20/10/2025
“No estaba en un buen momento porque me pasaba todos los días comparándome con otras personas. Pensaba que no me parecía a ellos y que la única manera de hacerlo era matando de hambre mi cuerpo inténtanos ser muy delgado” (Colin Jackson, vallista británico y campeón mundial).
El caso de Colin no es un caso aislado. Tampoco un ejemplo que sólo se encuentre en el deporte de alto rendimiento. Todo lo contrario. Las comparaciones son un mal vicio común en nuestra sociedad. Sin ir más lejos en ciclismo, existen varios recursos o aplicaciones, sobradamente conocidos, que, en su mal uso, potencian este fenómeno.
Vivimos en un mundo exhibicionista en el cual se tiende a mostrar parcialmente la mejor cara de uno o una información sesgada previamente escogida. Por un lado encontramos al creador. Este genera una realidad paralela, falsa, que, al no ser verdadera, puede agudizar una baja autoestima. Vislumbramos que, tras una máscara de fortaleza, se esconde una imagen debilitada de uno mismo. El observador, por su parte, se hace una idea totalmente distorsionada y, en ocasiones, poco realista. Sin embargo, lo interioriza como veraz (en su totalidad) y puede que, al compararse, empobrezca su valúa. La conclusión, consumimos una realidad editada que puede hacer mella tanto en quien crea la información como en quien la recibe.
Animarse mediante otros puede erigirse como una buena opción para alimentar la motivación. Sin embargo, sin límite ni condiciones, puede convertirse en una trampa mental que saboteará el bienestar y el rendimiento, menoscabando la autoestima.
En el próximo artículo para la vamos a explorar por qué nos comparamos, cómo esto puede impactar psicológicamente y qué herramientas pueden ser de utilidad para cambiar el foco y descargar la mente de ese martirio constante.
Coming soon…
Entrena tu mente &… ¡Be Positive! 🔋🧠