02/03/2025
La historia del yoga es sumamente dilatada, tanto que se puede deducir que sus métodos puedan ser prevédicos y y enraizado en cultos muy remotos y no solo del subcontinente indio. Es, por encima de todo, un extraordinario y nutrido cuerpo de enseñanzas y métodos para la transformación interior, el desarrollo de la consciencia y la conquista de un modo superior de entendimiento que ha venido a menudo en denominarse Sabiduría y que representa un estado de liberación mental y reveladora libertad interior. Pero tan dilatada como ha sido la historia del yoga, ha resultado también de accidentada, cambiante, sometida a toda suerte de falsificaciones e intencionadas malinterpretaciones. Ese impresionante árbol de enseñanzas y métodos que es el yoga, ha sido una y otra vez desdibujado, lesionado y adulterado, y a menudo por aquellos que se han presentado como mentores de esta milenaria disciplina, por la que no han demostrado el menor respeto ni consideración, prostituyéndola en el más amplio sentido de la palabra. Esa esperpéntica distorsión, comenzó a partir del siglo XIX y los propios mentores hiondúes cooperaron en la misma sin ningún respeto ni recelo, desvergonzadamente, convirtiéndolo en una burda calistenia o gimnasia exótica e incluso recurriendo a innecesarias exhibiciones o aberrantes campeonatos. Así el yoga terminaría convirtiéndose en un ejercicio para millones de personas, basado en la ejecución de cada día mayor número de asanas y rebuscadas series y denominados “saludos” (al sol, a la luna, a Jupiter, etcétera, que no son hatha-yoga) y un desorbitado culto y apego al cuerpo, una obsesiva reafirmación narcisista y un empalagoso postureo, ignorando los principios básicos de esta disciplina que contiene mística, metafísica, filosofía, ciencia psicosomática, medicina natural, técnicas del bienestar, procedimientos de introspección y autodesarrollo y, sobre todo, una rigurosa metodología para evolucionar, completarse y verdaderamente humanizarse, recurriendo, además, a esas tres disciplinas en las que tanto insistía Buda: la ética o virtud, la de concentración y meditación y la de cultivo del entendimiento correcto o Sabiduría.