26/09/2025
En consulta escucho muy a men**o algo que probablemente también te resulte familiar: “me exijo demasiado, nunca es suficiente”, “siempre pienso que debería hacerlo mejor”.
La autocrítica y la autoexigencia aparecen como un intento de superación, pero cuando son excesivas, nos dejan atrapados en la insatisfacción, la ansiedad y la sensación constante de no estar a la altura.
Lo curioso es que muchas veces nos tratamos con una dureza que nunca usaríamos con alguien a quien queremos. Y ahí está la clave: aprender a mirarnos con compasión.
Esto no significa conformarnos, sino acompañarnos con amabilidad mientras avanzamos. Reconocer el esfuerzo y no solo el resultado, hablarnos como lo haríamos con un buen amigo, y aceptar que no siempre podemos con todo.
La autocompasión no resta exigencia, lo que hace es transformar la forma en la que nos sostenemos en el camino.