
03/06/2024
¿Te ha descuadrado esta frase?
Una vez más, si usamos ejemplos de lo relativo a lo físico, se entiende con facilidad que uno no puede estar más fuerte si no hace trabajo de fuerza.
¿Qué pasa si en vez de hablar de fuerza hablamos de una respuesta emocional que queremos experimentar?
Cuando esté bien, quedaré con mis amigos…esto ya no nos chirría tanto.
Esta confusión surge por mensajes erróneos que recibimos con frecuencia:
1. Las emociones se conciben socialmente como algo desconocido, lleno de misterio o apenas estudiado.
2. Al no poder elegir cuándo queremos que aparezcan y cuándo no, percibimos una sensación de incontrolabilidad. Por ello, nos quedamos a expensas de lo que nos “dicte” la emoción. Es cierto que no podemos evitar empezar a experimentar determinadas emociones en un momento dado, pero podemos aprender a regularlas o a darles incluso un valor distinto (contracondicionamiento).
3. Se confunde la causa con la consecuencia.
Para comprender mejor por qué nos comportamos como lo hacemos, es interesante observar y entender de qué manera nos afecta aquello a lo que dedicamos tiempo, cómo me siento después de haber interactuado con según quién o según qué. Si hacemos esto, podríamos extraer reglas más ajustadas a nosotros mismos y no a lo que se “supone” que deberíamos sentir o hacer como sociedad.