
18/07/2025
A veces crees que solo estamos teniendo una charla.
Un “¿cómo estás?” que suena como rutina.
Una hora cualquiera,
en una silla cualquiera,
donde parece que no pasa nada…
pero pasa todo.
Crees que es una reunión,
pero es el lugar donde tu herida respira.
Donde el dolor, por fin, tiene nombre.
Donde no huyes de lo que sientes,
sino que lo abrazas sin tener que entenderlo todo.
Crees que solo hablamos,
pero mientras me cuentas lo que duele,
también me dejas ver lo que te hace humano.
Y entonces ocurre:
te sientes visto.
Crees que solo nos reímos,
pero esa risa viene de un lugar que llevaba tiempo dormido.
Ilumina partes de ti que pensabas que habías perdido.
Y te das cuenta: no estabas roto, solo cansado.
Crees que es una conversación pequeña,
pero te vas con el alma un poco más ancha.
Como si por dentro alguien hubiera encendido una luz
y dijera: “aquí estás, y eso basta”.
Porque eso es sanar, a veces:
estar.
Sentir.
Elegir, con miedo, pero con intención.
Volver a ti.