
10/10/2019
Mi padre tuvo depresión por lo menos los últimos diez años de su vida. Convivimos con ella; él iba al psicólogo, yo le acompañaba a veces y pasamos por varias consultas hasta que encontró a quien cuadraba con él.
No hay que desesperar si no encuentras a tu media naranja hecha psicóloga en la primera consulta, a veces pasa. Es importante que te sientas a gusto, muchas veces sí será a la primera porque están ahí para ayudarte.
Hoy es el y tenemos que ser conscientes de que la salud mental también se cuida.
Mi padre perdió el interés por todo lo que le apasionaba. Yo no le veía llorar, pero seguro que lo hacía, como lo hacía yo a solas para que él no me viera. Los dos soltábamos nudos llorando, que era lo importante. No hay que guardarse ni las lágrimas ni los peditos, pero todo tiene su momento. 😉
Mi forma de ayudarle era estando a su lado, comprendiendo lo que le pasaba.
Unas veces lo conseguía más y otras menos, ya que esto no es un camino de rosas y todos tenemos espinas.
Creo que lo más importante es que esa persona sienta que estás a su lado pese a todo.
También es importante cuidar el lenguaje y la forma de ayudar.
No es lo mismo decir «estoy depre» si estás triste que tener depresión.
No es lo mismo sentirse ansiosa en algún momento que padecer ansiedad.
Todos hemos estado tristes y podemos creer que sabemos ayudar; pero cuando tu día a día se basa en pensamientos negativos, en sentir que te falta el aire, en pensar que no haces nada bien, en que lo que antes te gustaba ya ni te interesa y te sientes vacía y solo quieres llorar a lágrima viva, no estás solo triste o ansiosa, sino que necesitas ayuda.
Si alguien te cuenta que lo está pasando mal, no le quites importancia diciendo que a ti también te pasa o que ya se le pasará.
No le digas que cómo va a estar deprimida siendo tan mona y tan joven.
No le digas que está así porque quiere.
Dile que juntos podéis con todo.
Y si a ti que estás leyendo esto no te lo ha dicho nadie todavía, te lo digo yo: juntos podemos con todo.