
28/08/2025
La intermitencia es parte de ti. No eres un ser lineal ni constante: tus estados de ánimo, tu energía, tu atención y tus motivaciones fluctúan. A veces te sientes pleno y claro, otras veces atraviesas silencios, cansancio o confusión. Esa oscilación no es un defecto, sino un reflejo natural de tu condición biológica, emocional y espiritual.
Tu corazón late de manera rítmica y discontinua; tu respiración se mueve en ciclos de inspiración y exhalación; alternas el sueño con la vigilia. Tu cuerpo mismo se organiza a través de pausas, descansos y repeticiones. De la misma forma, tu mente y tus emociones también requieren intervalos: momentos de actividad y momentos de quietud, de expansión y de recogimiento.
Cuando aceptas la intermitencia como algo natural, dejas de exigirte estar siempre en un estado “óptimo”. Comprendes que tu flujo vital está hecho de subidas y bajadas, y te reconcilias con la pausa, con la inconstancia y con los tiempos de sombra. Lejos de ser una debilidad, tu intermitencia te recuerda que eres un ser en movimiento constante, que cambia y se transforma.
Reconocer la intermitencia en ti es, en el fondo, abrazar tu humanidad: imperfecta, cíclica y profundamente viva.