25/09/2025
No es solo el alcohol.
Es lo que aparece cuando las defensas bajan y las emociones salen sin pedir permiso.
Lo que intentas tapar con risas, ruido o euforia… sigue ahí, esperando a ser escuchado.
No es una versión “distinta” de ti: son partes que viven ahí, pero que tu control diario mantiene bajo llave.
La risa que se vuelve desesperada.
La rabia que estalla sin motivo aparente.
La tristeza que se derrama en medio de la fiesta.
La necesidad urgente de aprobación o de contacto.
La intensidad que acapara la atención del otro
No nacen con el alcohol: se revelan con él.
Porque al bajar las defensas, asoman las heridas que no saben regularse, las reacciones que no hemos aprendido a conectar con ellas sin que nos invadan, los miedos que el autocontrol esconde… hasta que deja de estar.
El verdadero trabajo no es solo “evitar beber”, sino preguntarte: ¿qué me pasa cuando me pierdo a mí mismo?
Sanar es atreverte a estar contigo sin anestesia.
A sostener lo que duele sin disfrazarlo.
A dejar que tu parte más vulnerable tenga un espacio seguro donde ser vista.
El alcohol puede bajar tus defensas.
Tú puedes aprender a abrirte sin tener que perder el control.
¡Gracias!
Mónica Pérez Arias
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