13/07/2024
Pensamientos, química y manifestación.
Absolutamente nada podría existir sin que un pensamiento o idea que, alimentada por una emoción, le diera vida. Y esto viene al caso, aunque se puede aplicar a todo, de una consulta que me hizo una persona acerca de un remedio natural respecto a sus propiedades y capacidades para curar.
En la actualidad hay una oferta inmensa de medicinas, tanto de laboratorio como naturales, lo cual es una prueba del estado de salud de esta humanidad, tan necesitada de soluciones a sus padecimientos, esas angustias y desequilibrios internos que están en la raíz de todo mal.
El marketing no pierde la oportunidad de prometer la curación de todo cuanto aqueja a los cuerpos y mentes del ser humano que, desesperado a menudo, cae fácilmente en las redes de los pescadores al acecho de lograr abundantes pescas al precio que sea.
Pero, ¿dónde quedó la asistencia necesaria e imprescindible para las almas que somos? Claro que, en nombre de la ciencia, no se tiene en cuenta tal hecho, atendiendo únicamente la parte material del ser, el traje podríamos decir, lo más denso y burdo de lo que en verdad somos.
Nada de cuanto existe está de más, pues todo procede de una idea permitida desde lo Alto, aunque a menudo dicha idea vaya en dirección contraria a la verdad, pues incluso en tal circunstancia la experiencia que el ser viva a través de ella le aproximará a la verdad si, en su resultado, le causa mayor alejamiento de ella y, por ende, mayor sufrimiento. Al final, el destino va a ser el mismo, simplemente cambiará el camino y, por tanto, la vivencia que éste nos aporte.
¿Cómo podemos experimentar estados como la alegría, la esperanza, el miedo, la preocupación, la tristeza, la añoranza o la fe, por ejemplo?
En este plano denso, de materia y de polaridades, la forma en que los cuerpos funcionan es a través de la química corporal. Cada pensamiento y emoción modifica la química cerebral generando una serie de sustancias o neurotransmisores, los cuales hacen que se liberen determinadas hormonas que modifican nuestra química corporal, nuestro cuerpo y su funcionamiento.
Tenemos pensamientos que nos generan placer, relajación o alegría, pero también hay otros pensamientos que nos producen temor, angustia, etc. Por ejemplo, la serotonina nos produce una gran sensación de bienestar, entre otras muchas, pero si está deficiente podemos sentirnos deprimidos. Y así sucede en todos los casos.
Y dicho esto, para no extendernos demasiado, podríamos concluir simplificadamente, diciendo que tenemos pensamientos y emociones que nos producen armonía y, por tanto, salud, y también tenemos otros que nos desestructuran, nos desarmonizan y, a la larga, nos enferman.
Pongamos ahora el caso de una medicina cuya virtud es desinflamar cierto tejido, y que además es muy natural y sin los grandes efectos adversos de la mayoría de los medicamentos de síntesis.
Si tomamos esa medicina, nuestro cuerpo responderá a sus principios activos modificando nuestra química orgánica y desinflamando. Ahora bien, no somos solo cuerpos, realmente no somos cuerpos sino almas manifestándose en cuerpos, y así, dependiendo de cómo reaccionemos internamente la respuesta corporal variará.
Si internamente logramos ver por qué se ha producido el problema que nos aqueja, y trabajamos en cambiar nuestra actitud hacia su causa, modificamos nuestros pensamientos y nuestra manera de vivirlo y sentirlo de modo que nuestra química interna cambie, ambas cosas, el remedio y nuestra química interna, trabajarán al unísono y habrá un gran cambio en nuestra salud, que podremos recuperar.
Pero si sólo recurrimos al efecto del remedio, y mientras seguimos generando los mismos pensamientos y emociones, continuaremos segregando sustancias que crearán más inflamación, la cual impedirá que los efectos curativos del remedio sean suficientes para resolver nuestra patología. Podríamos decir que tenemos simultáneamente dos elementos que se contraponen, un remedio desinflamatorio y unos pensamientos inflamatorios.
Es más, podríamos ir mucho más allá diciendo, como dijo un gran Maestro, que la fe mueve montañas, y es porque en un estado de fe se segregan sustancias que nos permiten modificar totalmente nuestra química corporal, sanarnos, llegar a regenerar incluso nuestros órganos o hacer que el tiempo no tenga el mismo efecto sobre nuestros cuerpos, cosas que no nos han contado porque no interesa que el ser humano despierte.
Esto nos trae a colación el tema del efecto placebo. Quizá esa sea la mejor medicina, la que basada en una creencia sin fisuras nos permitiera recobrar el equilibrio perdido, pues todo está en nosotros, somos un laboratorio completo con todo cuanto nos hace falta, lo único que sobra es el negocio de la ignorancia. Y, por supuesto, también existe el efecto nocebo, ese que nos hace generar toda una química corporal que nos desintegra y hace perder la unicidad de lo que somos, que nos pone en manos de todo tipo de situaciones ante las que jamás los remedios externos, por muy naturales que sean, serán suficientes, pues la salud y la enfermedad están en nuestro modo de sentir y vivir la vida.
Fe positiva = efecto placebo - Fe negativa = efecto nocebo
Haz lo que sientas que debes y quieres hacer, pero no dejes de lado cambiar tu interior, el verdadero origen de todo y la solución que no encontrarás jamás afuera.
¡Feliz día, feliz vida, feliz despertar en sentido y salud!
Luciano Gil ©