04/12/2025
Cada una de mis maternidades me transformó de una forma diferente… y todas me trajeron hasta aquí.
Mi primera maternidad me llevó al lugar más oscuro: la depresión posparto.
Ahí descubrí lo duro que puede ser el camino cuando te sientes sola, cuando todo te abruma, cuando lo “maravilloso” de la maternidad no se parece en nada a lo que estás viviendo.
Pero también descubrí algo inmenso:
que una buena tribu y una lactancia acompañada pueden salvarte.
De ahí nació mi empatía y mi forma de acompañar a otras mamás.
Mi segunda maternidad fue mi bebé estrella.
Él me enseñó lo que es amar profundamente… y perder al amor de tu vida antes de tiempo.
Con él conocí el miedo, la vulnerabilidad y ese duelo tan silencioso que pocas personas entienden.
Y gracias a él comprendí mejor a tantas mamás que viven con miedo, con ansiedad, con ese “¿y si algo pasa?”.
Mi tercera maternidad me devolvió la vida.
Mi hija me mostró mi fuerza, mi poder interno, mi capacidad de crear, sostener, renacer.
Ella me conectó con mi cuerpo, con mi intuición, con mi diosa interna que no sabía que estaba ahí.
Cada maternidad me cambió.
Cada una me reconstruyó.
Y por eso hoy acompaño a las mamás desde un lugar más humano, más real y más lleno de amor.
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