
03/05/2023
Cuando procesamos un acontecimiento traumático nos gusta pensar que el futuro es una vuelta al estadio previo de aquello que nos hizo tanto daño pasara. Pero este deseo nunca se cumple, y supone solamente una fase que nos ayuda a buscar herramientas para sanar o la ayuda de un terapeuta.
La realidad del proceso es que muy a menudo cuando una herida ya se ha curado, si ésta fue suficientemente profunda, deja una cicatriz. Y parte del proceso, quizá la última fase de esta sanación es integrar y cuidar esa cicatriz.
La cicatriz duele los días de lluvia o se vuelve más sensible cuando acabas de conocer a alguien que te gusta o cuando tu jefe te alza la voz y te dice determinadas cosas.
En cualquier caso esa cicatriz da cuenta de un proceso resiliente, de resistencia...
Al final uno acaba aceptando que también es esa cicatriz pero no solamente. Y aprendemos a vivir sin que nos paralice con el dolor o la pena o el enfado, y también con la alegría la sorpresa y la ternura. Por que en la vida no se puede escapar del sentimiento. Es eso y muchas otras cosas. Al final esa cicatriz solo pica un poco en determinadas circunstancias pero no nos impide disfrutar y seguir adelante.
De eso se trata la terapia. Es un proceso y lleva tiempo.