24/11/2025
El mostrador de una farmacia es como un escenario privilegiado donde los clientes, como protagonistas, nos muestran el latido de la sociedad. Somos testigos de momentos cruciales, desde la despedida del joven que emigra en busca de trabajo hasta la mal llevada soledad del jubilado que lo llena de miedo ante el futuro.
Cuando empezamos, hace ya más de 50 años, las cajas de papillas se sucedían. La venta era tal que las compras las gestionábamos directamente con los laboratorios. Hoy en día, debido a la venta por internet, la competencia de los supermercados y la baja natalidad, muchas farmacias ya no disponemos de papillas ni de leches maternizadas.
La población envejece, y los problemas que resolvemos son, mayoritariamente, de personas mayores.
Que nuestra sociedad se ha polarizado es un hecho incuestionable. Quienes vestimos la bata blanca de la concordia con la que dejamos fuera ideologías, religiones, clases sociales o razas, no salimos de nuestro asombro cuando surgen conflictos entre clientes por ideas políticas.
Acostumbradas al respeto que imperaba años atrás, no entendemos que se puedan perder las formas por unas ideas que son solo eso: ideas. El sello de identidad de una persona no lo da la política, sino su forma de vivir. Lo mismo podríamos decir de las religiones.
Busquemos todo aquello que nos une y dejemos de lado las diferencias; solo así podremos mejorar como sociedad y como seres humanos.