31/03/2024
Comparto un texto de Sergio Fernández que enlaza con una peli que vimos estas vacaciones "Un hipster en la españa vaciada".
Hoy es un buen día para hablar de la valla de Chesterton.
¿Pero qué valla es esa?
Ahora te cuento…
Vivimos momentos en los que el infantilismo quiere echarlo todo abajo.
En los que el inmediatismo quiere cambiarlo todo.
El nihilismo dice que cualquier tiempo pasado fue peor.
El posmodernismo dice que cada tradición es un sinsentido y que cada uso y costumbre debería modificarse.
Lo más rápidamente posible.
Parece que todas las generaciones anteriores han estado confundidas hasta que tuvimos la suerte de que naciera la actual generación de reformistas.
Y, sin embargo, a mí me gusta la paradoja de la valla de Chesterton.
Lo que dice es esencialmente que antes de derribar una valla en el campo hay que comprender, en primer lugar, por qué se construyó.
…
Hay que resistir la tentación de derribar un sistema que está funcionando antes de comprender completamente las razones que llevaron a establecerlo.
Esto es lo que plantea Chesterton:
“Imaginemos, por ejemplo y para simplificar, dos paseantes que se encuentran una valla o una puerta en medio de un camino.
De ambos, el tipo más moderno de reformador [...] dice:
«No veo el uso que pueda tener esto, vamos a deshacernos de ella».
El tipo más inteligente de reformador hará bien en responder diciendo:
«Si no ves su uso, de ninguna manera te dejaré que lo deshagas. Vete de aquí y reflexiona. Luego, cuando vuelvas y me digas que ya has visto el uso que tiene, tal vez te permita que la destruyas”.
…
Cada decisión tiene consecuencia de primer grado (tiro la valla) y de segundo grado (eso puede hacer que se escape el ganado o que se abra un conflicto por un territorio…).
Pues bien, en cada cambio que hacemos hay consecuencias de primer y de segundo grado.
Y hay que pensar las dos.
Y como parece que pensar es agotador pues no lo hacemos.
Y claro, las consecuencias están a la vista… ¿las ves?