20/01/2025
Ser ganadero es una historia de amor eterno, tejida con hilos de sacrificio, esperanza y devoción. Es vivir cada día con el alma expuesta, entregándola por completo a esos majestuosos compañeros que dan sentido a nuestra vida: los caballos. Es aceptar que el camino estará sembrado de lágrimas y desafíos, que habrá noches en vela por un cólico que nos desgarra, días de desconsuelo por lesiones que rompen sueños, y momentos de lucha constante frente a la incertidumbre de precios que suben y recursos que se agotan.
Sin embargo, en ese sacrificio hay una poesía que solo los que aman de verdad entienden. Porque criar es un acto de fe, de soñar con la perfección y entregarse por entero a alcanzarla. Es invertir no solo en entrenamiento, sino en un legado; no solo en esfuerzos, sino en sueños. Es criar y criar, con la mirada puesta en un horizonte que a veces parece inalcanzable, pero que nunca deja de ser nuestra guía.
Y luego, llega la recompensa. Esa recompensa que no se mide en trofeos ni en cifras, sino en momentos que nos roban el aliento: el potrillo que corre por primera vez, el brillo de un semental que sabe que es especial, la mirada de un caballo que confía plenamente en tus manos. Es el amor inmenso y profundo hacia el caballo español, ese ser que encarna la nobleza, la fuerza y la belleza de siglos de historia.
Ser ganadero es un romance sin final. Es vivir entre espinas para disfrutar de las rosas más bellas. Es llorar por los disgustos y renacer con cada victoria, grande o pequeña. Es amar sin reservas, porque en cada paso, en cada mirada, el caballo nos recuerda por qué vale la pena todo sacrificio. Es el amor puro, incondicional, el que da sentido a nuestra vida y llena nuestro corazón.
̃ol
̃ola