
06/10/2025
Realicé la ceremonia en Taray, en el Valle Sagrado de los Andes. Desde el primer momento sentí que no era solo una planta, sino una presencia viva, una conciencia ancestral que me estaba esperando.
Los abuelos andinos dicen que la Huachuma es una medicina solar, el cactus que abre el corazón y despierta la visión interior. Su espíritu masculino protege, enseña y muestra la verdad desde el amor. Dicen que su sabiduría conecta la Tierra con el Cielo y que su energía sigue obrando en nosotros mucho después de la ceremonia.
En mi experiencia, la Huachuma me llevó directamente al corazón. Allí apareció mi padre, a quien perdí hace veintitrés años. No fue un recuerdo, fue una presencia viva. Pude abrazarlo, hablarle y finalmente dejarlo ir con amor. Sentí cómo una parte de mí se liberaba junto a él,te dejo ir por fin Papá.
Después, la medicina me mostró las máscaras que llevo en el día a día: las formas que adopté para protegerme o para encajar. Pude reconocerlas y entender que ya no las necesito para vivir desde mi esencia,que ya no necesito demostrarle al mundo que yo valgo si ya mi alma y mi niña,adolescente y adulta ya lo saben y están orgullosas de quien soy.
Finalmente, llegó la energía de mi madre. Esta vez no desde el dolor, sino desde la gratitud. Pude sentir su amor, su historia y su fuerza como parte de mis raíces,pude soltar mi arrogancia hacia ella y agradecer su maestría, gracias Mamá eres la grande y yo la pequeña.
Los abuelos dicen que la Huachuma no enseña con palabras, sino con verdad. Que su medicina actúa en silencio, abriendo caminos de comprensión en el alma. Y así lo sentí.
Desde esa experiencia, me acompaña una paz profunda, una claridad en el corazón y una conexión más consciente con mis ancestros y con mi camino como sanadora.
La Huachuma me recordó que la verdadera medicina no está fuera, sino dentro: en la conciencia que despierta, en el amor que integra y en la verdad que libera.