12/12/2025
Necesitamos sentirnos parte de una comunidad, de una tribu. Ese sostén nos recuerda que no caminamos solos, que hay una red que nos abraza y nos acompaña.
Pero también necesitamos disponer de espacios propios: lugares internos donde reconocernos, donde escuchar nuestra tierra y cultivar el autocuidado que nos nutre.
Un autocuidado que se expresa en acciones sencillas pero esenciales: hacer una pausa para respirar, cantar, bailar…, poner límites, guardar silencio, escuchar el cuerpo, honrar lo que sentimos, descansar, nutrirnos con lo que de verdad sostiene.
Son estos actos de presencia los que nos permiten mirar nuestras raíces, reconocer las malas hierbas, saber cuándo arrancarlas y cuándo sembrar semillas nuevas que reflejen aquello en lo que deseamos convertirnos.
✨Necesitamos ese espacio íntimo donde sentirnos a salvo✨
Y aquí aparece un equilibrio sagrado:
✨La acción de ir hacia afuera, de abrirnos a la relación, de madurar a través del encuentro y el espejo que el otro nos ofrece…
✨Y la acción de volver hacia adentro, de reconocer nuestra voz, nuestra tierra, nuestro latir interno.
La sociedad actual nos empuja más que nunca hacia afuera: a producir, mostrar, responder, estar disponibles.
En ese impulso constante corremos el riesgo de perdernos de nosotras mismas.
Por eso es tan importante recordar nuestra propia tierra y cuidarla: volver al cuerpo, sentir el latido, escuchar nuestras emociones sin juicio, recuperar claridad desde la quietud.
✨Pertenecer nos sostiene; volver a casa nos enraíza✨
Y es de ese equilibrio —entre el afuera que nos enseña y el adentro que nos revela— de donde emergen los tesoros internos que nos permiten crecer, florecer y caminar más auténticamente conectadas con nuestro espíritu.
Isabel