17/10/2025
Muchas veces, antes de empezar, me preguntan si doy clases por nivel.
Y es verdad que muchos centros ofrecen esa posibilidad de distinguir alumnos por un nivel.
No es mi caso.
Por la sencilla razón de que una clase de yoga es una clase y lo que se tenga que adaptar se adapta sin mayor problema.
El segundo motivo es quién soy yo (¿un experto supra avanzado?) para decidir que tal o tal persona es principiante, intermedio o avanzado. No me considero juez de nadie para entregar este tipo de distintivo casi propio de unas olimpiadas 🙃.
El tercer motivo sería preguntarse: ¿qué es ser avanzado? ¿colocar la pierna detrás de la cabeza o saber qué son los sūtras de Patañjali, la Gītā o los Vedas?
Recuerdo que, de niño, en el colegio entregaban las notas de “peor” a “mejor”, clasificando así al alumnado por rendimiento. Qué manera cruel me parecía de fomentar la competición entre personas, a ver quién iba a ser “el mejor”.
Como profesor mi misión es acompañar, no colocar más etiquetas a las que ya nos ponemos encima. Y acompañar consiste, para mí, en darle la bienvenida a cualquier persona, sea cual sea su condición personal. Luego ya en clase hablaremos de cómo adaptar tal postura para no lesionarse o para beneficiarse de la práctica.
Entiendo la lógica que pueda haber detrás de distinguir por nivel (evitar lesiones, avanzar según qué āsana etc).
Julián Peragón dice: “una de las funciones saludables del Yoga es volver a recuperar esta percepción necesaria para que la vida se reajuste ante los cambios (…) Responder en Yoga, previo a la práctica, a la pregunta ¿qué necesito hacer en este momento?”
¿Qué necesitas hoy en tu práctica? Ahí está la clave para mí. Y cualquier práctica, hasta la más sencilla aparentemente desde fuera, puede ser reveladora.
Pongamos el nivel más en la conciencia que en lo físico.
¿Qué opinas? 👀