10/07/2024
En una primera etapa de la vida, el cachorro humano siente angustia por la ausencia de sus cuidadores.
A medida que crece y a través del juego, puede simbolizar esta ausencia, y uno de los modos de hacerlo es jugando a ocultarse. Así, lo que en un primer momento provocaba angustia, ahora genera placer mediante el juego de esconderse, en el que simboliza la oposición presencia-ausencia.
Esteban Levin, en “La infancia en escena”, señala que “El niño toma un objeto y para ello necesita sus manos, pero luego lo deja caer o lo arroja, para volver a tomarlo y arrojarlo. Esta escena se repite en distintos momentos, escenarios y matices. En estas escenas infantiles, el niño liga la presencia y la ausencia de la madre y de sí mismo, o sea, él y el Otro pueden existir en calidad de ausentes, como representación simbólica. Esta ligadura intentará suturar la ausencia de la madre, causando la repetición”.
La misma función tiene el juego del “Fort-da” que explica Freud. Se trata de un juego que el niño repite, donde arroja un objeto gritando FORT (se fue) y luego lo trae con un hilo diciendo DA (acá está). Al mismo tiempo, este juego le da la posibilidad de insertarse en el mundo del lenguaje, a través de dos significantes que le permiten simbolizar el par presencia-ausencia.
En “Más allá del principio de placer”, Freud también sostiene que a través del juego el niño puede vivir como activo lo vivenciado pasivamente.
Además, en el jugar a esconderse se pone en juego el lugar que se ocupa en el deseo de ese Otro omnipotente, de quien depende el niño para satisfacer sus demandas.
📚 La frase de la imagen fue tomada del libro “El proceso madurativo en el niño”, donde Winnicott la menciona en relación a un caso clínico de una paciente que “no se comunica y que, al mismo tiempo, desea comunicarse y ser hallada”.
🎨 Art: .gomez.ilustradora