
25/09/2025
¿Qué es un ser humano?
Pues, es el hijo de su padre y de su madre, los haya conocido o no, estén vivos o estén mu***os. Es una evidencia, tan simple que parece una perogrullada decirlo. Las cosas esenciales suelen ser simples.
Nadie ha sido engendrado sin un hombre como padre y una mujer como madre, ni aun en las fertilizaciones en vitro. Un hijo o una hija es una vida concebida por unos padres. Todo ser humano es hijo, por tanto es vida.
Reconocernos como hijo o hija de nuestros padres, simultáneamente, nos hace reconocernos como vida engendrada por ellos. Somos una vida, con su principio y su fin, hasta que llegue la muerte.
Reconocernos como “hijo de” nos sintoniza con la vida, somos la vida misma.
Y cuando llega la muerte, la filiación permanece y se transmite genéticamente a todos los descendientes. Soy “hijo de” me hace pertenecer para siempre. En la vida y en la muerte seguiré siendo “hijo de”.
Nuestras actuaciones y vivencias emocionales se memorizan en los genes de los familiares vivos de un modo particularmente intenso en el momento de la muerte, a la vez que la energía vuelve a su primer estado, anterior a la concepción. La energía pierde la densidad de la vida humana, recobrando su primera vibración.
Soy “hijo o hija de” significa que por ahora soy una vida, soy vida. Y ¿Dónde reconozco esta vida? En el instante presente, soy vida ahora. Soy ahora.
Uno está en sintonía con la vida, cuando acepta o reconoce ser hijo de sus padres.
La extraordinaria fuerza de la concepción nos transforma en energía de vida. Energía de hijo es energía de vida. Soy la vida creada por los padres, soy vida.
En mi todo el pasado se ordena y toda mi fuerza vive en el momento presente, dirigida hacia el futuro.
Reconocerme como “hijo o hija de” me sintoniza de manera simultánea con la vida y con Algo más grande. Permite que mi vida fluya espontáneamente en el respeto de la jerarquía natural, de la pertenencia y del equilibrio entre dar y recibir.
En efecto, soy “hijo o hija de” me coloca en mi lugar y me permite pertenecer.
Reconocer que soy “hijo o hija de” me impulsa a vivir y ayudar a vivir. No puedo no hacerlo, mi deuda hacia mis padres es tan grande que sólo puedo querer vivir la vida regalada por ellos y ayudar a los demás a vivir. Así, de un modo instintivo equilibro lo que recibí de mis padres con mis ganas de vivir y lo que doy a mi entorno. Así no tengo como decir: "yo tengo derecho a vivir y tú no". ¿Qué podría darme el derecho a arrogarme un derecho que a otro niego? Por lo demás, lo difícil es lo que crea fuerza y determinación.
No reconocernos como “hijo o hija de” tiene como consecuencia inmediata cortarnos de la vida y de su fuerza. Nos corta del respeto instintiva de los Órdenes del amor.
No reconocerme como “hijo o hija de” es causa o consecuencia de mi rechazo de la jerarquía natural; me aleja de mi grupo de pertenencia, provocando en mi exclusión de otros y de mí misma.
No reconocerme como “hijo o hija de” me impide desear devolver la vida recibida de mis padres. No puedo cumplir con “el equilibrio entre dar y recibir”.
Sólo reconocemos los órdenes del amor por la consecuencia dolorosa de su transgresión. Como dice Bert Hellinger, sólo conocemos los órdenes del amor por sus efectos. Si hemos tomado a nuestros padres, estos órdenes son respetados de un modo implícito. Es el rechazo a los padres, por ende a la vida como es, lo que provoca los desórdenes y la necesidad de conocer estos órdenes del amor.
Reconocernos como hijo o hija nos sintoniza con la vida. Sintonía que nos permite fluir con los órdenes del amor. Porque esta sintonía es la matriz de los órdenes en el amor.
El SÍ a la vida como es
La sintonía con la vida, asentir y agradecer incondicionalmente a nuestros padres, significa honrar la vida tal como es. Esta sintonía nos conecta con el Todo. La sintonía con la vida desenreda las intrincaciones, el movimiento que nos lleva a sanar aparece.
Primero está la sintonía con la realidad, luego vienen los órdenes del amor. Más exactamente, si rechazamos lo que hay, necesariamente vamos a crear un “Desorden”, y se pondrán en marcha los mecanismos sistémicos de compensación de este desorden.
Temer o rechazar algo tienen el mismo efecto: atraer ese algo. Aceptar algo lo transforma en algo distinto, a favor de todos y en particular a favor de la persona. Más todavía si agradecemos ese algo.
La sintonía con los padres nos conecta simultáneamente con la vida y con algo más grande y permite que nuestra vida fluya, o vuelva a fluir. La sintonía con la vida sana los desórdenes que interfieren con la fuerza del amor.
Tenemos la libertad de aceptar o rechazar nuestras vidas, de provocar el aumento de las dificultades o de permitir que nuestras vidas vuelvan a fluir. La vida es energía, es sucesión de polaridades. Sintonizar con la vida es hacerlo con la alternancia de opuestos. Es asentir al destino, es aceptar a todos, independientemente de sus actos, y agradecer incondicionalmente que nuestros padres sean como son. Esto nos permite fluir con el río y sentir esa fluidez en todos los aspectos de nuestra vida.
Sintonía con el Vacío creador
Reconocerme como hija o hijo de mis padres me conecta con Algo más grande. La madre me conecta con la vida y con el equilibrio entre el dar y recibir, el padre con el orden y la pertenencia y con lo universal.
Veamos ahora La relación con Algo más grande, Vacío o Centro vacío.
Lo creativo está siempre en movimiento en contra de las resistencias. Recién ante las resistencias lo viviente gana su pleno potencial.
Creador significa intención, significa estar orientado por un deseo, desde la plenitud. Ese vacío es intención aunque no imponga el resultado de esa intención, es una intención que crea la posibilidad de algo nuevo, dejando libre a la persona de participar a esa creación o no.
En las constelaciones vemos una y otra vez que el vacío no necesita que se le rinda honores, lo que necesita es que vivamos totalmente esa vida creada por él. Así es como se siente honrado y agradecido.
La vida “espiritual” sólo puede empezar con el tomar a los padres.
Los órdenes del amor
Tomar a los padres es estar en sintonía con la realidad como es, asintiendo y agradeciendo a todo como es.
El asentimiento y el agradecimiento son fuerzas del campo del espíritu, del centro vacío o del gran Campo. Son fuerzas que sanan los órdenes del amor y sanan nuestras vidas.
Los órdenes del amor dirigen todo lo que es vivo, son fuerzas que animan la dirección de los sistemas y de sus componentes, son fuerzas sistémicas. Se trata de que el amor de Algo más grande se nos manifiesta de un modo humano, a través de los órdenes del amor.
Gracias a las constelaciones, en lo sistémico, estamos poco a poco ordenando nuestra mirada. Todo es animado por la compensación del dar y recibir que se equilibra cuando tomamos (recibimos tal y como son, enteros) a nuestros padres.
Al tomar a nuestros padres, aceptamos pertenecer y aceptamos que todos pertenezcan como nosotros. Sintonizamos con la vida, sintonizamos con todos. Todos son creados, pensados y movidos por el Vacío, todos son Vacío… todos somos co-creadores, incluso los perpetradores.
Al tomar a los padres, asentimos a todo como es, asentimos también a nuestro lugar y adquirimos la fuerza para ordenarnos… descubrimos todo lo anterior a nosotros.
Al asentir a todo, nos fundimos con todo, somos la vida como es, somos el vacío creador. Pertenecemos a todo, pertenecemos al Todo. Nadie puede ser excluido del todo. Todos pertenecemos a todo lo que existe y es.
Equilibrar las polaridades es tanto equilibrar el dar y recibir como reconciliar víctima y perpetrador. Esa compensación es la que crea nueva energía, cambios cualitativos, saltos a otra probabilidad. Por lo tanto la polaridad llamada negativa es tan necesaria como la polaridad llamada positiva. Amar es incluir lo negativo, es re-dignificar lo llamado negativo.
La vida es un movimiento hacia el amor. Un movimiento desde el amor arcaico de la pertenencia estrecha al Amor de la pertenencia a todo. Un movimiento desde las intrincaciones en los desórdenes del pasado a una nueva realidad surgida por nuestra entrega a la vida como es.
Descubrimos que la clave que nos lleva a sanar está en reconocernos simplemente como hijos de nuestros padres: soy hijo o soy hija, soy vida, y nuestra decisión consciente ELIJO LA VIDA, ELIJO ESTAR EN LA VIDA, sea cual sea el peso anterior. El pasado se sana gracias a nuestra aceptación y gratitud, no por nuestro trabajo sobre él…
No estamos tomando a nuestra madre o a nuestro padre y eso se está reflejando en tres epidemias mundiales que señala la OMS (Organización Mundial de la Salud): la depresión, la obesidad y las adicciones.
La depresión no es tristeza, es vació. ¿Qué le falta al deprimido?: tomar a sus padres. (ver en que se diferencia la tristeza de la depresión: bit.ly/La-Depresion )
Las adicciones: es una muleta porque nos falta algo en que apoyarnos, no tenemos la fuerza masculina: nos falta el padre biológico, que no hemos tomado tal y como éste es. (ver la dinámica tras las adicciones: bit.ly/Las-Adicciones )
La obesidad es el intento de suplir con acumulación de grasas la protección que le falta a nuestro niño interno y que solo puede quedar satisfecha cuando tomamos a nuestra madre biológica tal y como ella es, y agradecerle por nuestra Vida. bit.ly/El-Sobrepeso
El diseño original del Ser humano nos conecta al amor profundo, el amor filogenéticamente creado en las madres para amar a sus hijos con "perfección".
De ese amor deviene nuestra necesidad de compañía, de estar cerca del otro, de buscar la seguridad; nos lleva al sentido de pertenencia, de unión y reunión, de la tribu y del clan.
Ese amor también nos lleva a la co creación, a la colaboración y a la unidad, donde las relaciones crecen y florecen con el buen intercambio, de dar y recibir, del dar y tomar, con merecimiento y respeto del otro, un intercambio sano y amoroso, que no salva, más bien dignifica y hace crecer algo en nosotros y en los demás.
El amor que mira al otro como igual, humano e imperfecto, como yo y reconoce que todos necesitamos a todos.
Nada para mí que no sea para los demás, respetar lo suyo tanto como lo mío, deseando lo mejor para el otro, sin querer nada de él, solo su bienestar. Sin asumirlo como carga sino como bendición.
Ese es el amor que hará renacer la civilización, es el amor recíproco, el buen amor, el amor expansivo, el amor en movimiento, al servicio de la vida.
En este acto humilde honramos la vida y la vida nos bendice, así recibimos la fuerza de nuestro sistema familiar, para florecer con plenitud en el horizonte de las nuevas posibilidades.
El sueño realizado de nuestros ancestros.
💙Centro Bert Hellinger: Psicoterapia y Constelaciones Familiares💙