18/11/2025
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EL INTESTINO PRODUCE MÁS DEL 90% DE LA SEROTONINA: POR ESO TU DIGESTIÓN AFECTA TU ESTADO DE ÁNIMO
El intestino no solo digiere alimentos: también es uno de los principales reguladores del estado emocional. Más del 90% de la serotonina, el neurotransmisor asociado a la felicidad, la calma y el bienestar, se produce en el tracto gastrointestinal, no en el cerebro. Esta producción masiva convierte al intestino en un verdadero centro emocional, capaz de influir en la motivación, la ansiedad, el humor y la claridad mental. Cuando la digestión se altera, el equilibrio químico que sostiene la estabilidad emocional también se ve comprometido.
La serotonina intestinal es producida por células especializadas llamadas células enteroendocrinas, que responden a los nutrientes, a las hormonas y, especialmente, a la microbiota intestinal. Esta comunidad de billones de bacterias tiene la capacidad de estimular o bloquear la producción de serotonina a través de metabolitos, ácidos grasos de cadena corta y señales químicas que viajan por el nervio vago, la autopista nerviosa que conecta el intestino con el cerebro. Cuando la microbiota está equilibrada, se promueve la liberación de serotonina, mejorando el estado de ánimo, la motivación y la capacidad de concentración.
Sin embargo, una microbiota alterada por dieta rica en ultraprocesados, estrés crónico, antibióticos, alcohol o falta de fibra genera inflamación intestinal y disminuye la producción de serotonina. Esto puede manifestarse como ansiedad, irritabilidad, falta de energía, insomnio o cambios en el apetito. El intestino inflama, la comunicación con el cerebro se vuelve caótica y las sensaciones emocionales se desregulan. Es por eso que muchas personas sienten cambios de humor cuando su digestión está alterada o cuando sufren gastritis, colitis o síndrome de intestino irritable.
La producción de serotonina también afecta el movimiento intestinal. Cuando el nivel es bajo, se alteran los ritmos digestivos, lo que provoca estreñimiento o diarrea, lo que a su vez agrava la disbiosis y cierra un ciclo negativo entre digestión y emoción. Por el contrario, cuando el intestino está sano, el sistema nervioso entérico funciona de forma equilibrada y envía señales de bienestar y calma al cerebro.
Cuidar esta conexión implica adoptar hábitos que favorezcan tanto la microbiota como la producción hormonal:
aumentar la fibra (frutas, verduras, granos integrales),
consumir alimentos fermentados (yogur, kéfir, chucrut),
reducir azúcares y ultraprocesados,
manejar el estrés,
dormir adecuadamente y
mantener actividad física regular.
En conclusión, la digestión no es un proceso mecánico… es un diálogo químico entre intestino y cerebro.
Lo que ocurre en el sistema digestivo se refleja directamente en el estado emocional.