22/10/2024
¡Que todos los seres sean felices!
COMENTARIO MEDITACIONES MARCO AURELIO 15
15.- «No pierdas más tiempo discutiendo sobre lo que debería ser un buen hombre. Ser uno». Y también el emperador nos indica: «Comenzar es la mitad del trabajo, comienza nuevamente con la mitad restante, y habrás terminado».
Los alumnos comienzan las fases de desarrollo personal y anímico que emprendemos desde un cierto interés, promueven las ganas de aprender, se encantan, aprecian en superficie un segmento del trabajo, diseñan ideas propias sobre el camino… pero muchos abandonan cuando no se cultivan adecuadamente y su amor propio les empuja a desdeñar, cuando el aprendizaje implica de forma inequívoca una labor que su Yo no termina por reconocer. De esta manera, aunque crean entender, desconocen el sentido real de la enseñanza. El tránsito que emprendemos en las siete fases de desarrollo requiere sin lugar a dudas DIGERIR. Mas el ser humano común está acostumbrado a ser un simple espectador de lo que ocurre, desde un quietismo mental que no ayuda a una verdadera aplicación y a una adecuada transformación. «Quietismo mental» significa que las ideas preconcebidas pesan, pesa el hábito inconsciente donde se declara el Yo y, de esta forma, la persona se afianza en la condición, sin estar dispuesta a abrirse a otras posibilidades.
La falta de permeabilidad mental hace que la mayoría de sujetos, al identificarse excesivamente con sus propios esquemas psicológicos, reaccionen de forma compulsiva ante lo distinto. No se termina por apreciar o evaluar la sugerencia, ya que sonará discordante simplemente porque provoca al Yo. La psique de la persona común está educada para acoger lo que se ha convertido en baluarte para su personaje y a rechazar de plano lo que lo pone en evidencia. Esto no sólo impregna el talante, la postura personal, sino que, en multitud de ocasiones, incorpora al campo vital una cierta vulnerabilidad. El campo emocional se perturba a través de la afectación. Cuanto más débil es la persona, más activará su amor propi
o, más se impresionará, más solivianto experimentará ante lo que su «Ego» no está dispuesto a tolerar o bien asumir.
Son muchos los alumnos que huyen cuando algún matiz de la enseñanza los fustiga. Mas son pocos los que pueden reconocer que esa conmoción, que sacude al amor propio y les inquieta, es precisamente el acicate preciso que requiere su identidad para avanzar en el camino. La humildad se hace imprescindible para llegar a hacer práctico el sentido de las conferencias que impartimos en nuestro Instituto.
La enseñanza es un rocío que ha de calar en el interior del alumno, imprescindible para no quedarse en la teoría y poder superar las pruebas fundamentales que nos propone la vida. Así pues, la mayoría no terminan por hacer vivo el conocimiento en su diario vivir y en sus campos energéticos. Como los estribos del Yo se hacen contundentes, el lenguaje del alma humana no se aprecia y la psique claudica a un trasiego racional repleto de clichés aprendidos que, como autómatas, se usan sin una debida conciencia.
La mayoría de personas buscan enseñanzas que entretienen, que mitigan sus huecos insatisfechos, mas no desarrollan una continuidad de propósitos que los lleve a liberar su alma de las condiciones que la empobrecen. Lo que en verdad encanta es el juego. El entretenimiento lúdico se hace efectivo para ese niño o adolescente que aún precisa liberar su campo emocional a través de una estimulación adecuada. Este tipo de encuentros donde se recrea el Yo suelen ser acogidos con regocijo, como, asimismo, aquéllos que proponen explayar las ideas y los propios argumentos. El «Ego», en multitud de ocasiones, necesita cautivarse mediante la expresión mecánica y el desahogo. Diríamos que cuanta más indefensión personal más urgencia expresiva. Esto que indico no es que nos parezca mal, ya que entiendo que tiene su sentido según el proceso personal que se recorra, pero he de advertir que podemos acercarnos a otro trabajo más profundo y, diría, espiritual.
Sucede que en cada una de las conferencias que impartimos se pretende un trabajo práctico a emprender en el camino. No sólo a través de la reflexión, de la debida investigación que nos lleva a comprender el sentido de nuestra propia realidad como individuos, sino gracias a una interiorización que va sucediendo paulatinamente.
No obstante, el compromiso que implica una verdadera muerte psicológica y una liberación del impulso instintivo, no se llega a valorar. Y lo que me parece significativo es comprobar que algunos alumnos rechazan nuestro cometido tachándolo de teórico, no porque en verdad lo sea, sino más bien porque la práctica que comporta requiere un esfuerzo suplementario que no logran entender. En cada conferencia se propone un inventario personal sobre lo expuesto y, asimismo, las conclusiones de observación consciente que atañen a su diario vivir. Al proponer detallar ese trabajo personal, la mayor parte de alumnos divaga, porque no han definido en su libreta de trabajo la adecuada asimilación de la enseñanza. Así pues, cuando pasa el tiempo y se pregunta sobre un concepto concreto de una conferencia anterior, o bien sobre un cometido que se supone actualizado, no se está al corriente. Sucede porque no se ha integrado ni profundizado sobre él.
Y yo me pregunto: ¿no nos señala esta ambigüedad, la inclinación a adoptar clichés aprendidos que mecánicamente repetimos, el estado difuso con el que la mayor parte de sujetos afrontan la vida? A la postre, se cansan, no incorporan la atención consciente ni la meditación a su diario vivir y terminan por apreciar la enseñanza como inerte. De esta manera, no distinguen las sutilezas del camino ni las octavas superiores que ha de estimular al propio entendimiento.
Un desarrollo en verdad efectivo requiere aprender a establecer el puente entre lo personal y aquello que atañe al alma. Una enseñanza que no conduce a los alumnos a trascender el gesto personal, los señuelos identificativos donde se recrea el personaje, se queda en la superficie. No consigue limpiar de forma adecuada el espejismo que somete la propia identidad. En consecuencia, cuando accedemos a fases más elevadas que requieren interiorización, abstracción mental y síntesis, ni se comprenden ni se valoran.
La experiencia del Ser se conquista mediante la abstracción mental y la contemplación. Mas para lograr esa inspiración, el desarrollo de la intuición que dilate la psique, se precisa un método preciso con el que desprendernos de los paradigmas que empañan la percepción. También nos dice Marco Aurelio: «El secreto de toda victoria radica en la organización de lo no evidente». Yo diría lo que es controvertible y se encuentra velado para la mente ordinaria.
En mi anterior tratado «La balanza dorada, estudio de las leyes que nos gobiernan», en relación a la Ley de la puerta luminosa o del salto, digo lo siguiente: «Las condiciones concretas a las que se ve sometida la estructura psíquica y emocional del sujeto requieren dos procesos de desarrollo: por un lado, el impulso de voluntad que es individual y que guardará relación con el nivel de conciencia que el individuo tenga; mas por el otro, el impulso que su Ser le proporciona mediante SALTOS cualitativos que las propias experiencias de la vida suscitan. Esto es como decir que el impulso del Ser interior requiere previamente que la persona coopere desde su libre albedrío con el plan evolutivo que se le propone, a través de los ensayos de vida en los cuales ha de ejercitar su voluntad de acción».
Nos acerca también el emperador otro bello axioma: «El eco de lo que hacemos ahora, resuena en la eternidad». El hacer consciente requiere implicación. Si te has comprometido de verdad con lo que, se supone, es primordial para tu vida, no dudarás en superar los escollos que implica. La mayoría de dificultades las patrocina el «Ego». El «Ego» entrena la actitud, pone en evidencia el eco de la voluntad, en ocasiones, errática e inconsciente. Me pregunto: ¿cómo vibra mi empeño, la tenacidad y consecuencia con la que recorro el camino?
(Fragmento del libro «Meditaciones desveladas» de Antonio Carranza)
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