26/05/2025
Te afecta, no puedes hacer como que no pasa nada, te sientes revuelta, te duele, … pero ves que ella sigue como si nada, mantiene el semblante, sonríe, parece que no se desconcentra de su trabajo, llega igualmente a “todo”… y te comparas, y te sientes frágil, porque tú te ves albergada por sensaciones desagradables y con tu rutina afectada, pero ella parece que no.
Déjame decirte, que la fachada no es el interior, que ahí donde habita un ser humano hay emociones otra cosa es en qué medida se permiten sentir, mostrar y expresar.
Déjame decirte que dejar ser a nuestras emociones con responsabilidad en su sostén, requiere de un valor inmenso, requiere de conectar con la propia vulnerabilidad, tolerar la incomodidad y disponer de una amabilidad con nosotros, difícil de conciliar con las exigencias de este mundo apresurado y desconectado.
Déjame decirte, que dejarte sentir con todo, es un signo de conexión a la vida, pues dejar transpirar la emoción requiere de no impermeabilizar tu ser, requiere de no mostrar una apariencia de robustez construida sobre una idea desajustada de ser fuerte.
Déjame decirte que, ahí donde hay impasibilidad suele haber desconexión, que ahí donde ves linealidad hay disfraz, pues mantener los poros limpios para que la emoción te traspase requiere de autenticidad y valentía.
Así que, cuando te compares y te sientas frágil por creer que a ti te afecta todo más que a los demás, recuerda que sentir es prueba de conexión y autenticidad, y que el problema no está en lo que sientes, si no en la cantidad de disfraces y parapetos que se colocan a las emociones para protegernos y seguir por la vida al son de la inercia.
Entonces, ¿qué prefieres: mantenerte conectada a lo que sientes por incómodo que sea a veces pero avanzar libre; o anestesiar, negar o racionalizar tus emociones para no sentir tu vulnerabilidad a costa de que luego lo reprimido desborde de forma disfuncional? Yo lo tengo claro.
Con ❤️
María