29/10/2025
Parece ironía, pero es real.
Hay personas que con cuatro ajustes ya notarían un cambio enorme.
Y aún así, no los hacen.
Empiezas por lo más sencillo —porque siempre hay que empezar por el orden básico—:
cenar más pronto,
beber más agua,
reducir el alcohol,
comer más despacio,
bajar el café,
reducir ultraprocesados,
moverse un poco cada día.
Nada complicado.
Pero se vuelve imposible.
Siempre hay un “es que tengo mucho trabajo”,
un “es que no tengo tiempo”,
un “es que estoy muy estresado”.
Y mi favorito: “es que la copita de vino con mi pareja es un ritual”.
(Suele ir acompañada de snacks ultraprocesados, también rituales).
El problema no es no saber qué hacer.
El problema es que no queremos soltar lo que nos hace daño,
porque lo hemos convertido en rutina,
en “placer”,
en parte de quienes somos.
Y ahí está la trampa:
querer mejorar sin cambiar nada.
Nivel experto en autoengaño.