03/09/2025
Nos atrae lo que nos resulta familiar, aunque no siempre sea sano.
No lo elegimos conscientemente: lo aprendimos.
Y lo aprendido, si no se cuestiona, se repite.
🧩 Si en tu niñez no te sentiste visto/a...
Es probable que te atraigan personas no disponibles emocionalmente. Te esfuerzas por llamar su atención, como si tu valor dependiera de que alguien, por fin, se fije en ti. Haces todo por agradar, por que te elijan. Y si no lo logras, en vez de alejarte, te esfuerzas más. Sin darte cuenta, repites el mensaje aprendido: el amor hay que ganárselo.
🧩 Si creciste entre celos y control...
Tu cuerpo puede haberse habituado a la tensión como señal de “amor”. Si nadie se pone celoso, sientes que no le importas. Sin drama, parece que no hay pasión. El silencio o la calma te desconciertan más que el conflicto. Y, sin darte cuenta, generas tensión o te vuelves impredecible, porque en tu mapa emocional el caos se parece al amor.
🧩 Si te comparaban con frecuencia, sobre todo con alguien “mejor que tú”...
Es posible que sigas sintiéndote “menos que”. Tal vez hoy aceptas estar en un lugar secundario, te conformas con migajas o incluso te vinculas con personas que ya tienen pareja. Porque, en el fondo, crees que que no mereces ser elegido/a.
🧩 Si aprendiste a reprimir tus necesidades para evitar conflictos...
Quizás ahora te cuesta decir lo que sientes o lo que quieres. Priorizas el bienestar ajeno por encima del tuyo. Te adaptas tanto que te olvidas de ti. Hasta que explotas… o te apagas. Y, mientras tanto, tu voz se va diluyendo en relaciones donde solo cuenta lo que el otro necesita.
🧩 Si creciste en un entorno inestable o impredecible...
Es probable que hoy estés más cómodo/a en relaciones intensas que en las tranquilas. La estabilidad te aburre. La calma te parece sospechosa. El equilibrio emocional, lejos de reconfortarte, te desconecta. Te enganchas a personas que suben y bajan, que se acercan y se alejan. Porque ese movimiento emocional constante te resulta familiar.
🧩 Si de niño/a no te permitían expresar tus emociones...
Quizás hoy te las sigas guardando. Vives desde la contención, eliges personas que tampoco saben sostener lo que sientes y actúas desde una fortaleza aparente que te aísla. Pero, en el fondo, te mueres de ganas de que alguien te vea por dentro… sin que tengas que pedirlo.
🧩 Si el afecto en tu infancia fue intermitente...
Posiblemente el vaivén emocional de las relaciones ambiguas te resulte familiar. Aprendiste que amar es esperar, que hay que estar disponible “por si acaso”, que el cariño puede desaparecer en cualquier momento. Por eso, toleras ausencias o desinterés mucho más de lo que te gustaría.
🧩 Si desde niño/a asumiste el rol de cuidador/a...
Es probable que hoy sigas dando sin medida y te vincules desde el sacrificio. Te ocupas del otro, estás siempre disponible… pero te cuesta pedir o soltar. Cuando no cuidas, te invade la culpa. Y una parte de ti siente que si no das, no vales.
🧩 Si te enseñaron que el amor de verdad es para siempre, aunque duela...
Puede que te cueste reconocer cuándo es momento de irte. Aunque algo no funcione, aguantas. Y justificas. Piensas que el problema eres tú. Que todo se puede arreglar. Y mientras tanto, te pierdes a ti. Porque lo que más temes no es el dolor… sino el fracaso de que ese amor no dure.
❓ Y en tu caso, ¿qué parte de tu historia personal se está colando en tus vínculos?
—¿Qué haces hoy para sentirte visto/a?
—¿Tiendes a confundir intensidad con amor?
—¿Qué partes de ti crees que no serían aceptadas si las mostraras?
—¿Necesitar dar para sentirte valioso/a?
—¿Te permites lo fácil? ¿O necesitas que algo tiemble para sentir?
Esto no va de culparte.
Va de mirarte con honestidad.
De dejar de repetir lo que te hace daño.
De reconocer que tú también mereces una relación donde no tengas que esforzarte para encajar.