
22/08/2025
Este agosto el fuego ha vuelto a dejar heridas en España y Portugal: vidas perdidas, heridos, familias que han visto arder sus casas y sus campos. Desde la Hospedería de la Corte enviamos nuestras más sentidas condolencias y nuestro cariño a quienes sufren esas pérdidas irreparables.
En la Sierra de Aracena, los conatos de incendio han podido ser controlados a tiempo, gracias a la entrega de los servicios de extinción y a la vigilancia constante de quienes habitamos el territorio. Nuestro agradecimiento y reconocimiento es infinito.
Porque aquí, en el mundo rural, sabemos lo que significa vivir cerca de la tierra y de los montes. Somos quienes cuidamos los caminos, limpiamos las orillas, recogemos la leña y prevenimos con gestos sencillos lo que después podría convertirse en tragedia. Vivimos lejos de los centros de poder —en todos los sentidos—, pero cerca de la raíz de la vida.
Ojalá estos fuegos sirvan también para recordar que la mejor protección de la naturaleza es mantener vivo el mundo rural: sembrar esperanza en nuestros jóvenes para que puedan desarrollar aquí sus proyectos de vida, dar visibilidad y reconocer públicamente el valor, la mirada y la sabiduría de quienes habitamos en los pueblos, producimos los alimentos que consumimos y custodiamos día a día los paisajes que sostienen a todos.
El fuego, decían los antiguos, no es solo destrucción: también es transformación. Arde lo viejo, lo que ya no sirve, para que pueda nacer algo nuevo. Quizás hoy nos toque entregar a las llamas la indiferencia, el abandono y la desconexión con la tierra. Y que de sus cenizas brote lo mejor: respeto, cooperación y una sociedad que comprenda que sin pueblos vivos no hay bosques vivos. Y que, si perdemos nuestros bosques, no nos quedará nada.