
07/09/2025
El síndrome del nido vacío...
Primera semana de trabajo y ya parece que no nos hemos ido de vacaciones. Dos personas aprendiendo a la vez, mañana y tarde, resulta bastante estresante. Aunque nuestras jóvenes colegas evolucionan de forma satisfactoria, a trabajar se aprende trabajando: una cosa es la teoría y otra muy distinta es la práctica. Teresa y Dulce son muy buenas chicas y es cuestión de tiempo que cojan soltura. Mi deber es supervisar todo lo que hacen; soy una jefa pesada y bastante controladora. Tengo clara la responsabilidad que tengo con ellas y con mis clientes. Al unísono, una legión de delegados de diferentes laboratorios esperan su turno para ser atendidos. Me faltan horas en el día...
Lo bueno de todo esto es que tanta actividad ha hecho que la partida de Rocío se me haga más llevadera. Siempre he odiado las despedidas, en especial cuando yo me quedo y otros se van. No recuerdo ya las innumerables veces que el corazón se me ha roto al decir adiós a amigos, a familiares y a mis jóvenes colegas que han pasado un tiempo trabajando conmigo. Es como el síndrome del nido vacío llevado al trabajo. Por más que uno intenta no encariñarse con boticarias que, se sabe, no van a durar mucho, res inevitable que el roce se termine convirtiendo en cariño. Debería estar ya más que acostumbrada, pero decir adiós, sabiendo que difícilmente nos volveremos a ver, me resulta muy duro.
"Es como un pozo sin fondo que no se vuelve a llenar...' "