
01/10/2025
Carlos García Mera
El pasado sábado 27 de septiembre tuve el honor de recibir en Orihuela el Premio Internacional de Poesía “Miguel Hernández–Comunidad Valenciana”. Fue una jornada especialmente significativa, no solo por lo que implica este reconocimiento, sino también por el cuidado con el que se desarrolló el acto, un reflejo del compromiso de la ciudad con la cultura y la poesía.
Desde mi llegada me sentí acompañado y acogido por la Fundación Cultural Miguel Hernández y en especial por su director, Aitor L. Larrabide, cuya atención constante contribuyó a que la jornada resultara cálida y gratificante.
El acto, presentado con rigor y sensibilidad por Angeles Vidal Guevara, incluyó actuaciones musicales cuidadas, entre las cuales se entreveraron versos de Jardín cerrado, una sorpresa que me emocionó. Tras recibir el premio de manos de Aitor Larrabide, mantuve una breve conversación con Álvaro Giménez García sobre el libro y las motivaciones que me llevaron a escribirlo. Tuve la oportunidad de firmar ejemplares de Jardín cerrado para quienes quisieron acercarse y la jornada cerró con una velada distendida, entre canapés, copas y conversaciones, donde lo formal dio paso a la cercanía y el encuentro.
Más allá de la ceremonia, quedó patente el esfuerzo de Auralaria Ediciones. Desde hace quince años, Álvaro Giménez y Luisa Pastor trabajan junto a la Fundación Cultural Miguel Hernández para reivindicar la poesía como disciplina viva, especialmente en un tiempo en el que la cultura suele quedar en segundo plano. Ese compromiso se percibió en cada detalle del acto.
Quiero expresar mi agradecimiento a la Fundación Cultural Miguel Hernández a Auralaria Ediciones, a Ángeles Vidal por su papel como anfitriona, a Susanna Vardanyan, Eva García Lorca, Paula Sánchez y Miguel Ángel Sáez por su aportación artística. Y, por supuesto, a todas las personas que hicieron posible esta edición del premio. En lo personal, quiero agradecer a Manuel Cerrato Quintero, que quiso acompañarme desde Madrid y fue un pilar fundamental, y a Belén Montes García, que se acercó desde Albacete y me regaló la grata sorpresa de la amistad.