Osvaldo González Psicólogo

Osvaldo González Psicólogo Acompañamiento emocional no sanitario a personas y parejas latinas en Madrid. Titulado en Psicología en Paraguay. Atención presencial y online.

20/12/2025

La crianza de los hijos e hijas estuvo relegada desde siempre a las mujeres. Esto no es algo natural ni voluntad divina. Es un orden social establecido por nosotros, los hombres, porque nos conviene.

Porque mientras nuestras parejas, las madres de nuestros hijos, además de organizar toda la vida familiar, trabajar fuera para aportar económicamente y encargarse totalmente del cuidado y la crianza, nosotros tenemos tiempo disponible para hacer lo que nos salga de los cojones. Y porque somos muy buenos “ayudar” de vez en cuando en algo de la casa o con los hijos.

Esta situación es profundamente injusta y ha funcionado durante siglos como un mecanismo para restringir la libertad y el crecimiento de las mujeres. Si la crianza de los hijos fuera realmente igualitaria, si hombres y mujeres nos hiciéramos cargo de forma equitativa de ella, ellas también tendrían tiempo, energía y oportunidades para crecer en otros ámbitos de sus vidas, tal como históricamente lo hemos hecho los hombres.

Es cierto que hay avances y más oportunidades para las mujeres, pero casi siempre lo hacen cargando igualmente con toda la responsabilidad de la crianza.

Si como sociedad no trabajamos para redistribuir de manera real el cuidado, lo que hacemos es seguir poniendo sobre las mujeres una losa de hormigón, como explica Laura Sagnier: una carga invisible, pesada y constante, hecha de tareas, organización, preocupaciones y responsabilidades que no se ven, pero que condicionan toda su vida.

Y mientras esa losa siga ahí, no hay igualdad posible. Porque no se puede crecer, elegir ni ser libre cuando se vive cargando sola con la crianza, la casa y la vida familiar. La igualdad no empieza en los discursos ni en las redes: empieza en casa, cuando los hombres dejamos de volar livianos porque alguien más sostiene todo el peso.

Es urgente, que los hombres nos involucremos activamente en el cuidado y la crianza de nuestros hijos e hijas y en las tareas del hogar. Y no es “ayudar”, es hacernos cargo de una buena vez, de lo que es nuestra responsabilidad.
Compartí este video, y seguí las cuentas de la Doc. Romina Ramírez y Laura Sagnier que tienen contenido muy bueno e interesante.

18/12/2025

Cuando culpamos a las mujeres por la violencia que sufren, creamos el escenario para que los feminicidios como el de Jimena, sigan pasando. Y no es algo aislado ni casual: es una forma concreta de desplazar la responsabilidad y de justificar la violencia que sufren las mujeres.

Jimena y su pareja fueron asesinados por su expareja. Sin embargo, esta publicación no pone el foco en el as*****to, ni en el agresor, ni en la violencia machista, ni en la falla de la justicia que no la protegió. Lo que se vuelve central no es la muerte, sino el pasado de ella.

Eso es lo verdaderamente grave. El as*****to queda en segundo plano, casi como un dato, mientras que la historia personal de la mujer aparece como la explicación. El mensaje implícito es que Jimena y su pareja fueron asesinados “por algo”, y que ese “algo” tiene que ver con quién fue ella, con sus decisiones, con su vida pasada.

Cuando el eje se corre de esta manera, la violencia deja de ser el problema. El problema pasa a ser la mujer y el pasado que tuvo. Y así se construye un relato en el que el crimen no se cuestiona, sino que se vuelve comprensible, justificable, casi inevitable.

Este tipo de discursos no nombran la violencia, no nombran al agresor, no nombran la responsabilidad del Estado. Señalan a la víctima. Y eso no es ingenuo: es una forma de violencia simbólica que sostiene y reproduce los feminicidios.

Si normalizamos estos mensajes, si los aplaudimos o los dejamos pasar, estamos colaborando con esa lógica. Después nos escandalizamos cuando vuelve a pasar, pero son estos discursos, y quienes los sostienen, los que crean las condiciones para que siga ocurriendo, para que más mujeres sigan siendo violentadas y asesinadas, por hombres que dicen amarlas.

Por eso es urgente no normalizar este tipo de discursos. Tenemos que señalarlos y denunciarlos. Porque no es una opinión, es violencia. Compartí este video, y escribí en los comentarios lo que pensás sobre este tema, te leo.

Otro feminicidio más. Jimena, de 23 años, fue asesinada junto con su pareja por su expareja. Ese es el hecho. Pero despu...
16/12/2025

Otro feminicidio más. Jimena, de 23 años, fue asesinada junto con su pareja por su expareja. Ese es el hecho. Pero después del crimen viene otra violencia: la de los comentarios. En las noticias aparecen cientos de mensajes como el que analizo en esta publicación. Comentarios donde los hombres, nosotros, volvemos a matar a Jimena, culpándola de haber sido asesinada. Algo habrá hecho, ella se lo merecía, una mujer buena no termina así.

Así de basura podemos llegar a ser los hombres cuando el machismo habla por nosotros. El egoísmo machista no respeta ni siquiera a una mujer mu**ta. Sigue buscando lavarnos las manos a nosotros y aleccionar a las mujeres sobre lo que pasa cuando no obedecen, cuando nos dejan, cuando no “respetan a su macho”.

Estos feminicidios siguen ocurriendo en Paraguay, en Argentina, en España, en todo el mundo. Y detrás de todos ellos aparece siempre la misma lógica: hombres que se creen con derecho a controlar, castigar e incluso quitar la vida a una mujer que dicen amar. Para muchos, eso es honor. Para otros, es deber. Si no es mía, no va a ser de nadie, dicen.

Así de mi**da podemos ser los hombres. Este comentario muestra la urgencia de que los hombres nos miremos de frente, nos revisemos en serio y cuestionemos qué entendemos por ser hombres y por amar. Porque hasta ahora, nuestro modo de ser hombres y nuestro modo de amar sigue regando el mundo de cadáveres físicos y emocionales de mujeres, a las que juramos amar.

Esta violencia no va a terminar si nosotros, los hombres, no empezamos a cuestionar lo que normalizamos. Es urgente hacerlo.
Te pregunto a vos: ¿Te animás a dejar de ser macho para empezar a ser más humano?

15/12/2025

¿Por qué hablo del machismo y la violencia machista?

Porque siento mucha culpa y mucha vergüenza por mis violencias pasadas y presentes, porque yo soy parte de esta mi**da machista.

El sentir culpa al ver el dolor, el sufrimiento, que cause a otras personas, es lo que me permitió empezar a cuestionar mis violencias. En terapia, con amigos, hablar de esto y reconocerlo, es lo que me ayudo a querer ser una mejor persona.

El machismo nos mutila emocionalmente a los hombres, nos vuelve personas egocéntricas y despiadas, que solo se mueven para satisfacer sus propios deseos y necesidades. Y cuando funcionamos desde él, hacemos mucho daño, en especial, a las personas que decimos amar.

Por eso, es importante, el poder conectarnos con la culpa, por el daño que hicimos, que hacemos. Sin ese paso, es imposible siquiera, el deseo de cambiar.

Reconocer que somos egoístas y violentos, que somos machistas, no nos hace menos hombres, al contrario, nos hace mas humanos.

Hoy, 13 de diciembre, es el cumpleaños de mi papá.Para celebrarlo, quiero volver a publicar este texto que le escribí, a...
13/12/2025

Hoy, 13 de diciembre, es el cumpleaños de mi papá.
Para celebrarlo, quiero volver a publicar este texto que le escribí, agradeciendo el hombre que me enseñó a ser.

Te amo, papá. Gracias por tu sensibilidad y tu amor.

09/12/2025

De verdad siento tanta rabia.
Pero tanta rabia.
Por los comentarios que leí sobre esta noticia de nuestra compatriota, que perdió a su hija el mismo día que llegó a Paraguay.
¿Desde qué lugar se ponen a juzgar a alguien que dejó su tierra, la gente que quiere, sus hijos, para darles un futuro mejor?
¿Desde qué lugar?
Hay miles de comentarios como los que muestro en el video.
Y claro… es una mujer.
Entonces vamos a seguir tirándole piedras.
Perdió a su hija de 7 años.
Y la gente le tira piedras.
Por favor.
Paren de decir estupideces.
Paren de hablar de cosas que no saben.
Porque ustedes no saben lo que pasa un migrante fuera de su país.
No saben lo que una mujer migrante vive todos los días:
lo que llora, lo que sufre, lo que calla, lo que aguanta.
Para ver si puede darle a un hijo un futuro mejor que el que ella tuvo.
Porque tuvo que dejar su país.
Porque en su país no hay futuro.
Porque no hay futuro si no estás afiliado a un partido, si no tenés contactos.
Tenemos que parar este tema de opinar de lo que sea.
No se puede hablar de lo que no se sabe.
No se puede decir cualquier cosa.
Hace daño.
Lastima.
Son comentarios violentos.
Repito: no se imaginan lo que vive una mujer migrante.
Antes de hablar, paren un rato.
Piensen lo que van a decir. Por favor.
O simplemente cierren la boca.

Los hombres sabemos lo que hacemos cuando ejercemos violencia, aunque luego finjamos sorpresa. Sabemos perfectamente cuá...
08/12/2025

Los hombres sabemos lo que hacemos cuando ejercemos violencia, aunque luego finjamos sorpresa. Sabemos perfectamente cuándo subir el tono y cuándo bajarlo. Sabemos que no hablamos igual con nuestra jefa que con nuestra pareja. Sabemos cómo elegir las palabras que duelen sin que nadie más pueda señalarlo desde fuera. No es un “me desbordé”: es elegir, una y otra vez, usar nuestro poder emocional contra alguien que confía en nosotros.

También sabemos lo que pasa cuando, después de todo eso, ella se culpa por haberse quedado. Cuando una mujer se dice “fui idiota”, “me dejé lastimar”, “cómo permití esto”, a nosotros nos cae perfecto. Porque desplaza el foco. Deja de ser “lo que le hacemos” y pasa a ser “lo que ella permitió”. En lugar de mirarnos al espejo, miramos cómo ella se reprocha a sí misma. El daño lo provocamos nosotros, pero la vergüenza se la dejamos a ella. Eso no es solo egoísmo: es crueldad sostenida.

Y la jugada suele ser siempre la misma. Primero, la violencia: gritos, humillaciones, desprecios, indiferencia, control, chantaje. Después, el discurso: “tú también me haces daño”, “tú me llevas a este punto”, “si hubieras hecho caso, esto no pasaba”. Y al final, el golpe maestro: “tú sabías cómo soy y aún así te quedaste”. Con esa frase limpiamos todo: convertimos nuestra violencia en una decisión de ella. Nosotros agredimos, pero ella “se dejó”. Nosotros controlamos, pero ella “no se fue”.

Mientras tanto, ella pelea consigo misma. No está pensando “qué tipo tan violento”, está pensando “¿por qué aguanté?”, “por qué no me fui antes?”, “cómo pude permitirlo tantas veces?”, “qué falla tengo yo”. Y ahí es donde nuestra violencia se vuelve más profunda: ya no solo la rompe desde fuera, ahora también la rompe desde dentro. Porque no solo tiene que sanar lo que le hicimos, sino también la idea de que fue “idiota” por habernos querido, por habernos creído, por haberse quedado.

Como hombres, tenemos que reconocer la mi**da que somos. Destruir a una persona y luego hacerla sentir culpable del daño que le hicimos es la forma más cruel de violencia. Porque no solo la lastimamos: también la convencimos de que se lo merecía. ¿Tú vas a seguir siendo parte de esto?

05/12/2025

Si tu pareja es hombre, entonces es machista. ¿Por qué todos los hombres somos machistas? Porque todos hemos sido criados y socializados en una cultura machista. El machismo no es un rasgo que se aprende puntualmente ni una conducta que aparece solo cuando hay violencia. Es el lugar desde el cual empezamos a entender qué es ser hombre, qué es ser mujer, quién dispone, quién acompaña, quién decide, quién cede, quién tiene la autoridad y quién pide permiso.

No se puede desaprender o despojarse de esta carga cultural, porque no es una idea aislada, es un marco completo. Esa cultura se hizo lenguaje, chiste, deseo, miedo, orgullo y silencio. Se metió en la forma en que pensamos, sentimos y reaccionamos sin analizarlo. Está presente cuando hablamos, cuando opinamos, cuando interrumpimos, cuando explicamos, cuando damos por hecho, cuando suponemos que sabemos, cuando pedimos reconocimiento o cuidado sin ofrecer lo mismo.

Esa cultura se vuelve identidad. Se vuelve sentido de merecimiento. Se vuelve medida de valor. Y de muchas maneras, sostenemos ese sistema incluso cuando decimos que no estamos de acuerdo con él, porque rompe menos admitir la idea que revisar nuestra posición dentro de ella.

Cuando hablamos de machismo, no hablamos de un grupo de hombres violentos; hablamos de un modelo que estructura relaciones, afectos y jerarquías. Y mientras ese modelo siga siendo la base de cómo nos relacionamos, todos los hombres tenemos responsabilidad en cómo se reproduce, se protege o se transforma. Porque crecer desde el machismo no fue una elección; seguir sosteniéndolo sí lo es.

Los hombres no podemos dejar de ser machistas, pero si podemos tratar de serlo cada día menos. ¿Tú que piensas? Te leo en los comentarios

03/12/2025

En estos días, Paul Landó hizo una denuncia pública muy dura: contó que sufrió abuso sexual por parte de su expareja.
Y lo que él relata, lamentablemente, es algo que pasa muchísimo, pero que muchas veces se calla por vergüenza, por miedo o por la normalización dentro de la relación.

Es urgente tener claridad sobre esto para poder llamar a las cosas por su nombre.
El abuso sexual dentro de las relaciones de pareja existe. No es un invento, no es exageración, no es “drama”. Es real y es frecuente.

No importa si es tu esposo, tu novio o tu pareja de hace 5 o 10 años.
Si te fuerza a tener relaciones cuando vos no querés, es abuso sexual.
Si te presiona o te obliga a prácticas sexuales con las que no te sentís cómoda o cómodo, es abuso sexual.
Y si estando en el acto vos le dijiste —verbal o gestualmente— que pare, y no paró, también es abuso sexual.

Alguien que te ama, respeta siempre tu sí y respeta siempre tu no.
Alguien que no lo hace, simplemente, es un abusador

Gracias, Paul Landó, por tu valentía y tu coraje al denunciar públicamente lo que viviste.
Tu testimonio abre una conversación necesaria que muchas personas todavía no pueden poner en palabras.

Y si estás leyendo esto, te pido algo: compartí este video.
Necesitamos empezar a hablar de estos temas, dejar de normalizarlos y crear espacios donde nadie tenga que callar por miedo o vergüenza.
Hablemos. Pongámosle nombre. Que nadie tenga que vivir algo así en silencio.

30/11/2025

El machismo no empieza cuando un hombre insulta, controla o lastima. Empieza muchísimo antes, cuando a los niños varones les enseñamos que sentir es peligroso. Desde pequeños escuchamos que llorar es de débiles, que hay que aguantar, que hay emociones que no se dicen y que la tristeza se esconde.

El machismo nos cría así. Sin un lenguaje emocional, sin permiso para sentir miedo, vergüenza, soledad, tristeza o frustración. Crecimos creyendo que la fuerza era no mostrar nada, y que la vulnerabilidad era una amenaza. Después, ya de adultos, esa desconexión se transforma en egoísmo, porque un hombre que no sabe registrar lo que siente tampoco puede registrar lo que siente el otro. Y cuando no hay empatía, el riesgo de dañar es mayor. Cuando a un niño se le prohíbe llorar, se le enseña sin decirlo que su dolor no importa. Y cuando crece creyendo eso, también aprende que el dolor de los demás tampoco importa demasiado.

Por eso cuentos como “Una pupa en el corazón”, de May Meyer, son tan necesarios, porque muestran algo que la mayoría de nosotros nunca tuvo: un niño varón acompañado y estimulado a sentir. Un niño que no es obligado a endurecerse, sino escuchado, mirado y sostenido cuando algo le duele. Ese tipo de experiencias, repetidas en la infancia, cambian la manera en que un hombre puede vincularse en el futuro.

Si un niño varón crece sabiendo que llorar está bien, que pedir ayuda no es vergonzoso y que su mundo interno tiene valor, es mucho menos probable que se convierta en un hombre desconectado, egoísta o violento. Va a tener más recursos, para empatizar, para reparar cuando hace daño y para relacionarse sin miedo a sentirse humano.

El machismo se combate también en la forma en que acompañamos a los niños hoy. En los cuentos que elegimos, en las conversaciones que abrimos y en los permisos que damos para sentir. Ojalá más niños crezcan conectados con su corazón. Ojalá más hombres podamos desaprender esta dureza que nunca nos hizo bien.
Si quieren comprar el libro en Madrid, lo pueden hacer en estás librerías: Astrid, Agapea, Fnac, Librería Pérgamo. Gracias May Meyer por tu libro
Por favor compartí este video para que criemos más niños conectados a su corazón

El machismo no solo nos arruinó la forma de amar: también nos arruinó la forma de fo**ar. Todo lo que sabemos de s**o, l...
28/11/2025

El machismo no solo nos arruinó la forma de amar: también nos arruinó la forma de fo**ar. Todo lo que sabemos de s**o, los hombres españoles y latinoamericanos, viene de ahí. No aprendimos a conectar, aprendimos a “cumplir”. A demostrar, a imponer, a no sentir. Nuestra escuela es el p***o, los colegas haciendo chistes, las historias exageradas en el vestuario y esa presión constante de “ser un gran macho”. Y así crecimos pensando que fo**ar es meterla, sacarla, aguantar y acabar.

El machismo nos vendió la idea de que el s**o es rendimiento, tamaño, potencia, dominio. Nos enseñó a mirar cuerpos sin ver personas. A tocar sin escuchar. A fo**ar sin preguntar. A creer que placer es sinónimo de penetración. Y lo peor es que esa misma lógica también les cayó encima a las mujeres: a ellas les tocó fingir, callarse, aguantar, no incomodar. Mientras nosotros íbamos por la vida creyendo que éramos unos cracks en la cama… pero sin saber absolutamente nada de placer compartido.

Aunque hoy haya información por todos lados, aunque hablemos de sexualidad, consentimiento, deseo… en la cama seguimos siendo los mismos machos de siempre. Seguimos follando con el pene y no con el corazón, sin empatía, sin curiosidad, sin escuchar. Solo pensando en nuestra corrida, como si con eso se definiera el buen s**o.

Por eso hay tantas mujeres mal folladas: en Madrid, en Paraguay, en Argentina, en Chile, en México. Porque nosotros follamos pésimo. Porque nos enseñaron a dominar, no a sentir. A usar, no a conectar. A buscar nuestro placer, no a compartirlo.

Y si no aceptamos esto, si no lo revisamos, las camas en Madrid, Paraguay, Argentina o Colombia van a seguir siendo lugares lúgubres, fríos, vacíos, donde el machismo sigue matando el amor y el placer. Tenemos que aprender a escuchar, a mirar al otro, a sentir el cuerpo ajeno sin ego, sin prisa, sin actuar.

No nacimos sabiendo, pero podemos aprender. Podemos dejar de ver tanto p***o y empezar a preguntar y a escuchar más en la cama.

Por favor, compartí este carrusel. Para que lo vean más hombres españoles y latinoamericanos. Para que aprendamos a fo**ar mejor, o al menos nos demos cuenta de que follamos muy mal.

26/11/2025

“No hay acto más revolucionario que llamar a las cosas por su nombre.”
(Rosa Luxemburgo)
Y la verdad es esta: no es narcisismo. Es violencia vicaria. Es violencia machista.

A los hombres —y a mucha gente— nos conviene muchísimo que no se hable de machismo y se hable, en cambio, de narcisismo. Porque así se despolitiza la violencia, se arrancan sus raíces, y se convierte todo en un “problema individual”, en “un trastorno”, en “algo de una persona”.

Y como hay miles de mujeres sufriendo violencia machista por estar en relaciones con hombres machistas violentos, es más cómodo y conveniente decir que es narcisismo. Así no se toca la causa y unas cuantas personas se enriquecen a costa del sufrimiento de las mujeres, que venden cursos, talleres, terapias y libros para “entender y relacionarse con los narcisistas”.

No es un accidente que hoy se hable tanto de narcisismo, justo ahora que cada vez se nombra más claramente la violencia machista. Y al contrario que de hablar de machismo, hablar de narcisismo genera menos resistencia, menos conflicto, y es hasta alentado.

Y de repente tenemos expertos y expertas en narcisismo por todas partes.
Algunos ni siquiera son profesionales de la psicología, pero dicen haber “sufrido a un narcisista” y que eso, los convierte en especialistas, dan cursos, dan “terapia” camuflada. Hacen negocio con el dolor ajeno, sobre todo con el de las mujeres.

Esta situación es muy grave, volver psicológico un problema socio estructural, hace que este se mantenga y siga creciendo. Y estamos hablando, en este caso, de millones de vidas de mujeres y sus hijos, cuyas vidas son destrozadas por hombres machistas.

Por eso tenemos que decirlo claramente: quien convierte la violencia machista en narcisismo es cómplice de la violencia que sufren las mujeres.

¿Vos qué pensás de este tema?

Compartí por favor este video, para que se hable más de este tema.

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