27/03/2025
— Te estás consumiendo.
— No... estoy bien.
— No me mientas. Lo veo en tus ojos, en tus gestos, en tu forma de caminar. Lo siento en tu respiración agitada, en tu mirada apagada, en tu voz temblorosa. Te estás consumiendo.
— No tengo opción. Debo hacerlo todo, gestionarlo todo, afrontarlo todo. Debo ser fuerte.
— ¿Fuerte? Estás confundiendo la fuerza con el sacrificio. Este peso te dobla, te desgasta por dentro, te apaga poco a poco, sin hacer ruido.
— No puedo rendirme. Cuentan conmigo. Si me detengo, todo se derrumba.
— ¿Y tú? Si eres tú quien se derrumba, ¿quién te recogerá?
— Yo... no lo sé. No quiero ser una carga para nadie.
— No tienes que cargar con todo sola. No eres una roca, eres una mujer.
— Pero si no lo hago yo, ¿quién lo hará? Si no soy fuerte, ¿quién lo será en mi lugar?
— ¿Quién te enseñó que pedir ayuda es una debilidad? ¿Quién te hizo creer que estar exhausta es una señal de valentía?
— Aprendí a resistir. A apretar los dientes. A no quejarme.
— ¿Y a qué precio? ¿Cuánta luz estás perdiendo? ¿Cuánto de tus sueños estás sacrificando?
— No quiero decepcionar a nadie. No quiero fallar.
— No fallas si descansas. No fallas si sueltas lo que no te pertenece. No fallas eligiendo salvarte a ti misma.
— Pero si me detengo... Si suelto... Si dejo ir este peso... ¿Quién soy entonces?
— Eres tú misma. Finalmente. Sin máscaras, sin roles impuestos. Vuelves a ser esa mujer libre, la que sabe bailar bajo la lluvia, la que no trata de agradar a todos, la que no necesita controlarlo todo para sentirse en paz.
— ¿Y si caigo?
— Te levantarás. Pero esta vez, serás más ligera. Porque solo llevarás contigo lo que realmente es tuyo.
— Tengo miedo de decepcionar. De perder a quienes no entienden.
— Entonces déjalos ir. Porque quien no acepta tu verdad nunca ha amado realmente quién eres.
— ¿Y si me pierdo a mí misma?
— Solo perdiéndote podrás encontrarte. De verdad. Entera. Salvaje. Libre.
— ¿Y si... si no lo logro?
— Yo estaré ahí. Soy la llama dentro de ti que se niega a apagarse. Soy la respiración que te hace levantarte. Soy esa voz que susurra: Eres mucho más fuerte de lo que crees.
— Entonces... dejo ir. Suelto el peso. Respiro.
— Por fin. Con amor y gratitud. Que seas libre.