10/02/2024
Pasaje Adolescente en el contexto sociocultural actual.
A lo largo del tiempo, el psicoanálisis y sus psicoanalistas han tenido y siguen teniendo un estilo
de pensamiento que no ha pasado desapercibido en lo referente a la crítica de lo social. En el
texto "El Malestar en la Cultura", Freud reflexiona sobre aspectos sociales utilizando conceptos
que le sirvieron para explicar la clínica.
Hoy, el análisis va dirigido al lugar que tiene el sujeto en la sociedad actual. Un sujeto que,
ondeando entre el discurso científico y el discurso capitalista, se acerca ahora al discurso de las
tecnologías, y más específicamente las IA, (inteligencia artificial).
El psicoanálisis a pesar de ser combatido, y considerado mu**to para muchos, ha mostrado una
gran capacidad de adaptarse a la hora de observar los cambios culturales ocurridos en el último
siglo. Gracias a los conceptos de pulsión y libido, y a la relación que estos tienen con la
sublimación como destino cultural, el psicoanálisis mantiene su vigencia en lo relativo a
cuestiones sociales. Mediante estos conceptos, lo podemos vincular a la creatividad que los
sujetos manifiestan en acontecimientos culturales. En ellos, podemos observar una manera de
transmitir el malestar de una época. Este hecho deja una estela que cada tiempo dibuja con un
estilo propio. Libido, pulsión y sublimación son conceptos que van a caballo entre lo corporal y lo
cultural.
Publicado en 1930 la lectura del texto nos lleva a pensar que el malestar de aquellos años no
dista demasiado del actual. No negaré el escenario en el que nos encontramos hoy, tan diferente
a aquellos tiempos. Sin embargo, el sufrimiento que muestra la hipermodernidad, lo escuchamos
en nuestras consultas con un discurso que ha cambiado de forma, pero no de función.
Venimos hablando del sujeto tecnológico, de la revolución que implican las IA en nuestras vidas,
el mundo 5G, la evaporación del padre y de un Otro confundido y que se confunde. La diferencia
generacional se ha acortado, los referentes están escondidos detrás de nuevas figuras que se
nos presentan como marionetas del sistema hipermoderno que viene arrasando nuestro estilo
de convivencia desde hace décadas.
Hoy niños y niñas leen libros cuyos autores no surgieron de la literatura universal. La poesía ya
no está inspirada en grandes maestros que iluminaron nuestras miradas, que dieron música a
nuestros oídos y que se convirtieron en joyas sonoras y libros de cabecera. Hoy, la palma se la
llevan las y los autores que son reconocidos como YouTubers o TickTokers. Del éxito en las
redes y de la cantidad de seguidores y likes, surgen textos que invaden las estanterías de las
librerías, y aparecen en el top de ventas de internet. Un internet como señor de la sabiduría cuyos
secretarios son los nuevos ídolos de nuevas infancias y adolescencias. Si en la danza turbulenta
de juventud, donde aferrarse a un hito firme da seguridad: ¿son estables estos referentes?
Estamos en un momento en el que la evaporación del padre con la consecuente caída de la
función paterna es un eco que resuena en todas partes. Crisis de la masculinidad. Padres y
madres que son colegas algunos, otros… pulpos que sirven a sus criaturas hasta convertirlas en
sujetos incapacitados. Madres que quedan adheridas a sus vástagos hasta ahogarlos impidiendo
que un deseo propio abra una puerta para salir al mundo. Las nuevas estructuras familiares, no
todas, generan desorientación en el desarrollo de las criaturas. Los referentes familiares y
sociales, en los que incluyo las instituciones educativas desvalorizadas por el sistema, dejan
adolescentes flotando en un limbo en el que no hay quien se responsabilice de lo que le
corresponde. Casi todo adolescencia. Hasta los nuevos modelos de presidentes de gobierno
parecen jugar a los soldaditos, o bailar break dance mientras el agujero de ozono crece.
Ante este panorama: ¿Qué tronco firme y enraizado se aferra la juventud hoy?
El lugar del sujeto en la sociedad ha cambiado vertiginosamente en los últimos cien años. No
encontramos hoy, un estilo de pensamiento basado en mandatos religiosos. Ya no es el sujeto
freudiano sometido a la represión, en conformidad a moral que lo obliga a moderar su goce, y a
entrar en los cánones de determinados ideales estipulados.
El sujeto que llega a consulta actualmente está desamarrado de ideales. Es el sujeto de la
ciencia y la tecnología que juntas, y bien de la mano, desatendiendo a cualquier atisbo de
subjetividad se convierten en fuente de culto. Es ahí donde el sujeto hiper busca respuestas a su
malestar. Allí no es escuchado, sino que es desatendido por una ciencia que paradójicamente le
promete la eternidad. Le da la certeza de recuperar un sentimiento oceánico en el que las
fronteras entre el yo y el mundo se diluyen mágicamente. Siguiendo a Lacan en una de sus
últimas certidumbres, podemos pensar que la ciencia que se ofrece como verdad, se organiza
mediante una exclusión fundante, la del sujeto, cuyos efectos dan un giro y se manifiestan en lo
que Freud denomina el malestar en la sociedad.
En este texto de 1930, Freud se pregunta sobre la infelicidad del hombre que vive en sociedad.
En él menciona tres fuentes de sufrimiento: la naturaleza, que lo somete a su albedrío tal y como
lo vivimos hoy. El cuerpo propio como fuente de sufrimiento, hándicap que ocupa un importante
lugar en el pasaje adolescente y otros pasajes de la vida. Y finalmente, las relaciones con los
otros. Lazos sociales y amorosos que también son los titulares de historias contadas por las
juventudes que nos llegan. Entre turbulencias, viven un tiempo que se ve influido por su majestad
la tecnología, la ausencia de referentes y, el Otro sordo y mudo de la hipermodernidad. La
manera de salir de este sufrimiento dependerá del modo de hacer con las pulsiones, a las que
deberá el sujeto de cualquier momento histórico renunciar.
Freud escribió el texto desde donde parto, para dar cuenta del malestar que forma parte de la
humanidad. Hoy casi un siglo después, el mundo revela una sensación de desamparo que se
traduce en nuevas guerras, en invasión tecnológica, mensajes que incitan al consumo
desmedido de todo, ingestión de sustancias de cualquier orden, miradas pegadas a pantallas
que prometen una felicidad equiparable al sentimiento oceánico al que hace referencia el
maestro.
Es el propio sujeto del autoconsumo que propone Byung-Chul Han, el protagonista de historias
a veces disparatadas. Es aquel del empuje a llenarse de objetos tanto como el consumir técnicas
de autoayuda, de terapias “fast”, medicalización, podcast que dan respuesta a la dificultad de
existir, recetas que te hacen creer que sigues siendo alguien para Otro. Otro infantilizado que
pegado a su vez a su gadget se aísla para insensibilizar su responsabilidad de ser con otros.
La falta de relato, la historia de ayer y de hoy sin narración, sin palabras que puedan calmar el
dolor de existir, son el pan de cada día de la sociedad de hoy. No hay tiempo.
No hay tiempo de ver, ni de comprender y, mucho menos de concluir aquello que no se puede
elaborar. El dolor queda suspendido en una nebulosa, después, el silencio consigue aferrarse a
un cuerpo desmembrado haciendo síntoma. Cuerpos desatados a los que les faltó el Otro del
espejo. El que mire, que nombre, que idealice. Otro que de la posibilidad de crear una imagen
por la cual el yo en formación no sea frágil. ¿Dónde está el Otro bañando de significantes al niño
o la niña, si se ha perdido navegando por internet?
Cuerpos adolescentes a punto de estallar, desfallecientes y a punto de desaparecer se presentan
en nuestras consultas. ¿Qué significantes se les repiten a estos seres cuya fragilidad intenta
transmitirnos un dolor que no encuentra palabras?
Pienso que aún hoy, el psicoanálisis y sus psicoanalistas tienen algo que decir, algo que
escuchar, y un lugar en la sociedad del 3.0.
Silvina Mosquera Genlot
Psicoanalista, Psicoterapeuta FEAP
Fonoaudióloga, Logopeda.