16/11/2025
A veces creemos que para sanar debemos estar enteros.
Pero la verdad es que la vida también se reconstruye desde lo que se quiebra.
Las grietas no son el final: son el comienzo de algo nuevo.
“Hay una grieta en todo, así es como entra la luz.”
Leonard Cohen nos recuerda una verdad profunda: no es a pesar de nuestras heridas que crecemos, sino a través de ellas.
Cada proceso doloroso deja huellas. Una pérdida, una ruptura, una crisis, una etapa que termina. Esas experiencias abren fisuras en nuestra forma de entendernos y de estar en el mundo. Y aunque al principio duelan, también son la puerta por donde puede entrar algo nuevo: comprensión, fortaleza, autenticidad.
En terapia solemos decir que el dolor, cuando se escucha con respeto, se convierte en una fuente de luz. La grieta simboliza ese punto de vulnerabilidad donde ya no podemos sostener las máscaras, donde la vida nos invita a mirarnos sin defensas, a mirarnos con más compasion... Ahí, en ese espacio donde todo parece desordenado, es donde puede comenzar la verdadera transformación.
Aceptar la grieta no significa resignarse.
Significa reconocer que la imperfección forma parte de lo humano, que el crecimiento no sucede en la ausencia del dolor, sino en la capacidad de transformarlo.
Cada fractura emocional puede enseñarnos algo sobre nuestra fuerza, sobre el valor de pedir ayuda, sobre la importancia de cuidar lo que realmente importa.
Así que, si hoy sientes una grieta dentro de ti, no corras a taparla.
Obsérvala, abrázala, respírala.
Permite que por ella entre un poco de luz.
Porque tal vez no estás rompiéndote: estás abriéndote a una versión más honesta y consciente de ti.
¿Qué grieta te ha traído más luz en tu camino?
¿Qué parte de tu historia te enseñó a dejar entrar la luz?
A veces, compartir desde la vulnerabilidad también es una forma de sanar.
Porque cada fractura nos muestra un camino: hacia la luz, hacia la verdad, hacia nosotros mismos.
Te leo.
❤️ # malaga #