05/12/2025
La culpa atraviesa la sexualidad de muchas mujeres porque, culturalmente, se nos ha enseñado que debemos cumplir. Cumplir expectativas. Cumplir deseos ajenos. Cumplir con la idea —tan instalada como falsa— de que los hombres “tienen más deseo” y que, por tanto, no podemos dejarles insatisfechos.
Durante generaciones se nos ha transmitido, de forma explícita o sutil, que nuestra responsabilidad es no frustrar, no incomodar, no poner límites. Que el deseo masculino es urgente, natural e innegociable… mientras que el nuestro es secundario, moldeable y prescindible.
Pero esa culpa no es individual, es cultural. Es el resultado de un sistema que coloca el placer de los hombres en el centro y relega el nuestro a los márgenes.
Hablar de esto no es culpar a nadie: es nombrar una estructura que muchas hemos vivido sin saber que tenía un nombre.
Y cuando lo nombramos, empezamos a desmontarlo.
Porque nuestro deseo también importa.
Porque nuestro “no” es legítimo.
Y porque nuestra sexualidad no existe para satisfacer a nadie más que a nosotras mismas.