24/10/2025
Presentación de los libros Cuaderno de Notas I y Cuaderno de Notas II, de Miguel Oscar Menassa. Editorial Grupo Cero
Virginia Valdominos, Psicóloga General Sanitaria, Psicoanalista y Poeta del Grupo Cero.
Escuela de Poesía y Psicoanálisis Grupo Cero, Madrid — 24 de octubre de 2025
Comenzaré con un lapsus, o mejor, con dos: al empezar esta presentación escribí Escritos del amor I y II; después, Escritos I y II. Ninguno fue casual. En ambos hay verdad: el amor y la escritura. Porque estos Cuadernos de Notas son, al mismo tiempo, escritura en acto y acto de amor: notas de un hombre que trabajó hasta el último instante y que, escribiendo, continuó viviendo.
Publicados en 2024, año de su fallecimiento, estos libros son su despedida y su continuidad: el pensamiento de Menassa no se interrumpe con la muerte, la atraviesa. Escribe todavía mientras la vida se le escapa; y en ese gesto —de seguir anotando— transforma la muerte en trabajo. Es una enseñanza mayor: morir trabajando es no morir del todo pues sus cuadernos publicados e inéditos siguen todavía trabajando.
“Cuaderno” no es un diminutivo de “libro”. Es una forma de vida.
El cuaderno acompaña, cabe en la mano, en la mesa, en la consulta, en el bolsillo del abrigo. No espera a la solemnidad del tratado: anota el instante.
Cada página contiene la sorpresa de lo vivido, la interpretación inmediata, la decisión tomada en medio del trabajo.
En eso, Menassa devuelve a la escritura su carácter de laboratorio psíquico. El cuaderno es la zona donde el pensamiento se produce. No hay distancia entre el autor y su acto: el que escribe se escribe, el que lee es interpretado. Cada frase deja al lector frente a un espejo que no devuelve su imagen, sino su trabajo pendiente.
Como en las Analectas de Confucio, hay aquí una enseñanza práctica, una filosofía de vida: leer, escribir, enseñar, curar, amar, ganar dinero, formar discípulos. No hay jerarquía entre los actos. Todo sirve para la construcción del sujeto.
Por eso Cuaderno de Notas es también un manual, pero no de recetas, sino de método psicoanalítico aplicado a la existencia. Una técnica de vida que une el rigor científico con la aventura poética.
Si con Qu Yuan, en el siglo III a. C., apareció el yo del poeta en la poesía china —ese yo que busca la pureza, que dialoga con los dioses y con la muerte—, con Menassa se produce un acontecimiento singular: ese yo vuelve a fundirse con la voz grupal. Yo múltiple y partido, el poeta psicoanalista, el hombre de ciencia, no habla de sí: habla desde sí para todos.
Esa es su operación más radical: reintroducir la grupalidad en el corazón mismo del sujeto. Allí donde el individualismo contemporáneo nos aisla, Menassa escribe una lengua que vuelve a ser común. Sus frases no son confidencias; son leyes, son fórmulas que cualquier trabajador del deseo puede aplicar a su vida para no perderse en el desconcierto ni en el desaliento.
Y en esa fundición del yo con la grupalidad se produce una liberación: el sujeto deja de ser propietario de su palabra. El analista, el poeta, el maestro —como Menassa— se hace medio de transmisión del lenguaje mismo, que es siempre de los otros.
El yo se disuelve, pero no se pierde: se convierte en órgano de la especie, en instrumento de lectura y de continuidad.
Por eso estos cuadernos no son monumentos: son mecanismos de transmisión viva.
Cada aforismo, cada reflexión clínica, cada observación sobre el cuerpo o el dinero, sobre la vejez o el trabajo, lleva inscrita la marca de lo común.
Menassa no escribió para dejar un testimonio, sino para abrir caminos al pensamiento, donde cada lector pueda ocupar una posición de trabajo dando lugar a nuevos comienzos.
Así, Cuaderno de Notas es también un espacio político: un acto de resistencia frente a la fragmentación contemporánea.
El amor aparece en estos textos sin sentimentalismo, como motor de la construcción psíquica y social. Amar no es fundirse con el otro, sino dar lo que no se tiene a quien no es. Y esa definición, de raíz lacaniana, encuentra en estos cuadernos su desarrollo cotidiano: amar es trabajar, enseñar, escribir, sostener el deseo del otro.
Por eso el amor que habita estos cuadernos no es el amor romántico ni el amor terapéutico; es el amor como técnica de transmisión. El mismo amor que funda el vínculo analítico y el lazo social. Amor al lenguaje, al grupo, a la tarea, al proyecto compartido.
Cada nota de Menassa es un pequeño acto de amor al hombre, entendido no como individuo, sino como especie deseante. Un amor que no trata de consolar ni calmar: sino que enseña y provoca trabajo.
En estos libros Menassa retoma su preocupación por el cuerpo y la duración. Ya había escrito sobre la mujer, el hombre, el dinero, el cine, la pareja, el trabajo, el s**o, la feminidad, la creación (me viene a la cabeza libros como —Aforismos y decires, Las 2001 noches, Psicoanálisis del líder, Notas, diálogos, redes sociales, flamenco, tango y poesía—). Aquí aborda la vejez, no como declive biológico, sino como posibilidad de otra juventud, la juventud del pensamiento.
Propone una longevidad que piensa y goza, una vida que no se mide por la edad sino por la capacidad de seguir diciendo. Vivir y pensar hasta el final, porque todo lo que no se escribe se muere.
La vejez se convierte así en última frontera del deseo, donde el cuerpo, lejos de ser obstáculo, se vuelve testigo de la obra. Menassa prolonga la vida que vale la pena vivir: la que trabaja.
En Cuaderno de Notas I y II el método psicoanalítico se muestra en su forma más pura: determinado por la escritura. Cada nota es una interpretación. Escribir, para Menassa, es analizar el mundo en el que vive.
El lector, al leer, entra en esa cadena. Por eso estos libros no son objetos de contemplación, sino instrumentos de trabajo. Pueden abrirse por cualquier página: siempre habrá algo que pensar, un movimiento del deseo que se activa.
Así propone un programa de formación que atraviesa toda su enseñanza:
1. Leer la realidad con lápiz y cuaderno.
2. Anotar todo lo que acontece.
3. Transmitir lo aprendido en acto de palabra: clase, ensayo, poema.
4. Soportar la falla, el lapsus. Donde el lector tropieza, empieza su lectura.
Menassa muestra que la escritura es una práctica del líder, una forma de cuidar la salud psíquica y grupal.
Podríamos decir que Cuaderno de Notas I y II constituyen su testamento, pero también su comienzo. Porque en ellos el pensamiento menassiano se vuelve herramienta para otros.
Nada cierra; todo abre.
Su sistema de investigación —que une psicoanálisis, poesía, medicina, marxismo y política como arte de lo posible— se despliega aquí como método integral para pensar al hombre del siglo XXI. Un hombre que, para sobrevivir, deberá aprender a leer sus síntomas, a reescribir su deseo, a formar grupo.
Menassa sabía que sin grupo no hay transmisión, sin transmisión no hay deseo, y sin deseo no hay vida. Por eso en sus últimas notas no se percibe un final, sino un relanzamiento del trabajo grupal: el del Grupo Cero, esa invención suya que hoy nos sostiene.
Vuelvo a mis lapsus del principio: Escritos del amor y Escritos I y II.
Porque en Cuaderno de Notas hay de ambos: el amor al trabajo y la escritura que lo sostiene. Un amor que escribe y una escritura que ama.
Si en la antigüedad el poeta fundaba la lengua de un pueblo, en Menassa asistimos a la refundación del lenguaje de la especie: la fusión del yo con la voz de la humanidad en un hombre de pensamiento grupal.
Sin solemnidades, con la naturalidad de lo necesario, abrimos estos cuadernos y leemos en la mesa de trabajo, en la clínica, en el metro, en el aula. Dejando que trabajen en nosotros. Porque Menassa los escribió —y nos escribió— para acompañar nuestra marcha. Cuadernos que van con cada uno, y en ese andar, nos enseñan a seguir vivos.