07/03/2021
A mí me parecen fascinantes los reportajes sobre el mundo animal, creo que todos los hemos disfrutado alguna vez. Una escena común en estos documentales es la de una loba a la caza de una ágil liebre. Con el corazón en la mano, vemos cómo la liebre empieza a ganar distancia respecto a su depredador hasta que, finalmente, la loba se detiene resignada y deja escapar a su presa.
Si nos detenemos a pensar sobre este hecho aparentemente trivial, nos daremos cuenta que, mientras el animal está en plena persecución realiza unos cálculos nada simples. Calcula su propia velocidad y la de la liebre, analiza la distancia entre ambas y si será capaz de alcanzarla o no, y cuando se da cuenta de que la realidad no se ajusta a las expectativas con las que emprendió su carrera, se da por vencida, o se detiene a reservar fuerzas para otra caza, una más realista y asequible. Sin frustrarse y sin deprimirse por su liebre inalcanzable.
Y la pregunta que surge es la siguiente: ¿Acaso las lobas son expertas en cambio, o en el manejo de la frustración?
Y la respuesta es que sí. Las lobas, al igual que el resto de los animales (incluidos los humanos), han desarrollado a lo largo de su evolución un modo intuitivo de utilizar la psicología del día a día. Sin ella, tampoco nosotros sobrevivimos en nuestra jungla de asfalto.
Sin embargo, cuando nos adentramos en el mundo de la sociedad moderna, nos alejamos de la experiencia ordinaria del ser humano. Es lógico que nos cueste entender lo que sucede si nos movemos a velocidades cercanas a la de la luz, cuando hace solo unos pocos años aún andábamos a cuatro patas y ahora las exigencias van desde tus amigos, tu familia, tu vida profesional, tus redes sociales (hasta tu teléfono se convierte en una liebre corredora).
¿Cómo vamos a comprender intuitivamente lo que nos sucede si nuestros ojos o cerebros no han evolucionado para percibir procesos tan complejos?
Y es que hasta ahora nunca lo habíamos necesitado para sobrevivir. La liebre representa nuestras metas, nuestros objetivos, a la cual de vez en cuando, como hace la ignorante leona, tenemos la posibilidad de dejarla correr y descansar para ir de caza, con energía, otro día