
04/10/2025
Durante años, muchos hemos asociado un “buen entrenamiento” con acabar reventados, sudar como nunca o tener agujetas durante días.
Creíamos que eso significaba progreso.
Pero con el tiempo entiendes que más no siempre es mejor.
La clave no está en cuánto te esfuerzas, sino en cómo aplicas ese esfuerzo.
Porque entrenar bien no es castigar al cuerpo, sino entenderlo.
Es ajustar la dosis exacta de estímulo, nutrirte según lo que tu cuerpo necesita y respetar el descanso como parte del entrenamiento.
Esa es la diferencia entre entrenar por impulso y entrenar con inteligencia.
Y cuando das ese paso, todo cambia: los resultados llegan, el cuerpo responde y la mente lo agradece.
Menos obsesión con el sudor.
Más conciencia en el proceso.