07/08/2025
{Soltar también es amar}
Ayer me tocó una tarde revuelta.
Tocaba despedir a mi hija en la estación.
Cinco meses en el extranjero.
Mi otro hijo lleva ya dos semanas igual, pero en el extremo opuesto del mundo al que se va ella.
Muchos me preguntan si iré a visitarlos, y la respuesta es: no creo.
Es logísticamente complicado.
Y en mi cabeza, desde muy pequeña, siempre ha habitado la necesidad de ser ecuánime.
Si voy a ver a uno… siento que también tendría que ir a ver al otro.
Así que, no. No podré.
Mis hijos están creciendo.
Y soltarlos, en parte, se parece tanto a lo que estoy viviendo en la escuelita con el traspaso.
Este proyecto que siento como otro hijo.
Al que he entregado energía, tiempo, errores, aprendizajes, vínculos, experiencias que me han transformado…
Y ahora me toca dejarlo volar también. Como a ellos.
Y sí, claro que hay miedos.
Hay incomodidad. Hay dudas.
Pero también hay algo más fuerte: la raíz desde donde miro todo esto.
Y esa raíz es el amor.
Porque cuando miramos desde el amor, los miedos no desaparecen…
pero dejan de tener el control.
Se convierten en señales. En maestros. En impulso.
He aprendido algo valiosísimo en este tiempo:
que como madres y padres, nunca vamos a dejar de ser necesarios.
Da igual la edad que tengan nuestros hijos.
Siempre necesitarán saber que hay una casa a la que volver.
Un refugio.
Una estructura que dé calma, confianza, alegría.
Un lugar donde compartir dudas, tristezas…
pero también sus logros, sus risas, sus momentos de plenitud.
Y eso somos.
Eso podemos seguir siendo.
Estos días he podido estar presente, sin prisa.
Y siento una enorme gratitud por ello.
Por haberme regalado tiempo con mis hijos.
Por volver a mirar con calma.
Por conectar con lo esencial.
Y también… por dar este paso.
Hoy inicio con claridad esta nueva etapa.
Dejo la escuelita, sí.
Pero no dejo de acompañar.
Solo cambio de forma y de foco.
Ahora acompaño familias.
A madres, padres, educadoras infantiles.
A transitar sus propios procesos.
A discernir desde dónde estamos acompañando.
A hacerlo con conciencia. Con raíces. Con presencia real.
Porque tengo claro algo:
no hay crianza consciente sin un adulto que se mire, que se sostenga…
y que también se sienta acompañado.
Y si hoy puedo hacerlo, es porque yo también fui sostenida.
Porque me permití equivocarme, cansarme, soltar el control, pedir ayuda.
Porque he vivido lo que acompaño.
Porque ya lo viví por ti.
¿Y tú? ¿También estás transitando un cambio?
Aquí estoy.
Gracias por confiar.
Gracias por seguir caminando conmigo.
Con todo mi corazón. ❤️
María Rdguez