14/09/2025
Hoy salí de Melide con un plan clarísimo: ninguno. Simplemente caminar hasta que el cuerpo dijera “¡basta ya!”. Al final fueron unos 30 km hasta Santa Irene, un pueblecito simpático que está a solo 22 km de Santiago. Aquí he encontrado un albergue bonito, en medio del camino, perfecto para reponer fuerzas y cenar antes de la etapa final.
El día vino con espectáculo meteorológico incluido: lluvia intermitente. He puesto y quitado el chubasquero tantas veces que creo que ya lo podría poner en mi currículum como “experto en cambios rápidos de vestuario”. Por suerte, la temperatura ideal: ni frío ni calor, el clima perfecto para quejarse menos y andar más.
Se nota que Santiago está cerca: más peregrinos, más bares, más restaurantes… y sellos artísticos, bollos irresistibles y pulseras que gritan “¡cómprame, peregrino!”. El camino ya huele a meta, y también un poco a empanada gallega.