17/11/2025
A veces, en nuestro intento de protegernos, levantamos barreras tan altas que no solo frenan lo que podría herirnos… también lo que podría hacernos bien.
El miedo y los mecanismos de defensa cumplen una función adaptativa: nos ayudan a sobrevivir, a poner límites y a tomar decisiones con cautela. No son enemigos; son señales.
Pero cuando esa protección se vuelve automática o excesiva, puede llevarnos a un estado de hipervigilancia que limita nuestra capacidad de conectar, crecer y recibir experiencias positivas.
A veces, mejorar nuestro entorno empieza por revisar esos patrones, ajustar lo que ya no nos sirve y permitirnos abrir espacio a nuevas oportunidades con acompañamiento profesional.