16/07/2025
🧠✨
Hace poco, con un compi de profesión hablábamos (y ha sido un tema recurrente últimamente en nuestras conversaciones) de las anulaciones de citas a última hora, incluso minutos antes de la sesión. Incluso sin excusa, solo por priorizar la cita de las cejas o hacer algún plan.
Supongo que son los mismos que luego se quejarían de una cita que tarda meses en llegar por la seguridad social. Pero OK. La libertad de dejar esa cita colgada que te dan cada semana, dejando a otra persona sin usar ese hueco y a tu psicóloga sin esa hora de trabajo es bien.
Y estas conversaciones con mi compi me han hecho pensar que, tal vez cueste entender nuestro trabajo, por eso no cuesta trabajo decir “al final no puedo ir”. Así que os voy a contar:
Ser psicólog@ no es solo estar frente a un paciente. Hay un tiempo silencioso, invisible, que también forma parte del trabajo terapéutico:
📝 El tiempo de preparar una sesión, de pensar qué necesita esa persona justo en este momento. Y esto yo lo suelo hacer con un tiempo de una semana antes de cada cita. Es decir, que cuando vienes hoy, yo ya llevo una semana “liada” con lo que vamos a trabajar en esa sesión.
🧩 El tiempo de revisar notas, de conectar ideas, de ajustar estrategias.
💭 Y ese otro tiempo… el que aparece cuando ya se han ido. Cuando seguimos pensando en ellos, en sus avances, en sus bloqueos, en cómo acompañarlos mejor. Esto suele ser en mi caso, la mañana siguiente al día de nuestra sesión.
Ese tiempo no está en la agenda, no tiene horario… Pero está, aunque no estés tú presente.
Y lo damos, con cuidado, con compromiso, con entrega.
Porque detrás de cada sesión, hay mucho más que 50 minutos.