21/01/2016
Comparto una publicación de Manuel Cuesta Duarte... me hizo bien leerla:
"No os cansais de luchar? Hace falta acariciar la muerte o la despedida para rendirse? Cada frase que leo del tipo "ni un paso atrás", "siempre hacia tus objetivos", "conquista tu felicidad!"... Me agotan. Veo a los grandes maestros y ellos simplemente ESTÁN. Ni luchan, ni persiguen, ni rechazan, ni se apegan, ni publican en Facebook sus logros, ni ponen fotos en paisajes exóticos o junto a lujos para dejar claro que son muy felices. Yo, francamente, me siento más inspirado por la PRESENCIA de los maestros y los terapeutas de" plumas largas", por quienes están con la simplicidad de la nada, que por aquellos que están tan apegados a una meta, a algo que conseguir que está allá, en otro lugar, en otro momento y para el que, si lo quiero, debo ser otra persona distinta.
No me fío de quien vende felicidad. Como decía Paniker "la paz no se da, la paz se recibe" y pasa lo mismo con la felicidad. Me agota ver como esa venta de la felicidad pasa por aplastar la tristeza, por rechazar el sentirse perdido, darle la espalda al dolor... Como si eso no formase parte fundamental del proceso, del encuentro, de la vida.
Sonreír, siempre sonreír, y que todos lo vean a ver si así me lo acabo de creer. Y no será que la felicidad pasa por dejarse uno tranquilo?
Qué tiene de malo ir al gimnasio, empezar una dieta o una segunda carrera? Nada. Pero si voy al gimnasio, hago una dieta o sigo estudiando porque sino siento que no me van a aceptar, que no soy suficiente, que no doy la talla... Entonces en cada gesto me estoy despreciando. En cada gesto estoy diciendo: la persona que soy no basta. Esa lucha es demoledora, la lucha de tener que ser otro.
Yo me he cansado de despreciarme y de dejar que me menosprecien. Quizá aun no lo suficiente, pero tiempo al tiempo. Y siento que todo lo que no sea aceptarme, me lleva a un desprecio de mi. Cuando encuentro ese camino de aceptación, de acogida de mi mismo, el camino hacia cualquier cosa se despeja. Es más sencillo darme una ducha, prepararme una buena comida, acostarme antes, sonreír y ayudar a los otros... Ya no hay metas, sino que se abre el movimiento de la curiosidad de mi alma por aprender, la curiosidad del niño, sin comparaciones, sin buscar compensar nada ni huir de nada. Esa búsqueda es un movimiento de amor, el amor hacia la unidad, y no de desprecio.
Sino, todo es hueco, una lucha que lleva implícito el mensaje: no eres suficiente. Esa lucha no tiene nada de honorable."