cansada, pero no inútil. Sentir no me hace débil.”

Esa semana no se curó.
Pero dejó de repetir cosas que no eran suyas.
Y por primera vez, empezó a construir su propia voz.
📣¿Tienes pensamientos que suenan como vos, pero te lastiman? Nombrarlos es el primer paso. Escribí uno abajo o compartí este capítulo.

💡No todo lo que piensas es verdad. Algunas voces son heridas con disfraz de razón.
🎯

9/14 – “El hombre que no opinaba”Él no la juzgó. Solo la escuchó de verdad.Estaba acostumbrada a que los hombres le dije...
05/08/2025

9/14 – “El hombre que no opinaba”
Él no la juzgó. Solo la escuchó de verdad.

Estaba acostumbrada a que los hombres le dijeran qué hacer.
“Tienes que salir más.”
“Tienes que ser fuerte.”
“Tienes todo para estar bien.”

Pero este hombre —el psicólogo— no la interrumpía.
No intentaba arreglarla.
Solo preguntaba cosas que la hacían detenerse.

—¿Cómo te sentiste después de esa situación?
—¿Qué parte de vos aprendió a callarse?

No eran preguntas cómodas.
Pero tampoco eran violentas.
Eran como abrir cajones que ella ya había olvidado.
Al principio, eso la incomodaba.
Luego, empezó a sentirse vista.

Él no la miraba con pena. Tampoco con distancia clínica.
La miraba como alguien que sostiene el dolor sin invadirlo.

En una de las sesiones, ella se quebró sin aviso.
No por algo que él dijo, sino porque se sintió escuchada sin prisa.
Y ese tipo de escucha era nueva.
Casi insoportable.
Porque cuando alguien te ve de verdad, te das cuenta de cuánto tiempo estuviste escondida.

Cuando salió esa tarde, el mundo no había cambiado.
La ciudad seguía igual de ruidosa, el calor igual de agobiante.
Pero ella, por dentro, se sentía un poco más habitada.

Ese hombre, que no daba consejos fáciles, le estaba enseñando algo que nadie le había mostrado antes:
Que no estaba rota. Solo cansada.
Y que su historia tenía espacio para ser contada sin vergüenza.

¿Alguna vez alguien te escuchó sin juzgar? ¿Cómo te hizo sentir? Compartí tu experiencia. Tal vez alguien la necesita leer.

Capítulo 8 – “La puerta que no quería abrir”Tardó semanas en agendar la cita.Y después de hacerlo, pensó en cancelarla t...
04/08/2025

Capítulo 8 – “La puerta que no quería abrir”

Tardó semanas en agendar la cita.
Y después de hacerlo, pensó en cancelarla todos los días.
Hasta el mismo día, minutos antes, consideró no ir.
Pero algo —una mínima parte suya que aún quería estar viva— la empujó.

Llegó diez minutos antes, como quien teme perder el turno… o como quien quiere terminar cuanto antes.
La puerta del consultorio era blanca, con un cartel discreto.
La manija tembló cuando la sostuvo. No del frío, sino del miedo.

Entró.
Un ambiente cálido, neutro. Una silla cómoda. Una planta en la esquina.
El psicólogo se presentó. Su voz era serena.
—Puedes empezar por donde quieras —dijo.

Y ahí se dio cuenta de que no sabía por dónde empezar.
No porque no tuviera qué decir, sino porque llevaba años sin decir nada.

Dijo que estaba cansada.
Que todo le pesaba.
Que sentía que no era normal.
Él no interrumpió. No opinó. No intentó “animarla”. Solo la escuchó.
Y eso fue nuevo.

Por primera vez en mucho tiempo, alguien no trató de arreglarla, sino de comprenderla.

No lloró. No reveló ningún trauma grande.
Pero ese primer paso fue un acto de resistencia interna.
Porque admitir que necesitas ayuda no es debilidad. Es agotar la soledad.

Salió del consultorio con una sensación rara: no alivio, pero sí algo parecido a la posibilidad.
Una chispa lejana.
Como si, por fin, algo se hubiera movido un milímetro hacia la luz.

¿Recuerdas la primera vez que pediste ayuda? ¿Te costó? Cuéntanos cómo fue ese paso. A veces, leer tu historia también inspira a otros.

7/14 – Semillas invisiblesA veces el dolor nace en raíces que no sabías que estaban ahí.Durante años, creyó que simpleme...
03/08/2025

7/14 – Semillas invisibles

A veces el dolor nace en raíces que no sabías que estaban ahí.

Durante años, creyó que simplemente era "sensible".
Que tenía algo defectuoso en la forma de sentir.
Como si el mundo pesara más sobre ella que sobre los demás.

Pero en terapia empezó a ver lo que había debajo.
No era fragilidad. Eran heridas viejas.
No era “tener drama”. Era haber crecido sin validación emocional.
Y ahora, cada conflicto actual era un eco de algo más profundo.

De niña, se esforzaba por ser buena porque eso le aseguraba algo de afecto.
Pero ese afecto siempre fue condicional.
Si lloraba: rechazo.
Si obedecía: aprobación.

Creció creyendo que el amor se ganaba.
Que si no aportaba algo útil, no valía.
Y esa idea se enraizó tan profundo que ahora, cada vez que se sentía cansada o triste, se culpaba.
“No estoy haciendo lo suficiente.”
“No merezco descansar.”
“No debería sentir esto.”

Pero ese “no debería” venía de atrás.
De una voz vieja, ajena, heredada.
De una semilla que le plantaron sin querer.
Una semilla que creció callada hasta convertirse en culpa crónica.

Ahora empieza a verlo.
Y aunque aún no sabe cómo desarraigarlo, ya no se culpa por sentir.
Por primera vez, siente compasión por esa niña que solo necesitaba ser amada sin condiciones.

¿Creciste creyendo que debías ganarte el amor? ¿Qué sentir era un problema? Tu historia también importa. Comenta o comparte este capítulo.*

6/14 – “Heridas que no sabían hablar”En su infancia aprendió a callar. Ahora no sabe cómo pedir ayuda.No recuerda un sol...
02/08/2025

6/14 – “Heridas que no sabían hablar”

En su infancia aprendió a callar. Ahora no sabe cómo pedir ayuda.

No recuerda un solo abrazo que haya durado más de tres segundos.
En su casa, las emociones eran como los cuchillos: se guardaban bien.
Y cuando salían, solo herían.

De niña, aprendió que llorar molestaba.
Que decir “me siento mal” era recibir un “estás exagerando” o un “anda a jugar”.
Así que dejó de decirlo.
Y más tarde, dejó incluso de sentirlo conscientemente.

Aprendió a ser buena. A no causar problemas.
A sacar buenas notas. A adaptarse.
Y cada vez que algo dolía, lo guardaba en silencio.
Como quien mete basura debajo de una alfombra que nadie mira.

Los adultos hablaban entre ellos, pero rara vez con ella.
Sabía escuchar. Sabía quedarse quieta. Sabía desaparecer sin hacer ruido.

Y eso se convirtió en su superpoder: pasar desapercibida.
Ser funcional. Ser obediente. No necesitar demasiado.

Pero ahora, de adulta, todo ese silencio acumulado comenzó a pesar.
Y ni siquiera sabía cómo explicarlo.

En terapia, cuando le preguntan cómo se siente, a veces no tiene respuesta.
Porque lleva tanto tiempo sin nombrar lo que le duele, que ya no sabe qué duele y qué simplemente está ahí.

Lo que sí sabe es esto: hay algo que está roto desde antes.
Mucho antes.
Y aunque no tenga palabras exactas, su cuerpo lo recuerda.
Su forma de desconectarse. Su forma de cansarse sin causa.
Su forma de no pedir ayuda, aunque la necesite con urgencia.

*¿Te enseñaron que sentir era molestar? ¿Te costó pedir ayuda por eso? Deja un comentario o comparte. Esta historia puede ser la de muchos.*

5/14 – “La máscara sonriente”Sonríe por fuera. Pero por dentro no siente nada.Se maquilló como siempre.Base ligera, corr...
01/08/2025

5/14 – “La máscara sonriente”

Sonríe por fuera. Pero por dentro no siente nada.

Se maquilló como siempre.
Base ligera, corrector, un toque de rubor.
Delineó los ojos con precisión automática. Sabía exactamente cómo hacerlo para que su cara dijera: “Estoy bien”.

Frente al espejo, la imagen era familiar.
La misma sonrisa leve. El mismo “todo en orden” en la mirada.
Pero por dentro, nada.

No había emoción. Ni tristeza fuerte, ni alegría, ni rabia.
Solo un hueco frío donde antes sentía cosas.
La gente dice que la depresión es tristeza. Pero a veces es vacío. O desconexión. O una especie de anestesia emocional que te separa del mundo.

Ese día, fue al trabajo. Saludó con naturalidad.
Rió en el almuerzo. Contestó mensajes.
Pero todo era actuación. No por falsedad, sino por necesidad.
Porque decir “no tengo ganas de estar viva hoy” no entra bien en una conversación de oficina.

Recibió halagos: “¡Qué bien te ves hoy!”.
Y agradeció. Fingió modestia.
Nadie sospechó nada.
No porque no le importaran.
Sino porque ella se había vuelto experta en esconderse.

Al llegar a casa, se quitó el maquillaje.
Y con cada capa que caía, volvía a ver su cara real:
Pálida, cansada, ojerosa.
No fea. No triste. Solo… vacía.

Miró su reflejo un rato.
Pensó: “Si no sintiera esta obligación de parecer bien, ¿Cuántas veces me habría derrumbado ya?”.

*¿Alguna vez tuviste que fingir estar bien cuando por dentro todo estaba roto? Deja un 💬 o comparte este capítulo con alguien que lo entienda.*

4/14 – “La desconexión”** Estar rodeada y sentirse sola. Más sola que nunca.La mesa estaba llena.Platos con ensaladas fr...
31/07/2025

4/14 – “La desconexión”**

Estar rodeada y sentirse sola. Más sola que nunca.

La mesa estaba llena.
Platos con ensaladas frescas, jarras de limonada, el sonido del hielo chocando contra el vidrio, el murmullo de conversaciones cruzadas, y risas.
Muchas risas.

Ella también estaba ahí. Sentada en una esquina. Sonriendo a veces.
Diciendo “sí, claro”, aunque no supiera bien qué estaban diciendo.
Haciendo todo lo que se espera de alguien que "está bien".

Pero por dentro, nada.
Como si hubiera un vidrio grueso entre ella y el resto.
Los oía, pero le llegaban lejos. Como si no fuera parte de esa realidad.

Intentó participar. Contó algo corto, una anécdota sin alma.
Los demás rieron por cortesía. Luego siguieron como si nada.
Y eso la hizo sentir aún más invisible.
No por maldad. Por distancia.

Pensó en levantarse. En ir al baño a llorar.
Pero no tenía lágrimas. Solo ese n**o en el pecho que ni se va ni explota.
Ese vacío que no duele como una herida, pero pesa como una piedra.

Alguien le preguntó:
—¿Estás bien?
Ella respondió lo de siempre:
—Sí, solo estoy un poco cansada.

Y todos aceptaron la respuesta.
Porque el cansancio es entendible. La tristeza no dicha, no tanto.

Comió sin hambre.
Escuchó sin atención.
Y cuando por fin pudo volver a casa, sintió alivio.
No por haber disfrutado. Sino por haber sobrevivido a parecer normal, otra vez.

*¿Alguna vez estuviste rodeado de gente y te sentiste completamente desconectado? Deja un 💬 si lo entendés. Tu historia también cuenta.*

3/14 – “Dormir no descansa”Cierra los ojos, pero la mente no se callaLlevaba acostada desde las diez.Sin celular, sin te...
30/07/2025

3/14 – “Dormir no descansa”

Cierra los ojos, pero la mente no se calla

Llevaba acostada desde las diez.
Sin celular, sin televisión, sin ruido. Solo ella y el techo.
Las luces apagadas. Las persianas bajadas. Todo el ritual estaba completo para dormir.

Pero no dormía.

Su cuerpo parecía preparado para el descanso, pero su mente seguía corriendo como si tuviera una carrera que perder.
Pensamientos sin orden, imágenes del día, recuerdos de hace años.
De pronto se preguntaba si había respondido un mensaje. Luego, sin aviso, recordaba una frase cruel que alguien le dijo en secundaria.
Después pensaba si había leche. Luego se preguntaba por qué se sentía tan vacía. Todo en bucle.

No estaba triste. Estaba… cansada.
Pero un cansancio que no desaparece con las horas de sueño.
Porque dormir no es lo mismo que descansar.
Y descansar es imposible cuando tu cabeza está llena de ruidos aunque todo esté en silencio.

Daba vueltas. Se acomodaba. Suspiraba.
Y cuando, por fin, el cuerpo cedía y caía en un sueño corto, se despertaba con el corazón agitado.
Sin sueños. Sin causa. Solo un sobresalto. Como si algo adentro dijera: “no puedes bajar la guardia”.

Amanecía con los ojos secos y la cabeza pesada.
Y lo peor: no había hecho nada el día anterior como para justificar ese agotamiento.
No había corrido. No había trabajado. No había salido.
Solo existir la había dejado exhausta.

*¿Alguna vez dormiste ocho horas y sentiste que no descansaste ni una? Si te pasa, no estás solo. Comenta o comparte este capítulo con alguien que necesite escucharlo.*

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