25/03/2025
También en la adolescencia
Cuando los hijos son pequeños, es fácil saber cuándo nos necesitan. Nos buscan con los brazos abiertos, nos llaman en medio de la noche, nos toman de la mano sin pensarlo. Su necesidad es clara, directa. Y nosotros respondemos.
Pero cuando crecen, la forma en que nos necesitan cambia. A veces se encierran en su habitación, contestan con pocas palabras o parecen querer distancia. Y es fácil pensar que ya no nos requieren tanto, que lo mejor es dejarlos solos.
Sin embargo, la adolescencia no es solo una etapa de independencia, también es un momento de enorme vulnerabilidad. Es el tiempo en el que empiezan a definir quiénes son, a enfrentarse a dudas y emociones intensas, a buscar su lugar en el mundo. Y en medio de todo eso, siguen necesitando lo mismo de siempre: nuestra presencia, nuestra escucha, nuestro apoyo incondicional.
La serie Adolescencia de Netflix nos recuerda esto de manera potente. Sus personajes transitan situaciones difíciles, muchas veces sin un adulto disponible para sostenerlos. No porque no los quieran, sino porque no saben cómo acercarse. Y eso marca una diferencia enorme.
Estar disponibles no significa dar consejos constantes, ni resolver cada problema. Significa ser un espacio seguro al que puedan acudir cuando lo necesiten. Significa demostrar, incluso en los momentos de silencio, que seguimos aquí.
Porque aunque ya no nos llamen en medio de la noche, aunque parezcan querer distancia, su necesidad de apoyo sigue ahí. Cambia la forma, pero no la esencia.
También en la adolescencia.