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El matrimonio homosexual en Estados Unidos, cuyo derecho fue ampliado hace 10 años en todo el país, puede tener los días...
14/08/2025

El matrimonio homosexual en Estados Unidos, cuyo derecho fue ampliado hace 10 años en todo el país, puede tener los días contados si el Tribunal Supremo da la razón a una funcionaria que en su día se negó por motivos religiosos a expedir la licencia para contraer matrimonio a una pareja gay, y que fue condenada a una considerable multa por ello, además de seis días de cárcel por desacato. El caso de Kim Davis, que en 2015 era secretaria del condado de Rowan (Kentucky), tuvo algunos continuadores, como el pastelero que en 2017 se negó a elaborar la tarta nupcial para el enlace de dos hombres, aduciendo también creencias religiosas, y a quien el Supremo dio la razón un año después, durante el primer mandato del republicano Donald Trump.

Así que la apelación de Davis, que llegará al Supremo en otoño para revertir la sentencia que le impuso el pago de una multa de 100.000 dólares (85.000 euros) por daños emocionales a la pareja, más 260.000 en concepto de honorarios legales, trasciende el caso individual y amenaza con propinar un revés para la comunidad LGTBIQ+ en plena ofensiva ultraconservadora. En un auto presentado el mes pasado para pedir la revisión de decisiones de instancias inferiores —todas contrarias a esta mujer— Davis, que es republicana, argumenta que la protección de la Primera Enmienda para el libre ejercicio de la religión la exime de responsabilidad personal por haber rechazado tramitar el papeleo del matrimonio igualitario. Pero su recurso va mucho más allá.

El Supremo, de supermayoría conservadora —seis de sus miembros, frente a tres liberales—, está dando la razón a la Administración de Trump en numerosos recursos de urgencia a decisiones de tribunales inferiores, por eso lo que decida en el caso Davis será determinante para el futuro del matrimonio igualitario. Porque, en esencia, el recurso de la exsecretaria del condado afirma que la decisión del Tribunal Supremo en el caso Obergefell contra Hodges —que amplió el derecho al matrimonio de las parejas del mismo s**o en virtud de la 14ª Enmienda— fue “flagrantemente errónea”.

“Este error debe corregirse”, ha escrito el abogado de Davis, Mathew Staver, en el recurso, calificando la opinión mayoritaria del caso Obergefell de “ficción jurídica”. En junio de 2015, el Supremo estableció, por un reñido margen de votos (5-4), que las parejas del mismo s**o tienen el derecho fundamental a casarse y que los Estados deben reconocer los matrimonios entre personas del mismo s**o celebrados en otras jurisdicciones. Es más, que el derecho al matrimonio es una libertad fundamental, inherente a la autonomía individual y protegida por la Decimocuarta Enmienda, según el fallo leído por el juez Anthony Kennedy.

Así que la actuación de Davis, que, como secretaria del condado de Rowan era la única autoridad encargada de expedir licencias matrimoniales en nombre del Gobierno, es más que un recurso: es una enmienda a la totalidad. De hecho, su petición es la primera en una década que solicita formalmente al tribunal que revoque la histórica decisión sobre el matrimonio. Davis tiene legitimidad para hacerlo, según su abogado, porque “si alguna vez ha habido un caso de importancia excepcional, el de la primera persona encarcelada por seguir sus convicciones religiosas con respecto a la definición histórica de matrimonio, es el suyo”, ha dicho Staver.

Durante una década los tribunales inferiores han desestimado las reclamaciones de Davis y la mayoría de los expertos jurídicos consideran que su intento tiene pocas posibilidades de éxito. Un tribunal federal de apelación concluyó a principios de este año que la antigua secretaria “no puede invocar la Primera Enmienda como defensa porque se la considera responsable de una acción estatal [la expedición de licencias], algo que la Primera Enmienda no protege”.

Ofensiva conservadora

Pero la apelación se produce en un momento en el que los detractores del matrimonio homosexual arrecian en su campaña para revertir el precedente de Obergefell y trasladar la legislación a cada Estado, aunque el Congreso aprobó por amplia mayoría en diciembre de 2022 una ley para blindarlo. Hace 10 años, cuando se dictó la histórica sentencia, 35 Estados tenían prohibiciones legales o constitucionales sobre los matrimonios entre personas del mismo s**o. Solo ocho habían promulgado leyes que permitían explícitamente esas uniones. Diez años después, al menos nueve Estados han presentado proyectos de ley destinados a bloquear las nuevas licencias de matrimonio para las personas LGTBQ+ o han aprobado resoluciones instando al Tribunal Supremo a derogar el caso Obergefell lo antes posible, según el grupo de defensa Lambda Legal, de ahí que la apelación de Davis pueda catalizar la ofensiva conservadora contra millones de estadounidenses.

Algo parecido a lo que sucedió con otra sentencia histórica, la del caso Roe vs Wade, que consagró constitucionalmente el derecho al ab**to en 1973 y que fue derogado en 2022 por un Supremo hecho a imagen y semejanza de Trump. Como en el caso del ab**to, en el que el republicano se pone de perfil para no contrariar a su base electoral —y en especial a los cristianos evangélicos— defendiendo que legislen los Estados, y no el Gobierno federal, la derogación de Obergefell podría dar la puntilla a un derecho peleado durante décadas. Hace un mes, la Convención Bautista del Sur, la mayor denominación cristiana del país, votó por abrumadora mayoría a favor de “la derogación de las leyes y sentencias judiciales, incluida la de Obergefell contra Hodges, que desafían el diseño de Dios para el matrimonio y la familia”.

Aunque una amplia mayoría de estadounidenses está a favor de la igualdad de derechos en el matrimonio, el apoyo parece haberse debilitado en los últimos años, según el instituto Gallup: el 60% de los estadounidenses apoyaba los matrimonios entre personas del mismo s**o en 2015, porcentaje que aumentó hasta el 70% en 2025, pero que se ha estancado desde 2020.

Por cierto, la pareja a la que Davis negó la licencia acabó casándose, después de que el personal de su oficina expidiera las licencias por delegación, pero eliminando su nombre del formulario. Para evitar casos similares, el Estado de Kentucky promulgó una ley para eliminar los nombres de todos los secretarios del condado de las licencias matrimoniales.

El recurso de una exfuncionaria que impidió un enlace gay por razones religiosas pide que se derogue la ley, vigente desde 2015

20/07/2025
17/07/2025

Está el horno para bollos · Episode

Desde 2018, World Athletics impone a los atletas afectados por hiperandrogenismo o DSD (intersexuales, con diferencia de...
10/07/2025

Desde 2018, World Athletics impone a los atletas afectados por hiperandrogenismo o DSD (intersexuales, con diferencia de desarrollo sexual, porque su organismo produce más testosterona de la considerada por la ciencia como normal para el género femenino) rebajar con estrógenos su nivel de testosterona si quieren participar en pruebas internacionales entre los 400 y los 1.500m. La normativa, que fue creada ad hoc contra Semenya, fue validada un año más tarde por el tribunal de arbitraje privado, el TAS, con sede en Suiza y financiado por el Comité Olímpico Internacional (COI), y avalada finalmente por el Tribunal Federal Supremo suizo un año más tarde en aras de la “equidad de las competiciones”. Semenya logró una primera victoria en Estrasburgo cuando el TEDH, en 2023, decretó que la triple campeona mundial sufrió discriminación por parte de la federación, así como un atentado a su vida privada, y concluyó que Semenya “no ha gozado de suficientes garantías institucionales y procesales en Suiza para permitirle que sus demandas fueran examinadas de forma efectiva”.

El Tribunal de Derechos Humanos avala a la deportista que fue obligada a hormonarse para correr, pero rechaza que se violara su derecho a la vida privada y que fuera discriminada

"Hacer un networking de mujeres o un encuentro entre mujeres y niñas en Estados Unidos se ha convertido en un acto casi ...
20/05/2025

"Hacer un networking de mujeres o un encuentro entre mujeres y niñas en Estados Unidos se ha convertido en un acto casi revolucionario. Las empresas con agenda de igualdad se arriesgan a perder contratos. Y algunas están recibiendo cartas oficiales, al más puro estilo maccarthiano, pidiéndoles que confirmen que no tienen políticas de diversidad de género. Si echan un vistazo a las páginas web de las firmas españolas en EE.UU., se darán cuenta inmediatamente de las que están resistiendo y las que ya han hincado la rodilla ante la Santa Inquisición trumpiana (curiosamente sin que la prensa española se haya hecho eco).

El movimiento antidiversidad no es solo una reacción social pendular al exageradísimo wokismo de los últimos años, sino que está dirigido políticamente. Cristalizó en el 2021 cuando el senador Josh Hawley dedicó todo su discurso de la convención republicana a “recuperar la masculinidad” y defender que hay que educar a los niños (no las niñas) en la competitividad, la fuerza, ho­nestidad y valentía, como si esos valores fuesen solo de hombres. Desde entonces todo ha ido a más y el capitán de la antidiversidad mora ahora en la Casa Blanca: Stephen Miller, el subdirector del Gabinete de Trump. Comparado con este auténtico obseso de la antidiversidad, Steve Bannon era un bendito.

A la antidiversidad le sobran altavoces y medios, porque se le han unido varios tech bros (por convicción o torpeza) y, sobre todo, una gran parte del mundo del venture capital tecnológico (que son los que dirigen a Trump en la sombra). Son hombres que, a pesar de operar en un área absolutamente dominada por hombres y tener todo el poder y dinero del mundo, van de víctimas. Disfrazan la antidiversidad de lucha por la meritocracia y tienen una fijación con eliminar las políticas de diversidad de las universidades. Pura hipocresía, porque todo el mundo sabe que ellos sueltan cantidades inimaginables de dinero a las mejores universidades americanas, asegurando que sus propios familiares tengan acceso a ellas. Meritocracia te doy que para mí no tengo.

En el sector progresista hay ahora un movimiento que reivindica que son los chicos (especialmente los jóvenes varones blancos de clase obrera) y no las chicas los que están “en crisis”. Lo lidera Richard Reeves, del Instituto de Hombres y Niños, que ha recibido la friolera de 26 millones de dólares de Melinda Gates. Argumentan que los chicos van por detrás de las chicas en educación y –en el estrato social más bajo– también en empleo. No les falta razón en apuntar que esos chicos necesitan ayuda, porque los trabajos simples de manufactura que solían hacer están desapareciendo. Y más que van a desaparecer con la robotización y tecnología (capitalizada, irónicamente, por los tech bros). Pero desa­fortunadamente, este bienintencionado movimiento está dando alas a los antidiversidad, porque les permite decir que hasta los progresistas reconocen que los discriminados son los hombres blancos y no las mujeres.

En España no tenemos tech bros ni venture capital trumpistas, pero ya se ha puesto de moda que los chicos se quejen del hembrismo (es decir, de que se les consiente más a las chicas que a los chicos). Y muchos jóvenes varones, que se están moviendo políticamente hacia la extrema derecha, se sienten víctimas. Bien es cierto que entre ellos hay de todo: desde muchos niños bien de mocasines y polos Lacoste –que lo que tienen que hacer es dejar de quejarse y ponerse a currar– hasta muchos jóvenes sin medios de barrios periféricos y el mundo rural para los que el futuro se avista difícil, sin que los políticos les den solución alguna.

Como en España casi siempre vamos dos capítulos por detrás en tendencias globales, todavía tenemos a la gente empeñada en la lucha cultural contra el wokismo. Y eso a pesar de que aquí ha sido una tendencia impostada, porque los wokes en España son cuatro gatos (aunque a uno de esos gatos la hicieron ministra). Pero haríamos bien en darnos cuenta de que el wokismo es ya cosa del pasado. Y de que lo que se nos viene ahora encima –de forma real o impostada– es la antidiversidad, que ya está haciendo estragos en Estados Unidos."

Hacer un networking de mujeres o un encuentro entre mujeres y niñas en Estados Unidos se ha convertido en un acto casi revolucionario. Las empresas con agenda de

Lucy Cooke (Hastings, 54 años) desafía a todo aquel que siga convencido de que, en el mundo animal, los machos son la pa...
02/02/2025

Lucy Cooke (Hastings, 54 años) desafía a todo aquel que siga convencido de que, en el mundo animal, los machos son la parte promiscua, agresiva, dominante y grande y anima a vérselas con las leonas, que tienen relaciones sexuales con todos los leones de la manada para proteger a sus cachorros; o con las suricatas, que asesinan a sus competidoras y sus crías; o con el pez anémona o pez payaso —sí, el de Buscando a Nemo—, que cambia de inmediato su s**o cuando muere la hembra dominante, y enseguida pasa a tener relaciones con el hijo. O con las hembras de los bonobos, que mantienen relaciones lésbicas y construyen una complicidad indestructible. O con las orcas posmenopáusicas, cuya sabiduría las convierte en líderes de la manada…

Cooke, que estudió Zoología en Cambridge bajo la tutela del reconocido divulgador Richard Dawkins es, así mismo, una firma presente en los medios británicos, además de una premiada documentalista. En su tercer ensayo, Hembras (Ed. Anagrama), desbarata la concepción victoriana del mundo animal, que ha condicionado durante décadas la visión de los científicos, y firma un canto desacomplejado a favor de la diversidad. En una taberna del barrio londinense de Peckham Rye disfruta de unas anchoas del Cantábrico y una copa de tinto español de garnacha, defiende apasionadamente la plasticidad sexual de la naturaleza, provoca a su interlocutor al cuestionar su capacidad de producir es***ma y defiende la necesidad de aplicar un barniz radical de feminismo a la visión darwinista del mundo.

Pregunta. No tiene problema en manifestar su admiración por Darwin, pero a la vez señala su gran problema: observar el mundo desde una mirilla victoriana.

Respuesta. Darwin era un científico increíblemente meticuloso. Tardó siete años en publicar El origen de las especies porque pensó que primero necesitaba convertirse en un experto en percebes. Era muy metódico. Por eso resulta tan sorprendente que estuviera tan equivocado respecto a las hembras de las especies. Y la razón reside en la opinión cultural de la época, según la cual la hembra debía ser pasiva, coqueta y sumisa. Así es como las veía él.

P. Pero usted tampoco tiene problema en admitir su sesgo feminista.

R. Todos debemos reconocer que, por mucho que queramos que la ciencia sea objetiva, los científicos son seres humanos. Todos tenemos un sesgo. Pero si lo admites abiertamente, si eres humilde al respecto y reconoces que no eres inmune a ese sesgo cultural, es un primer paso hacia el progreso.

P. Orcas posmenopáusicas que lideran a la manada, leonas promiscuas o hembras de chimpancés pigmeos, los bonobos, que disfrutan del s**o lésbico y dominan a los hombres. ¿Qué conclusión ha sacado?

R. Creo que lo más importante que ilustra mi libro es la diversidad. Cuando contemplas todas las opciones que existen en la sexualidad, en la identidad de género, en el s**o, en los papeles sexuales que existen en el reino animal, entiendes la razón de esa diversidad. Y por eso cuando ves esa misma diversidad en nuestra especie, comprendes que es algo normal. Es precisamente el motor que hace avanzar la evolución. Si no tuviéramos esa diversidad, no cambiaríamos, no evolucionaríamos.

P. Es un planteamiento muy oportuno ante la llegada de un Donald Trump que ha declarado la guerra a las identidades de género y las ha reducido a dos.

R. La presión cultural quiere que el género sea binario. Porque así ha sido siempre en la cultura occidental. En Polinesia, por ejemplo, hay siete géneros. La declaración de Donald Trump, en su discurso inau­gural, me parece un retroceso escandaloso. No es verdad. La expresión del género es algo terriblemente complejo, y lo sabemos.

P. Queremos orden en el caos de la naturaleza. Lo binario nos reconforta.

R. Una de las grandes revelaciones que tuve al trabajar en este libro fue la plasticidad del s**o. Para nosotros, los humanos, parece algo fijo. En el caso de los varones, producen es***ma y ahí acaba todo. Pero en otras criaturas, el s**o es enormemente flexible. Y tiene sentido para muchas especies desde un punto de vista evolutivo.

P. Como el pez payaso, que se transforma de varón a hembra. O el topo común…

R. El topo común o topo de jardín tiene lo que se llama ovotestis [una gónada con aspecto testicular y ovárico]. Sus ovarios tienen en parte tejido testicular. Durante la temporada de reproducción, sus ovarios producen óvulos. Y por eso es hembra. Pero fuera de esa temporada, parte de su gónada se encoge, y los tejidos testiculares se hinchan. Produce un montón de testosterona, y puede excavar muy profundo para proteger su despensa de gusanos e intrusos saqueadores

P. ¿Todo debe cuestionarse? ¿O abusa de las excepciones para cuestionar la regla?

R. La teoría de la selección sexual de Darwin es brillante, y puede aplicarse a muchas especies. Pero está incompleta. Lo apasionante del periodo que vivimos es que nos obliga a abrir nuestras mentes y contemplar el mundo de un modo diferente. Pone en duda definiciones antiguas sobre el poder.

P. Por ejemplo…

R. Piensa en el tamaño. La idea de que los machos son siempre de mayor tamaño que las hembras, especialmente en los mamíferos, ya no es tan definitiva. Un estudio reciente señala que solo ocurre en el 45% de los mamíferos. La mayoría de las especies son monomórficos. Macho y hembra miden lo mismo. Y en un 15% de los casos, las hembras tienen mayor tamaño.

P. O la homosexualidad, para buscar placer y construir vínculos.

R. Desde el prisma victoriano, la idea de la homosexualidad en el mundo animal no tenía ningún sentido. Era un despilfarro de energía. Pero el s**o es también un vehículo maravilloso para crear vínculos muy poderosos. Genera mucha oxitocina, la hormona que crea lazos. No solo con miembros del s**o opuesto. Los monos capuchinos machos tienen un montón de s**o entre ellos. Como entre las hembras de los bonobos. Forjan una relación entre ellas que las ayuda a dominar a los machos. Es evidente que el s**o es algo más que pura reproducción.

P. ¿Qué reacciones han provocado sus descubrimientos?

R. Me he encontrado a padres con niños trans, o a personas trans, que han venido a mis conferencias y me han dado las gracias por escribir el libro. No perseguía ninguna agenda política. De hecho, soy una mujer heterosexual. Pero tengo la mente muy abierta y un montón de amigos con sexualidades y géneros diferentes. Si he sido capaz de aportar algo de conocimiento científico respecto a la gloriosa importancia que la diversidad tiene para nuestra propia evolución, con eso me considero feliz.

La divulgadora británica publica un ensayo que desbarata la visión victoriana de las hembras. Dice que todos tenemos un sesgo y que asumirlo es un paso hacia el progreso

El as*****to de Kesaria Abramidze fue un mazazo para la comunidad LGTBIQ+ de Georgia. El pasado 18 de septiembre, la mod...
07/01/2025

El as*****to de Kesaria Abramidze fue un mazazo para la comunidad LGTBIQ+ de Georgia. El pasado 18 de septiembre, la modelo y presentadora transexual fue apuñalada repetidas veces. Los vecinos hallaron su cuerpo sin vida en medio de un charco de sangre. El autor confeso, detenido y que se enfrenta hasta a 20 años de cárcel, era su expareja, un joven de 26 años con el que —según había escrito la víctima en redes sociales unos meses antes— mantenía una “relación tóxica”. Si ella, una de las personalidades más famosas del país caucásico, no había podido evitar este fatídico final y —según escriben algunos medios locales— las fuerzas de seguridad no habían prestado atención a sus denuncias, ¿cómo van a sobrevivir los restantes miembros de la comunidad al creciente ambiente de odio que se abate sobre Georgia?, se preguntan activistas y gais, lesbianas, transexuales y el resto de la comunidad del país caucásico.

Solo 24 horas antes del brutal crimen, el Parlamento georgiano había aprobado la “Ley de Valores Familiares y Protección de los Menores”, un texto draconiano que prohíbe toda manifestación pública de lo que pueda ser considerado “propaganda” LGTBIQ+. “Las políticas de odio tienen graves consecuencias: opresión, marginalización y violencia contra el colectivo. El as*****to de Kesaria Abramidze no se puede entender sin el pesado contexto que lo rodea”, denunció el Centro para la Justicia Social de Tbilisi.

Pese a que la sociedad georgiana es mayoritariamente conservadora, la legislación liberal aprobada durante las últimas dos décadas había hecho florecer a la sociedad civil; decenas de grupos de derechos o implicados en diferentes cuestiones sociales habían surgido y echado raíces. Tbilisi se convirtió así en la capital libre de la región: un punto de reunión para los pacifistas de Armenia y Azerbaiyán; una residencia para los exiliados de las autocracias vecinas; un espacio seguro para lesbianas, gais, bisexuales y transexuales.

“Aunque era lento, había progreso. Organizábamos festivales, conferencias. Las políticas estatales fueron actualizadas y se añadieron menciones a la diversidad sexual. Trabajábamos en la formación de policías”, rememora Mariami Kvaratskhelia, cofundadora de Tbilisi Pride y líder del grupo activista Q***r Initiative: “Personas LGTBIQ+ de Irán, Líbano, Armenia, Azerbaiyán, Chechenia... venían a vivir aquí porque se sentían más libres, más seguras”. Ya no. Cientos han huido de Georgia en los últimos años y más van a hacerlo si se confirma en el poder el actual Gobierno del partido Sueño Georgiano tras las elecciones del pasado octubre, que la oposición se niega a reconocer porque las considera fraudulentas.

La formación dirigida por el oligarca Bidzina Ivanishvili ha emprendido un giro ultraconservador copiado a Rusia y Hungría que ha puesto en la diana a las personas que se alejan de lo heteronormativo. “En 2021, los políticos y dirigentes ligeramente más progresistas abandonaron Sueño Georgiano y vimos un cambio hacia postulados y políticas derechistas. Y, a partir de 2023, se hicieron realmente radicales”, explica Kvaratskhelia. Hay diversas razones para este cambio, según a quien se pregunte: el acercamiento del Gobierno a la Rusia de Vladímir Putin, congeniarse con la influyente iglesia georgiana o -según la activista- cambiar el foco del debate hacia nuevas narrativas que le permitan mantenerse en el poder. La cuestión es que se empezó a hablar, día y noche, de la necesidad de proteger a las familias y niños de la “nociva propaganda LGTBI”. “Se retiraron las menciones a esta comunidad de todos los documentos de políticas públicas, se prohibieron nuestros actos y la policía dejó de protegernos”, afirma Kvaratskhelia.

Ese año 2021, Tbilisi Pride y otras organizaciones convocaron una marcha del Orgullo en la céntrica Avenida Rustaveli. Pero fueron atacados por los militantes de Alt-Info, un canal de extrema derecha devenido formación política y al que se acusa de estar financiado por Rusia. Anna Tavadze, activista q***r y miembro del movimiento Shame -otro de los organizadores- estaba allí: “Fue horrible, brutal. Empezaron a agredir a los periodistas, más de 30 resultaron heridos. Perseguían a los activistas de un lado a otro, y se marcharon a atacar las oficinas de Shame y de Tbilisi Pride. La policía no hizo nada por detenerlos”. El entonces primer ministro, Irakli Garibashvili, dijo que aquello era “inaceptable para la mayor parte de la sociedad” (la marcha del Orgullo, no el ataque). Así que al año siguiente el Orgullo se celebró en un recinto apartado del centro, bajo fuertes medidas de seguridad.

En 2023, intentaron replicar el festival de 2022, incluso invitando a diplomáticos extranjeros como medida de seguridad: pero los matones de Alt-Info volvieron a aparecer, destrozando los escenarios y prendiendo fuego al material. “Los policías dejaron a la contramanifestación acercarse tanto que de repente empezaron a lanzarnos botellas y piedras y me dije, si no escapo me matan. La policía empezó a gritar que evacuásemos, así que nos dimos cuenta de que era un plan para permitir a Alt-Info atacar el festival”, sostiene Tavadze: “Ninguno de los implicados han sido juzgados, lo cual lanza el mensaje de que si agredes a la gente q***r no recibirás ningún castigo”.

Este año, los domicilios de numerosos activistas han sido atacados, entre ellos el de Kvaratskhelia. Un día de mayo, la puerta y todas las plantas de su edificio aparecieron cubiertos de carteles con su cara y su nombre, señalándola como “Activista LGTBI” y “Agente extranjera vendida”. “Además, mi novia y yo hemos sufrido campañas de acoso online y a mi padre, que está enfermo de cáncer, le han llamado varias veces para intimidarle y exigirle que deje mis actividades”, relata.

Temor y exilio

En 2023, el partido Sueño Georgiano fue invitado a la CPAC (la conferencia anual que organizan movimientos ultraconservadores estadounidenses) celebrada en Budapest, donde se presentó como parte del movimiento “anti-ideología de género”, lo que motivó la expulsión de la formación georgiana del Partido de los Socialistas Europeos. De allí, los políticos georgianos volvieron cargados de argumentarios y sus discursos se hicieron cada vez más bizarros: en la campaña de las últimas elecciones, Ivanishvili llegó a decir que, en Occidente, se obliga a los menores a participar en orgías durante las marchas del Orgullo y que “se quiere equiparar la leche del hombre y de la mujer”.

El diputado oficialista Nikoloz Samkharadze arguye que su nueva ley de “valores familiares” no va contra las personas LGTBIQ+, sino que intenta “proteger a menores de edad” y evitar que “cuestiones de género” se enseñen en las escuelas, algo que no ocurría en Georgia. La realidad es que la nueva legislación, que entró en vigor en diciembre, prohíbe cualquier acto público que pueda ser considerado “propaganda” a favor de este colectivo, así como cualquier manifestación artística o mediática que pueda dar una imagen “positiva” sobre la homosexualidad. Y decreta fiesta nacional el 17 de mayo, que internacionalmente es el “Día contra la homofobia, bifobia y transfobia”, pero que en Georgia se celebrará como el “Día de la santidad de la familia y del respeto a los padres”.

Más grave aún, la ley prohíbe cualquier intervención de cambio de s**o, incluidos los tratamientos hormonales, bajo p***s de prisión para los médicos. La oficina del Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos ha pedido la retirada de la ley, puesto que atenta contra los derechos “a la igualdad, la no discriminación, la educación, la salud, la libertad de expresión, la libre asociación y reunión, la privacidad, la libertad y la seguridad”.

Además, subraya Tavadze, esta ley se une a la de agentes extranjeros aprobada en primavera, que persigue a las asociaciones que reciben donaciones del exterior, lo que pondrá en peligro a organizaciones que ofrecen servicios esenciales: “Para nuestra comunidad, las ONG han sido la única fuente de servicios sanitarios, apoyo psicosocial y denuncia y documentación de crímenes de odio”. Para la activista, lo que busca la legislación es convertir de nuevo a las personas homosexuales en “invisibles”, enviarlas de nuevo al “underground”.

“Todo el mundo tiene miedo y por eso se están yendo. Incluso activistas, gente que trabajaba en asociaciones. Se marchan a Bélgica, Alemania, Holanda, Estados Unidos... lo sé porque cada día recibo sus mensajes”, lamenta Kvaratskhelia: “Pero también hay otras que nos quedamos y seguiremos luchando”.

El giro ultraconservador del partido gobernante en Tbilisi, similar al emprendido en Rusia y Hungría, aumenta la presión sobre la comunidad LGTBIQ+ del país, que sufre ataques, violencia y represión

Esta es la primera entrevista que Sara Torres hace sobre su segunda novela, La seducción (Reservoir Books) y el discurso...
23/12/2024

Esta es la primera entrevista que Sara Torres hace sobre su segunda novela, La seducción (Reservoir Books) y el discurso aún está fresco, huele a nuevo. Ella dice que piensa mientras habla, que aún no le ha dado tiempo a reflexionar, pero nada en su relato luce improvisado, sus palabras parecen venir de una larga maduración en uno de los idílicos espacios que le son propios: masías soleadas, hoteles solitarios, bibliotecas con molduras en el techo y grandes ventanales. No estoy en posición de confirmar si los lugares en los que se mueve Sara Torres son su ecosistema natural o solo una escenografía diseñada para dar un bello espectáculo a las lesbianas que la observamos, leemos y escuchamos con fascinación. La escritora es un vector que orienta, desde varios frentes, a su comunidad. Lo hace con responsabilidad desde la academia —se doctoró en la Universidad Queen Mary de Londres con la tesis El texto lesbiano: Fantasía, fetiche y devenires q***r—, también desde el disfrute literario —cultiva una literatura del yo que explora las zonas liminales entre amantes y amigas, el roce entre la monogamia serial y todas las demás formas de vincularse, el cuerpo como un interlocutor cambiante—. Y desde hace poco hasta se ha convertido en asesora directa de nuestros problemas, respondiendo dudas como una Elena Francis moderna, buena y q***r en el consultorio que tiene en elDiario.es

Su primera novela, Lo que hay (Reservoir Books, 2022), un debut que va por su octava edición, es la historia del duelo de una hija que simultáneamente se ve arrollada por el deseo. Ha publicado el poemario ilustrado por Marta Velasco Deseo de perro (Letraversal). La palabra “deseo” está en el centro de sus obsesiones porque se escapa entre los dedos, porque es la zona gris previa a la conclusión, no encerrada todavía en categorías estancas. En La seducción hay mucho s**o, pero casi todo es imaginado.

¿Dónde estaba, física y emocionalmente, al escribir el libro?

Estaba en un lugar pequeñito de Baviera, aislada, sin hablar alemán y haciendo un posdoctorado sobre escrituras que ocurren después de diagnósticos de cáncer. Leía diarios de personas diagnosticadas cada día, psíquicamente me metí en un lugar peligroso. De vez en cuando viajaba a España y pasaba tres días de eros y caos emocional. Fue un tiempo de escuchar la voz interior. Hay muchas cosas que contar de nuestras voces interiores.

La voz interior de la protagonista de La seducción, una fotógrafa de 30 años, está poseída por el deseo hacia otra mujer, una escritora de 50. ¿Qué le interesa tanto del deseo?

Es algo que te moviliza a vivir, pero también te coloca en un estado ansioso de revisión del valor de la propia vida, la identidad, el cuerpo. Me interesa mucho esta contradicción, nos viene a frustrar la seducción que podría ser un momento bellísimo de gran creatividad, de compartir al máximo y se ve interrumpida por procesos egocéntricos: “¿Quién soy yo para la otra?”, “¿cómo me está viendo?”. Despierta inseguridades propias de la adolescencia, muchas veces necesitamos consumir a la otra muy rápido porque no podemos sostener el tiempo de la seducción.

¿Y qué le interesa de la diferencia de edad?

Mientras escribía este libro leía casi exclusivamente Los ojos azules pelo negro de Marguerite Duras. Me identifico con su manera de trabajar, ella entiende a sus personajes como modulaciones de sí misma, esto permite hacer de la escritura un escenario donde pones a funcionar tus fantasmas. En nuestro presente conviven edades distintas. A veces tenemos la energía de la mujer de 50 que teme que la elijan por su poder o su influencia y a veces la de la niña caprichosa que necesita que le digan que es la favorita. La diferencia de edad tiene que ver también con el hecho de que cuando no sigues un modelo de vida productivo, reproductivo, de la norma heterosexual orientada a la pareja y los hijos, no tienes ninguna edad. Una lesbiana que no sigue un plan de vida familiar no se sabe qué edad tiene: si vives el tiempo de las amantes, de las amigas, el tiempo del arte, el tiempo de los perritos y los gatitos... Tu edad es un número que no tiene una identidad asociada.

De alguna manera nos podemos alejar de la tiranía del tiempo. ¿Y de la tiranía de la heteronorma?

La heteronorma es nuestro punto de partida por la educación, solo que algunas personas nos relacionamos con esa norma aprendida de formas distintas que rompen los esquemas clásicos. Me interesa esa tensión, partimos de estructuras heredadas, pero luego pasan cosas. Si tengo algún objetivo en mi obra es poder representar las resistencias y las fluctuaciones a la heterosexualidad, pero no el afuera, no creo que haya un afuera de momento, lamentablemente.

¿Cree que tratar de librarse de estos vicios impuestos a veces puede generar más ansiedad que liberación?

También hay que llevarlos con cierto orgullo y disfrute. Hay que tener herramientas críticas para entender cómo se educa nuestro deseo, pero luego no dejar de disfrutar, porque si vamos a ser justo las lesbianas las primeras que dejan de disfrutar de los vicios, no nos toca nada en el reparto. Hay algo en el deseo lesbiano que viene de la prohibición inicial de ese deseo y que, aunque se vive con tristeza, luego deja aprendizajes bonitos. Me refiero a esa sensación cuando de pequeña la amiguita te invitaba a comer a casa y solo por eso te sentías tocada por las diosas. Creo que los saberes propios del deseo lesbiano incluyen la experiencia de que el deseo hacia una mujer no tiene que llevarte a ninguna acción en particular, cumplir ningún fin. Para mí es una bella ética. El objeto de deseo no está ahí para servir tu plan de vida o de productividad. No hay un casting de compañera de proyecto. Aprendemos mucho deseando sin esperar nada, esa es la gran lección.

En un mundo en el que las relaciones están categorizadas, nombradas, empaquetadas y explicadas como tendencias, ¿es una forma de resistencia el hablar de la zona gris?

Como la zona gris no tiene palabras asociadas ni lemas, desaparece de los ejercicios representacionales, nos quedamos solo con aquella sensación y aquel afecto para el que encontramos un destino productivo: esta atracción me va a llevar a una novia, esta afinidad a una amiga. Luego está toda la habitación de atrás, lo innombrable que tiene un peso inmenso en la vida. Las emociones tienen más de esta vida secreta que de cosas conversables. Literariamente, me interesa sacar esto a la superficie, no puede ser que la vida sea tan compleja y las historias tan simples.

Es refrescante oír hablar de deseo en un debate público en el que parece que solo cabe el consentimiento.

Esto también atraviesa el libro. Me gustaría que se generase una conversación más sincera sobre la fantasía sexual, que el feminismo sea capaz de hablar de las imágenes que nos excitan sexualmente y cómo en ellas está la semilla de una norma obligatoria y cómo no nos libramos de ellas.

Desde fuera parece que el s**o está ocupando un espacio central en el feminismo. Siento que vamos en la dirección equivocada en este sentido, que estamos descarriladas.

¿En qué sentido?

Creo que hay una confusión entre afecto, s**o, deseo y marketing...

Lo que creo que está ocurriendo es que se está generando una sobreabundancia de representaciones de lo sexual, pero que estamos teniendo menos s**o y quizá estamos más distanciadas que nunca del deseo. Hay imágenes por todas partes, pero lo sexual aparece como fitness, es parte de las tareas obligatorias, nos genera ansiedad porque dentro de todo lo que tenemos que hacer y hacer bien y hacer feminista está lo sexual, y el deseo no tiene nada que ver con esto. El sujeto no puede sentir que la sexualidad es una obligación. Quizá estamos intentando un s**o identitario y la sexualidad es justo ese lugar donde la identidad se derrumba.

Aún sigue viviendo los efectos de su primera novela, Lo que hay. Algunas doctoras le escriben porque su trabajo les ayuda a entender mejor a las personas enfermas de cáncer.

Cuando la escribí tenía un compromiso con mi madre: escribir lo que ella habría querido decir en voz alta, quería contarlo de forma que mi madre hiciera una pequeña revolución después de morir. Como esa responsabilidad existía, el efecto fue amplio; muchas veces cuando trabajamos con nuestra verdad a escala pequeña estamos trabajando con la verdad a escala social.

¿Qué le gustaría que le devolviera su último libro?

Una vida menos represiva, menos ansiosa. Cuando era pequeña mi padre me contaba cuentos antes de dormir, cuando dejó de hacerlo me los empecé a contar a mí misma. Los libros hacen que a la gente le ocurran cosas. Escribo para que la vida cambie.

La escritora se adentra en la trastienda del deseo a través de la relación entre dos mujeres separadas por 20 años en ‘La seducción’, su segunda novela

Dirección

Calle Caballeros, 32
Jerez De La Frontera
11405

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