01/10/2024
LOS FANTASMAS DE BENAMIRA EN PIE DE GUERRA
Este verano salió a la venta mi novela y esperaba que los fantasmas que la inspiraron pudieran descansar en paz. Me equivoqué. Erré el tiro, como cuando juego a la lotería e, iluso de mí, estoy convencido de que ahora sí me llevaré el gordo a casa.
Benamira, este verano y tras una primavera lluviosa, relucía con una amplia gama de verdes que poco a poco se tornaron amarillos, al llegar el tiempo de la siega. Los fantasmas de mi libro y sus descendientes podían disfrutar del bello paisaje a lo largo de los dos kilómetros y medio que separan Esteras del pueblo, anunciado con una hermosa arboleda al llegar al paseo del Ojuelo y siempre acompañados del murmullo del agua, que por diferentes caminos busca al incipiente río Jalón.
Terminó el verano y saltó la noticia de que esos campos sembrados de trigo, cebada o girasoles, que nos recuerdan que estamos en plena naturaleza, van a ser sustituidos por otros campos, unos huertos que apellidándose ecológicos son un ataque al buen gusto y el sentido común.
Les llaman campo o granja solar y no son otra cosa que amplias extensiones de terreno sembradas con sistemas fotovoltaicos para producir energía eléctrica. Hasta ahí suena bien el discurso ecologista, pero lo que carece de toda lógica es que los planten pegados a la carretera, donde afean el paisaje e incumplen las normas que sus publicistas han proclamado a los cuatro vientos.
Por ejemplo, en la página web de Repsol el primer punto de su argumentario dice exactamente: «Aprovechamiento de terrenos. Los huertos solares pueden instalarse en áreas que no se consideran adecuadas para el cultivo agrícola, maximizando la utilidad de tierras no productivas». Mentira, hasta el día de hoy han estado sembradas y en las montañas próximas, donde ya destacan algunos aerogeneradores, hay amplias zonas baldías donde se podrían instalar.
El segundo punto de Repsol, similar al que defienden Endesa y otras compañías eléctricas, argumenta que las placas pueden coexistir con la agricultura, lo que tampoco es cierto, pues las cosechadoras no pueden realizar su trabajo, aunque traten de justificarlo: «La energía agrovoltaica permite que los huertos solares coexistan con la agricultura, ofreciendo beneficios a los agricultores al proporcionar sombra a los cultivos y reducir la pérdida de agua por evaporación».
En la foto que ilustra este texto destaca un nogal en cuya sombra se cobija un corzo. Esta imagen desaparecerá para siempre cuando siembren placas solares en esa zona.
Lo inexplicable es que, al otro lado de la montaña y a poco más de cien metros de distancia, existen tierras que no están cultivadas, no rompen el paisaje y el sol luce de la misma manera.
Dicen que el periodo de vida útil de las placas es de 30 años. Con los avances tecnológicos es muy probable que ese periodo se reduzca considerablemente y esos campos solares se conviertan en cementerios de placas obsoletas, que nadie retirará y mudarán en tierras muertas las que hasta ahora están sembradas.
También amenazan con colocar otro huerto solar en Benamira, en los llanos en la falda de Monteagudillo donde, según la leyenda, está oculto el tesoro de Almanzor.
Espero que los fantasmas se pongan en pie de guerra y este proyecto cambie de ubicación.
Campos solares sí, pero en el lugar apropiado.