27/11/2025
Irina Janowski
Psicóloga general Sanitaria especializada en expatriados
Marbella Madrid On line
¿Qué hace un terapeuta cuando el self de su paciente
no busca anclarse, sino ser escuchado en su tránsito?
Algunas subjetividades no se estabilizan, no por falta de deseo, sino porque su modo de existir es justamente el movimiento, la multiplicidad, el vaivén.
En estos casos, más que ayudar a “llegar”, la tarea clínica es ofrecer un espacio donde el desplazamiento no sea vivido como falla, sino como forma legítima de ser.
Comparto una reflexión sobre estos procesos, tan sutiles como intensos, que nos desafían a alojar sin sintetizar y acompañar sin dirigir.
Algunos pacientes no ‘llegan’ nunca: no terminan de instalarse ni de volver, y su identidad parece habitar un entre-lugar constante. En estos casos, más que apuntar a una estabilización, la clínica exige acompañar el tránsito mismo como forma de existencia.
En la práctica psicoterapéutica nos encontramos con personas cuya subjetividad parece estar en tránsito constante. No se trata sólo de migrantes o pacientes con vidas geográficamente móviles, sino de un modo de estar en el mundo donde la identidad se experimenta como fragmentada, provisional, no fijada del todo. Estos pacientes muchas veces llegan a la consulta no porque su vida “no funcione”, sino porque sienten que no están dentro de lo que funciona. Una mujer que logró adaptarse a un país nuevo, formar una familia, sostener una profesión, dice: “A veces me miro desde afuera, como si nada de esto me perteneciera”. Otro paciente, después de años de terapia, expresa: “Sé muchas versiones de mí, pero no sé cuál soy yo”. Nos enfrentamos entonces al desafío clínico de alojar un self que no busca integrarse, sino ser escuchado en su multiplicidad.
Self en tránsito: no sólo geográfico, también simbólico
En términos clásicos, podríamos hablar de disociación, de clivaje, incluso de falso self. Pero el fenómeno al que me refiero no es sólo un mecanismo defensivo. Es también una forma estructural, a veces creativa, de organizar la experiencia subjetiva cuando el entorno no habilitó una continuidad segura. Philip Bromberg propone pensar al psiquismo como compuesto por múltiples “estados del self”, cada uno con sus afectos, memorias y registros corporales. La salud, dice, no consiste en fundirlos todos en uno, sino en la capacidad de estar en el espacio entre realidades sin perder ninguna. Desde otra perspectiva, Donald Winnicott nos habla del falso self como una construcción adaptativa que protege al verdadero self de un entorno intrusivo o inestable. En algunos casos, esta máscara no es solo defensa, sino forma de ser en el mundo.
Cuando migramos, no solo cambia el territorio: también se desplazan nuestros tiempos, nuestros ciclos vitales y la forma en que nos nombramos a nosotros mismos.
- Infancia: Cuando el entorno no ofrece continuidad, el self incipiente aprende a fragmentarse.
- Adolescencia: La búsqueda de identidad puede intensificarse en modos camaleónicos.
- Adultez temprana: Se espera que el sujeto “se estabilice”, pero cada elección puede sentirse como una amputación.
- Adultez media: Aparecen síntomas más silenciosos: insatisfacción crónica, ansiedad difusa, sensación de no habitar la propia vida.
- Vejez: Se impone la necesidad de narrar la biografía, construir una narrativa plural: no lineal, pero sí significativa.
Hay varias intervenciones clínicas posibles:
- Nombrar los estados del self sin jerarquizarlos.
- Alojar la contradicción sin apuro de síntesis.
- Ofrecer una escucha oscilante.
- Usar metáforas clínicas que legitimen la multiplicidad.
No todos los pacientes buscan anclarse. Algunos sólo piden que los acompañemos a transitar.
El mayor acto terapéutico no es ayudarles a llegar a destino, sino ofrecerles un espacio donde el tránsito no sea vivido como falla, sino como forma legítima de existir.
Irina Janowski de LinkedIn