
24/05/2025
Si me ves pensativa, estás en lo cierto.
Este fin de semana salí con mi pareja en la camper hacia una zona preciosa de la Costa Brava. Aún no hace demasiado calor y se puede aparcar muy cerca del agua, en calas maravillosas. Hasta aquí, todo parece ideal, ¿verdad?
Llevo unas semanas muy feliz con mi trabajo, pero mi nivel de compromiso con mis clientes me ha llevado a sentirme drenada de energía. Sabía que necesitaba reconectar conmigo, y la naturaleza, un buen baño en aguas cristalinas y la desconexión eran justo lo que me hacían falta.
Pero aunque sé que debo cuidarme y priorizarme, no voy a negar que algunos sentimientos de culpa han aparecido... Leves, sí, porque sigo trabajando en mi desarrollo personal.
Y aquí viene el porqué de este post.
Mi hija Helena tiene varios exámenes la próxima semana, y probablemente esperaba que estuviera en casa, que le hiciera compañía y preparara su comida. Sé que igualmente seguirá con su rutina y encontrará ratos para salir con amigas, pero ese pequeño comentario de: “¿Mami, no estarás este finde?” fue suficiente para activar mi “radar de mala madre”.
Con cariño y delicadeza le conté cómo me sentía. Porque, al final, también esto es parte del ejemplo que quiero dejarle: que las madres también necesitamos cuidarnos. Que acompañar no siempre significa estar físicamente cerca, y que, en la adolescencia, también toca soltar un poco, darles un empujoncito y, sobre todo, mostrarles lo que significa el amor propio.
¿Te ha pasado algo parecido con tus hijos? ¿Cómo gestionas tú ese equilibrio entre cuidarte y cuidar?
Un besito y que disfrutes de tu finde!🥰🙏❤️.