Una psicoterapia es la experiencia más estimulante que pueden vivir dos seres humanos. (Erich Fromm)
Cuando nos unimos los tres en este proyecto profesional teníamos el deseo de poder desarrollar una forma de terapia que pudiera expresar lo que queremos y sentimos. De plasmar lo que somos y lo que no estamos dispuestos a hacer como profesionales y como personas comprometidas con todo lo que atañe al ser humano. Queríamos nombrar las cosas por su nombre, sin patologizar sentimientos o conductas. Mostrando que el avance en una terapia depende del esfuerzo personal, la elaboración subjetiva y el pundonor y no de ciertos aprendizajes intercambiables unos por otros o de disponer o no de ciertos niveles de neurotransmisores. Nuestra opción es la de humanizar las terapias en lugar de etiquetar a las personas y a aquello que les provoca sufrimiento. Una psicoterapia es un camino hacia la esperanza de una vida más rica y de la que te sientas protagonista y autor/a. Es un recorrido hacia tu propia intimidad para poder decidir por ti mismo/a, para poder liberarte de deudas y vasallajes. Es un aprendizaje para poder vivir sin condenarte continuamente al dolor y el sufrimiento. Es una relación entre Tú y Yo de una manera muy directa que llega a lo más hondo de ti. Este encuentro facilita entrar en contacto con tus afectos y pasiones, logrando una vivencia completa de ellos; es decir, poder tener palabra sobre tu capacidad de razonar y amar. Por eso preferimos explicar aquello por lo que se sufre con palabras simples, básicas, sinceras. Palabras que vienen de dentro y tocan la intimidad. Huimos de patologizar conductas, de ser unos “cazasíntomas”. Por eso en nuestras sesiones usamos palabras como tristeza, desasosiego, malestar, inquietud o falta de amor propio antes que depresión, ansiedad, asertividad, negativismo o comportamiento disruptivo. Vocablos fríos que nos alejan de la presencia de quien vino a pedir ayuda.