22/04/2025
En cada uno de nosotros habita una memoria silenciosa donde descansan los traumas generados en experiencias anteriores: ecos de sensibilidades ya vividas, resonancias de alegrías y dolores que trascienden el tiempo. Estas huellas, invisibles al ojo físico, se revelan en la manera en que nos conmovemos ante ciertos paisajes, en la afinidad inexplicable que sentimos al conocer a esa persona, en el temor irracional a lugares que jamás hemos pisado o en el rechazo que surge al ver a alguien por primera vez.
Las marcas del alma no se leen en la piel, sino en el susurro de las emociones. A veces, un gesto sencillo desata una cascada de recuerdos olvidados: un aroma aflora un suspiro antiguo, un color despierta la nostalgia de un amor perdido en otra existencia. Una situación concreta desata un volcán de ira o nos paraliza congelándonos. Son señales sutiles, casi imperceptibles, pero de una elocuencia capaz de guiarnos hacia las heridas de nuestra Alma.
Estas cicatrices del Alma nos limitan inevitablemente: configuran nuestro talón de Aquiles, la herida no sanada de Quirón. Habitan nuestro Inconsciente. Nos imponen límites pero abren senderos de sanación; al reconocerlas en las limpiezas energéticas que os hago, tomamos acción y abrazamos la totalidad de nuestra historia.
Sabiendo que están ahí cuando os limpio y evitando que nos condicionen, podéis decidir que las sanemos juntas en Regresión.
Tener la valentía de hacer consciente lo inconsciente y trabajar en ti, es como puedes transformar esas huellas en lecciones de luz y sanar los daños del Alma, permitiendo que cada marca se convierta en un faro que ilumine el camino hacia tu plenitud.
Gracias, mis queridísimas Almas Meigas, por dejar que os acaricie alma y la ayude a sanar.
Besiños,
Lola